El pasado 18 de agosto el Hogar de Cristo cumplió sus primeros veinte años de vida.
“Si uno tuviera que resumir los veinte años, tendría que decir: ‘Gracias’. Lo primero que surge es la gratitud hacia cada persona, porque esto se trata de rostros concretos, de historias de vida. A lo largo de estas dos décadas han pasado muchas cosas, ahora venimos de un ciclo positivo, y eso también reafirma nuestro agradecimiento a todos quienes nos ayudaron en este camino”, sugiere Guillermo Gadola.
En su caso, desde enero de 2021 ya no es más el director del hogar, pero, puertas para adentro, se asume un compromiso que perdura: “No importa la participación: todos somos voluntarios del hogar. Desde el que está en la línea de frente hasta el que maneja la contabilidad, todos ayudamos y somos parte. Incluso quienes dejamos nuestras funciones lo somos. A veces pensamos que, para ser voluntario, hace falta tener más tiempo u otros recursos. Pero, en realidad, todos tenemos algo para dar. Capaz tu ayuda es ir a pasar a buscar una donación de alimentos, y esa hora que le dedicaste al hogar ayuda a que la olla salga mejor. Con eso ya marcaste la diferencia”.
Las piedras del camino
En sus primeros veinte años, el hogar atravesó diferentes momentos. “Si miramos para atrás, hubo una etapa de crecimiento posterior a su aparición, luego tuvo su expansión, y posteriormente sus dificultades, que siempre las hay. La época de desarrollo fue con un fuerte voluntarismo que, a veces, también es riesgoso, porque se desordena un poco la organización interna. Esta última etapa ha sido de ensamblaje, de unificar el trabajo y funcionar más como equipo”, explica Gadola.
El último año de su liderazgo estuvo marcado por un hecho ineludible para el hogar: la pandemia de Covid-19. Durante ese período, toda la iniciativa solidaria estuvo a prueba: “No puedo pensar estos veinte años sin la pandemia, porque fue de los momentos más difíciles que se tuvo que sortear. No era nada fácil implementar un servicio de asistencia o de ollas en ese tiempo, sin considerar que la cantidad de personas necesitadas se incrementó. En aquella oportunidad, era seguir o cerrar”.
“El Hogar de Cristo es una obra de Dios”
Lía Merialdo
“Tuvimos horas de Zoom diario, porque había muchísimo para planificar: desde lo sanitario hasta la propia dinámica. Cada dificultad superada siempre dejó su aprendizaje y su riqueza”, complementa. Parte de ese enriquecimiento está en lograr adaptarse a los cambios. Eso mismo ocurrió con la tradicional cena de Pan y Vino, evento presencial que, por causa de la emergencia sanitaria, pasó a ser a distancia. En la actualidad, se entregan tablas con picadas a domicilio, para compartir con familia o amigos. Esta acción representa cerca del treinta por ciento del financiamiento total del hogar.
Por la Divina Providencia
Hablar del Hogar de Cristo es referirse a la providencia de Dios. Lía Merialdo es la directora del movimiento desde enero de 2021. En este tiempo al frente del hogar vivió en carne propia la colaboración del Señor.
“El Hogar es un misterio de Cristo, se genera constantemente la providencia. Estamos permanentemente en las ollas y vemos el esfuerzo que hay que realizar para poder llegar a todos. ¡Historias hay miles! Por ejemplo, hace unas semanas tuvimos ciento cincuenta personas, así que cerramos la puerta de la olla. Me quedé del lado de afuera, junto a diez personas que se habían acercado, y les avisé que, probablemente, no pudieran comer. Pero la comida alcanzó igual, no solo para las ciento cincuenta personas dentro, sino para los de afuera, que al finalizar fueron setenta platos adicionales. Para nosotros, está más que confirmado que el Hogar de Cristo es una obra de Dios. En cada decisión o en cada problema sentimos su compañía, y eso es lo más maravilloso que nos pasa. Nos guía en todo», afirma.
“Todos tenemos algo para ayudar”
Gran parte del trabajo solidario del Hogar de Cristo recae en sus voluntarios. Originalmente eran cien, pero en la actualidad son aproximadamente trescientos: “La ayuda es fundamental, y no importa el grado de participación: todos somos voluntarios. Desde el que está en la línea de frente hasta el que maneja la contabilidad, todos ayudamos y somos parte del hogar. A veces pensamos que, para ser voluntario, hace falta tener más tiempo u otros recursos. Pero, en realidad, todos tenemos algo para dar. Capaz tu colaboración es ir a pasar a buscar una donación de alimentos, y esa hora que le dedicaste ayuda a que la olla salga mejor. Con eso ya marcaste la diferencia”.
“En líneas generales, redondeamos mil atendidos y unos doscientos cincuenta voluntarios”
Guillermo Gadola
También hay grupos de jóvenes voluntarios o de algunas comunidades, como el Colegio Seminario, que participan de las dinámicas solidarias del hogar. “Lo interesante de todo esto, es que no hay edad para ayudar. Vamos desde los dieciséis años en adelante. La voluntaria mayor que tenemos se llama María del Huerto, tiene más de ochenta años y nos ayuda en la cena de Pan y Vino, buscando sponsors. Para nosotros, que nos done su tiempo, es riquísimo”, reconoce Lía, para luego complementar: “En líneas generales, redondeamos mil personas atendidas y unos doscientos cincuenta voluntarios”.
Una obra que crece
Oficialmente, el Hogar de Cristo trabaja en diversos frentes. Por un lado, cuenta con el hogar Santa María, que brinda asistencia a catorce adultos mayores autoválidos, con más de sesenta y cinco años. Este emprendimiento es financiado en su totalidad por el hogar, y los fondos se consiguen a través de diversas donaciones.
Después está el tradicional servicio de ollas, cuya presencia varía según el lugar. Por ejemplo, la olla de la parroquia San Ignacio funciona tres veces por semana, mientras que la del colegio Seminario está abierta en cuatro oportunidades. Entre las dos ollas, se entregan casi mil platos, y reciben la participación de seiscientas personas aproximadamente.
También se desarrolla un servicio de ropería, que opera físicamente en San Ignacio. Ellos reciben todas las donaciones que la gente acerca, y las clasifican. “Se distribuyen en distintas iniciativas. La clasifican por color, por tamaño, con una dedicación que asombra. Ves el cariño que le ponen a lo que hacen”, confiesa Guillermo.
Por último, en el barrio Los Bulevares el hogar tiene varias presencias: un centro CAIF para noventa niños, un local juvenil con capacidad para cincuenta de ellos y un servicio de recreación en la capilla María Auxiliadora, con otros treinta o cuarenta chicos. Además, se incorporó el trabajo en la zona del Delta del Tigre, acompañando a una comunidad local.
Cifra:
960
Platos entregan semanalmente las ollas de la parroquia San Ignacio y el colegio Seminario.
Origen:
El Hogar de Cristo Uruguay pertenece a la Asociación Civil Padre Alberto Hurtado, fundada en Montevideo en el año 2003 por un grupo de laicos y religiosos, bajo la inspiración de la espiritualidad del sacerdote chileno jesuita San Alberto Hurtado.
Por: Leandro Lia
Redacción Entre Todos