Después de tres años como Obispo auxiliar de Montevideo, Mons. Pablo Jourdan se prepara para asumir su nueva misión en servicio de la Iglesia.
El próximo 30 de octubre asumirá como nuevo obispo de la Diócesis de Melo. Dialogamos con él sobre su tiempo como obispo auxiliar de Montevideo y el futuro en su nuevo destino pastoral.
¿Cómo se enteró de la noticia sobre este nuevo servicio que le pedía la Iglesia y cómo se sintió?
Me llamó el secretario del nuncio, Simón Bolívar (“encargado de negocio” de la nunciatura) porque actualmente no hay nuncio en Uruguay, para anunciarme que el papa Francisco me había nombrado obispo titular de Melo. Desde el punto de vista afectivo recibí la noticia con serena alegría, una alegría que brota del deseo de estar dispuesto a hacer la voluntad de Dios.
¿Cómo vivió estos tres años, que lo llevaron de estar al frente de una parroquia en la Diócesis de Minas a ser obispo auxiliar de la Arquidiócesis?
Fue un tiempo en el que sentí la presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y el apoyo de mucha gente. Estos años me ayudaron a comprender el servicio pastoral de un obispo; aprendí a presidir diversas celebraciones, trabajar en la pastoral de conjunto en una diócesis grande; también aprendí aspectos más puntuales y administrativos del ministerio.
Me hizo bien trabajar semanalmente con el equipo de Curia, coordinando diversos aspectos de la diócesis, viendo el testimonio del cardenal, con su servicio incansable. No es lo mismo gobernar una parroquia que una diócesis.
Otro aspecto que me ha hecho crecer ha sido el trabajo en la Conferencia Episcopal (CEU), en el que se reflexionan muchos temas que exigen una formación permanente. Fue muy positivo participar del diálogo entre los hermanos obispos y la redacción de algunos documentos.
Un espacio importante fueron los servicios que me tocó realizar en la CEU con la Comisión Nacional de la Animación Bíblica de la Pastoral, Departamento de la Catequesis y el Sector Palabra de Dios. También aquí en la Arquidiócesis de Montevideo con la vicaría de la educación y la pastoral social. Encontré personas y equipos muy preparados, dispuestos a orientarme y prestar un servicio generoso a la Iglesia.
También quiero destacar la enorme red de instituciones, movimientos y comunidades que colaboran en todos estos ámbitos, que a simple vista muchas veces no se perciben pero que están en el trabajo diario y hacen fecunda la Iglesia.
Por otro lado, tuve la oportunidad de ir al Vaticano y conocer al papa Francisco. Los nuevos obispos recibimos una formación sobre la sinodalidad —el «caminar juntos»— del que trata justamente el sínodo que comenzó esta semana y que se extenderá hasta octubre d e 2023.
Son todos aspectos que me fueron preparando para este nuevo llamado.
«Fue un tiempo en el que sentí la presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y apoyo de mucha gente».
¿Cómo evaluaría estos tres años en Montevideo?
Me ha sorprendido la gran actividad pastoral que tiene la Iglesia en Montevideo. Es una Iglesia viva, que asume y se compromete con muchos temas de la realidad de los montevideanos.
Hay además un grupo de sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos con un gran compromiso ante la realidad que nos toca vivir hoy.
Fue enriquecedor estar viviendo y trabajando con el Card. Daniel, que es una persona entregada a su ministerio y muy responsable; así como también compartir con Mons Luis Eduardo este servicio.
Algo para resaltar es el tiempo difícil que nos tocó atravesar por la pandemia, pero en el que pudimos percibir que la Iglesia estaba a la altura de las circunstancias, dando respuestas concretas para afrontar la realidad. Podemos constatarlo en el servicio socio-educativo y en las diversas iniciativas para continuar transmitiendo la fe. Aquí el Decos, como departamento de comunicación de la Iglesia, tuvo una participación importante.
Usted ha podido trabajar, a nivel diocesano, en dos temas muy importantes: pastoral social y educación. En estos dos ámbitos, ¿cuáles fueron los principales avances?
En lo que respecta a Pastoral Social se continuó con el relevamiento de los diferentes servicios que se realizan en la arquidiócesis y que luego se publicó en la web a través de un mapa virtual para un mayor conocimiento y una mejor comunicación. A continuación se reorganizó la pastoral social en dos grandes sectores: uno que abarca todas las parroquias, dividido en ocho zonas, y se pidió a los diáconos que las animaran; el otro con siete grandes áreas de servicios, realidades que surgieron por inspiración del Espíritu Santo para dar respuestas a situaciones concretas de necesidades de algunos hermanos. Estas obras la llevan adelante diversos grupos, asociaciones y movimientos. Estas siete áreas son: migrantes, personas en situación de calle, el consumo problemático de sustancias, las mujeres en situación de vulnerabilidad, las obras institucionalizadas, la ecología y la pastoral penitenciaria.
