A los treinta y siete años, el cantautor uruguayo hizo realidad su deseo al presentarse por primera vez en La Trastienda
Las luces se encienden y, uno a uno, los integrantes de la banda aparecen en el escenario. La gente grita y aplaude, eufórica. La música comienza a sonar. Son las 21:40 horas del sábado 30 de noviembre. Diego Melano entra vestido con jeans azul oscuro y una remera blanca, con manchas de colores, diseñada por sus hijos, Clementina, de cinco años, y Constantino, de tres, nacidos de su relación con Karina Ambrossi, con quien está casado desde 2016. Tiene brillos a cada costado de su frente. Saluda y empieza a cantar el primer tema de la noche: En todos lados, lanzado en 2020.
“¡Bienvenidos! ¡Qué lindo esto!”, dice con una sonrisa mientras observa al público distribuido en las dos plantas de La Trastienda, en el barrio Cordón de Montevideo. Su mirada refleja la emoción de cumplir un sueño a sus treinta y siete años. “Hace mucho tiempo que tenía ganas de hacer esto y compartirlo con ustedes”, agrega.
El show se titula Canciones que suman y dura cerca de una hora y media. Es el primer espectáculo solista de Melano, que no es lo mismo que un concierto en solitario. Además de su banda, el cantautor comparte escenario con Francisco Romero, Juan Ignacio Porley, Marcos Agüero, Lucía Aramburu, Luciano Barrios, Lolito Bentos, parte del elenco de parodistas Aristophanes y algunos usuarios del proyecto Minga, de los salesianos. El público canta junto con él y reconoce la letra de sus canciones.
En la antesala del show, Melano dialogó con Entre Todos. Lo que sigue es un resumen de la entrevista.
¿Cómo nació tu gusto por la música?
Siempre fui a escuchar mucha música de todo tipo. Todo muy popular, desde lo bailable, el pop hasta la cumbia. En mi casa se escuchaba mucha plena, como Karibe con K. Desde lo popular, (escuchaba) a Jaime (Roos), (Ruben) Rada y (Jorge) Nasser.
En mi adolescencia, lo que me conectó con la guitarra fue la banda mexicana Maná, que a principios de los 2000 estaba muy fuerte porque recién había sacado su disco MTV Unplugged. Me sabía todas las canciones. En ese momento empecé a tocar la guitarra. Yo siempre fui muy extrovertido, pero con la guitarra sentía que generaba una conexión interesante con lo comunitario.
A los diecisiete años, cuando era alumno del (preuniversitario) Juan XXIII, me invitaron a tocar en un grupo llamado Azul, que estaba en auge en aquella época. Era una banda que tenía más pop que cumbia, más bien pop latino. Estuve tres años. De jueves a domingo hacíamos entre doce y catorce shows. Como era menor de edad, me pasaban a buscar y me cuidaban mucho. Los ambientes eran muy sanos. Trabajar en la noche es complejo. Conocí todos los locales bailables de Montevideo, todos los clubes por los cumpleaños de quince y casamientos. Me dio mucho oficio.
Fuiste animador salesiano, ¿qué recordás de aquella época?
Empecé a ser animador con diecisiete años en el colegio Maturana, y en paralelo iba al oratorio Abayubá, en La Paz. Encontré en la animación una forma de sumar al otro, y en la guitarra una herramienta de animación. Me considero una persona de mucha iniciativa y muy creativa. Me gustaba inventar historias y juegos nuevos. Me gustaba encontrar la mejor forma para que el contenido llegara. Se me iba la vida en pensar la motivación para los campamentos.
Quien me presentó la cuestión de la fe y a Jesús fue el carisma salesiano, entendido como el servicio en el patio y en el encuentro. Eso me ayudó mucho en mi etapa de madurez. Y por otro lado la pulsión artística crecía, hasta que me propuse hacerlo cada vez más en serio. ¿Por qué? Porque el mensaje lo vale.
Cuando empecé a animar en los grupos asociativos de primaria en Maturana, junto con Francisco Romero y otro amigo nos preguntamos: ¿y si le ponemos música a las danzas que hacemos en el oratorio y vemos qué pasa? Fran tocaba el bajo y yo la guitarra. Para una fiesta de María Auxiliadora preguntamos si podíamos tocar. Y explotó. Así surgió John Boss Rock. Era el año 2006 o 2007. Como a la gente le gustó, empezamos a tocar en cada evento grande hasta llegar a la Jornada Nacional de la Juventud que se realizó en Maldonado, en 2012. Las canciones eran las mismas que se cantan en un apostolado o servicio, pero nosotros le pusimos la impronta rockera. Vimos que era buenísimo lo que se generaba.
John Boss Rock sigue existiendo aunque cada vez tocamos menos. Además, nosotros ya dejamos de ser jóvenes. Empecé con la banda cuando tenía veintiún años y ahora tengo treinta y siete. Ahora le toca a otros continuar. Nosotros nos sentimos vigentes. Yo seré un animador de por vida. Pero tenemos que dejar espacios y alentar. La realidad es que nadie más se animó a hacer algo parecido a lo que hacemos nosotros. Cuando volvimos en la última Jornada Nacional de la Juventud fue un despelote. Cuando ves a los jóvenes saltando, como si estuvieran en el pogo de un concierto de la (banda) Trotsky (Vengarán), pero le cantan a María Auxiliadora y a Jesús, está buenísimo.
