Tal vez la costumbre pueda ganar a la novedad nunca agotada de Dios que viene a compartir la humanidad con nosotros y a enseñarnos a pasar por tantas circunstancias de la vida en la experiencia de Jesús. Que él nos abra su corazón, y podamos aprender como discípulos. Tal vez sean días propicios para seguirlo de cerca en la Palabra llena de detalles, gestos, también silencios.
Si la oración es una relación con alguien, más que una actividad, entramos en ella en una cierta circunstancia, como decía el filósofo: “Yo soy yo y mi circunstancia”; la nuestra y la del propio Jesús, subiendo a Jerusalén donde lo aclaman y también lo va cercando la alianza de poderes de este mundo para borrar la incomodidad que sus criterios provocan.
Elegimos tres claves para acompañarlo.
1. Llamada a ‘permanecer’. “Permanezcan aquí y velen conmigo” (Mt 26, 38)
A cierta altura de la vida, ya sabremos que somos don y límite humano que puede caer en la tentación de huir de la incomodidad. ¿Para qué vale tanto esfuerzo? Llegarán esas preguntas insidiosas que desanimen tal vez el sentido. La llamada evangélica a permanecer con él, “en mi amor” ―dirá Jesús― (Jn 15, 9) ayudará a sostener el propósito. Será en su fuerza y en gracia, no en un mero deber cristiano, que podremos permanecer. Los compromisos que cada uno tenga, las citas con la fraternidad, la salida hacia lugares donde la realidad espere algo de nuestra vida, y tantos otros cometidos, se darán más por estar unidos afectivamente a Jesús que por esfuerzo. La voluntad se cansa. En cambio el amor solo puede crecer y ser desmesurado, como aquella mujer que desafió toda lógica y cálculo, rompiendo un frasco de perfume y ungiendo con ternura los pies de Jesús. Ese gesto lo habrá fortalecido hasta llegar al huerto donde pedirá apoyo y compañía. ¿En dónde podemos actualizar hoy esa compañía al Señor?
Una clave de oración podría ser mirar a Jesús permaneciendo en una confianza grande, y pedirle la fuerza de su mismo Espíritu, allí donde necesitemos también permanecer en los huertos de nuestra propia vida o en el dolor ajeno.

Semana Santa: acompañar a Jesús en su pasión, muerte y resurrección. Fuente: Federico Gutiérrez (archivo)
2. Llamada a participar del misterio pascual con él… “Si muere da mucho fruto” (Jn 12, 24)
Amar trae consecuencias, como salir al encuentro de los demás, atreverse a mirar más allá y cruzar fronteras cómodas o hacerse prójimo… Tal vez el mero hecho de vivir traiga consecuencias y podamos elegir vivirlas participando de ese misterio pascual del Señor. Al grano de trigo hay que mirarlo con ojos de fe y esperar la vida en medio de la oscuridad de la tierra.
La madurez del seguimiento cristiano invitará a identificarnos con ese camino de Jesús. Podremos entonces contemplarlo viviendo su Pasión. Sorprende cómo va dejando que cada acontecimiento tome su lugar. Entra con libertad grande en cada circunstancia. “Nadie me quita la vida, yo libremente la entrego” (Jn 10,18). Tal vez sea un buen momento en la oración-relación para mirarlo más a él que a nosotros mismos, para descentrarnos “del propio amor, querer e interés” ―dirá san Ignacio―, algo a lo que solemos estar muy pegados.
Miremos su soledad… Los fuegos tibios retienen hasta a los más amigos. Es su hora, porque la Historia siempre espera en un lugar propio, intransferible y allí está, asumiéndolo.
Miremos su silencio… Se va haciendo presencia callada, mansa, digna. Solemos necesitar muchas justificaciones. Él, en cambio, solo algunas palabras y de una calidad inestimable.
Miremos su modo de vivir el poder… “Siendo de condición divina, no buscó la igualdad con Dios… (Fil 2,6). Se hizo hombre. Se hizo hermano. Se hizo pobre. Se hizo pan capaz de saciar a todos, sin elegir a quiénes, sin reservar nada. Esa forma de vivir el poder, la entrega, el amor, se volvió demasiado desafiante para la lógica del muchos.
3. Llamada a la libertad y la alegría. “No tengan miedo. Vayan… a Galilea. Allí me verán” (Mt 28, 10)
El crucificado será el resucitado, aquel capaz de transformar todo límite humano con esa invitación a vivir sin miedo. ¿Dónde encontrarlo? ¿Dónde esa Galilea donde volver a reconocerlo como el Viviente dador de paz, el que trae vida abundante?
Traspasará todas las heridas del camino humano, aunque se recuerden. Iluminará espacios de luz y justicia, aunque el mundo parezca muy roto. Restaurará relaciones que parecían sin esperanza. Y tendremos esa certidumbre que sabrá decir, como el discípulo: “Es el Señor”. El suyo será tal vez un modo poco ruidoso, se manifestará en los detalles de la vida. Habrá que reconocerlo sin la estridencia del marketing, pero dejará una huella de libertad y alegría insoslayable. Nos esperará entre la vida cotidiana, y allí, la misma realidad podrá ser distinta, iluminada. Esa es nuestra esperanza. Que no se rinda ningún buscador del bien y de la vida, ¡porque Cristo ha resucitado!
1 Comment
Estimada: Muy pero muy Interesante, lo aportado por Ud, para Vivir el Espíritu real de la Pascua, y los días paso a paso, lo que significan, y Jesús quiere transmitirlos…!!
Me dio mucha Alegría que sea o integre la Inst. Teresiana. Es Ud Teresiana, Carolina?
Le pregunto, pues he realizado todos mis Estudios en el Colegio San Pedro Poveda, y quizás, hasta podamos conocernos y sin saberlo…si le menciono Susana González, la Ubica? Bueno. En verdad, me da mucho Gusto, tal y como le comenté, por ser una Teresiana, que llevaba mucho tiempo sin saber de nnguna de ellas.
Ya tiene mi mail. Mi teléfono es el: 091061212
Un gusto haberle respondido, en verdad…!! Ojalá, existan otras oportunidades más…!!
Gracias…!!
Cordialmente,
Lic. Andrea Grajales Bassi