En cada una de estas áreas se propuso a una persona que coordinara y animara un trabajo en conjunto, estando también atentas a nuevas iniciativas que iban surgiendo. Por ejemplo, en el tema migrantes se concretó la apertura de la casa «Paz y bien», en la que participa la Conferencia de Religiosos del Uruguay —Confru—, la Arquidiócesis de Montevideo y la CEU; para la situación del consumo problemático de sustancias se abrió la Fazenda de la Esperanza «Monte Carmelo»; para ayudar a mujeres en situaciones de vulnerabilidad se abrió un hogar para mujeres con hijos; en el tema de Ecología se llevó a cabo un proyecto que incluía la construcción de un invernáculo, de quintas y apoyo a personas que trabajan en el servicio del reciclaje.
«Me ha sorprendido la gran actividad pastoral que tiene la Iglesia en Montevideo»
La asistente social María José Carrau ha sido fundamental para animar todo el trabajo de la pastoral, logrando que los diferentes grupos estuviesen comunicados.
Hubo también algunas otras iniciativas importantes. Una, la de tener un día de fiesta para la Pastoral Social, que hicimos coincidir con la Jornada Mundial de los Pobres. Otra, la de potenciar la celebración de la Jornada Mundial del Migrantes y Refugiados, reuniendo en la parroquia de los scalabrinianos las diversas fuerzas que trabajan en esta área.
En cuanto a la pastoral educativa el trabajo fue distinto, porque desde hace varios años que está organizada. El mejor servicio fue darle continuidad. En ella podemos distinguir dos áreas: la pastoral educativa propiamente dicha y el Fondo solidario.
La primera se realiza a través de un equipo de ocho directores (EAC), los que proponen un tema a profundizar durante el año (en coordinación con la pastoral arquidiocesana), materiales, cursos, celebraciones, etc. El segundo equipo (FS) administra un dinero recaudado por el aporte de todos los Colegios para ayudar a los colegios más necesitados.
Una realidad importante de nuestra pastoral ha sido la Fundación Sophia, que reúne a colegios con dificultades para mantenerse solos. Se los apoya dándoles una estabilidad económica, pedagógica y pastoral (más importante aún en este tiempo de pandemia). Está llevada adelante por un buen equipo de trabajo, presididos directamente por el cardenal.
Durante la pandemia los colegios fueron muy creativos para continuar las clases de manera virtual, así como para estabilizar el presupuesto económico.
Ahora nos gustaría dialogar con usted sobre su futura misión como Obispo de Melo. ¿Conoce algo de esa diócesis?, ¿se comunicó con Mons. Heriberto Bodeant —último obispo de Melo, actual Obispo de Canelones— luego de la designación?
Conozco algo de la diócesis y ya estuve unos días allí. De mis 26 años de sacerdote, 20 los realicé en parroquias limítrofes con la Diócesis de Melo, por lo tanto tuve contacto permanente con las parroquias vecinas. Ciertamente tengo que conocer mucho todavía, pero no es un lugar desconocido para mí.
Estuvimos charlando una tarde con Mons. Bodeant. En la pastoral es importante conocer y valorar lo que Dios viene haciendo para darle continuidad. Él me compartió las riquezas y dificultades de la diócesis y me ayudo a discernir de qué modo ir afrontando de manera progresiva las diversas realidades.También pude conversar con el administrador diocesano, con el presbiterio, con el obispo emérito, Mons. Luis del Castillo, que desde hace unos meses está en Melo prestando un servicio. Además, me reuní con diáconos, religiosos y laicos de la diócesis.
En todos esos encuentros me sentí muy bien, contento y con ganas de estar trabajando ya junto a ellos, bajo la protección de Nuestra Señora del Pilar
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LE VAMOS A EXTRAÑAR POR SU GRANDEZA DE ESPIRITU, GRAN HUMILDAD, EN TODOS LOS SENTIDOS, AHORA, CONTINUARÀ CON TODAS LAS OBRAS QUE SIEMPRE HAN SIDO DE SU AGRADO, SEA DÓNDE SEA, SIEMPRE AYUDÒ AL PRÒJIMO , DIOS LE BENDIGA . Irene Elena Maschauer