Tu experiencia como animador y tu vocación por la música te impulsaron a emprender una carrera artística.
Exactamente. Fueron las dos cosas a la misma vez. La animación, por un lado, me dio el qué y el porqué; y lo artístico me dio la forma, el cómo. La guitarra es una tensión mía para decir lo que me parece valioso.
Mi sueño es dedicarme enteramente a la música. No vivo de la música, vivo de mis trabajos como comunicador institucional en Maturana y el Juan XXIII. Hago música porque quiero y, además, porque necesito, porque es mi vocación. No sé qué sucederá dentro de cinco años, por suerte el ser humano es dinámico. Perseguir un sueño que uno quiere cumplir, cuando el fin es noble y está basado en el amor, me parece que tiene un valor increíble y constituye un gran testimonio.
En 2019, cuando nació Clementina, hice un clic. Me pregunté: “¿Qué no hice aún en estos quince años, a qué cosa todavía no me animé?”. A lo mejor tendría que haber lanzado mis canciones cuando tenía veinte años. ¿Por qué no lo hice? Porque me había refugiado en mis colectivos, en parodistas, en John Boss Rock y las otras movidas. Estaba en mi zona de confort, porque salía de taquito. No quería que mi hija creciera sin ver a su papá correr por un sueño. Ahora para mis hijos ya es normal que me vean los videoclips, arriba del escenario y en entrevistas por la televisión.
Soy misionero en esta cuestión. A veces mi esposa me dice: “Vos querés cantar en la Iglesia”. Y yo le respondo: “No, yo no quiero eso. Yo quiero llenar un estadio”. Hay que abrir las puertas, no ser endogámico. No es para negar de dónde vengo ni ocultar mi fe. De ahí es que mis composiciones sean implícitas. Cualquiera que entre a Spotify y escuche mis canciones, no va a encontrar el nombre de Jesús en ninguna. Pero lo va a encontrar en todas, depende cómo las lea.
Lo que pasa es que ―esa ha sido la experiencia― hay gente que te cierra la puerta si le hablás directamente de Jesús y la Virgen María. ¿Dónde está la experiencia misionera? No está. Ahí empecé a usar la estrategia comunicacional a favor del reino, porque el mensaje que tenemos es impresionante.
Si en un programa de televisión o de radio me preguntan de mi lado espiritual, tengo un montón de cosas para hablar. Lo que yo voy a decir siempre es que lo que me mueve es mi lado humano, la experiencia, el vínculo, porque creo que es necesario. Y además, es un discurso que no se ve. Yo quiero ser fiel a mi mensaje.
¿Qué te motiva a componer tus temas?
No es inspiración, lo que encuentro es qué quiero decir. Quiero hacer una canción que hable del optimismo, y así surge Brillamos (2023). Quiero hacer una canción que sea dedicada a la gente que acompaña, y así surge Insistimos (2023). Quiero hacer una canción que hable de las personas que tiran para delante pero no las ves en todos lados, y así surge En todos lados (2020). Me siento y después aparece todo lo demás. Obviamente después hay correcciones y otras cuestiones. Pero si no tengo claro qué, voy a perder el tiempo. Estoy lleno de cosas escritas. A veces me viene una melodía por una frase que me dijo alguien o dije yo mismo. Me gusta mucho escuchar charlas y anotar las frases.
¿Cómo lográs combinar los distintos géneros musicales?
El género está al servicio de lo que hay para decir. No me etiqueto. Es un desafío complejo. Si se hace un poco de todo, es más difícil. Tengo una forma de cantar y una forma de decir las cosas de una manera muy melódica. Pero en realidad me gusta decir que hago música popular o música comunitaria. La música popular es aquella que busca que la persona se reconozca parte de algo. Lo popular es para todos. Lo comunitario, en cambio, no es para todos, es para nosotros, la comunidad.
¿Qué querés que el público sienta o reflexione al escuchar tus canciones?
Me gustaría que el público se apropiara de su vida al escuchar las canciones. Que encuentre un reflejo de sí mismo en ellas y entienda que tiene algo muy valioso para compartir con los demás. Por eso el título del espectáculo es Canciones que suman. La música en mi vida ha sido compañía: yo me emociono, reflexiono y rezo con ella, y no precisamente con música religiosa. Hay canciones que me parten la cabeza, y me hacen conectar con mi profundidad.
Ver todas sus notas aquí.
1 Comment
Fui al espectáculo y estuvo increíble! Un show deslumbrante! Diego demuestra todo su talento, carisma, simpatía y agilidad en el escenario. Y muy buena cada presentación junto a los artistas invitados! Un clima de sana alegría, que es lo que necesita nuestra juventud y también disfrutamos los más veteranos. Felicitaciones!