En cada 25 de marzo nuestra Iglesia conmemora, en la solemnidad de la Anunciación del Señor, el Día del Niño por Nacer. Esta celebración ocurre nueve meses antes de Navidad, y todos los fieles tenemos presente el misterio de la encarnación del Hijo de Dios.
El corazón de Vicente era más grande de lo que debería. Al menos, eso indicaba la cantidad de semanas de gestación de María Pía. Según el Dr. Roberto Canessa, médico y cardiólogo, era como si fuese el hijo de una madre diabética. Su madre tenía únicamente diabetes gestacional. Algo ocurría.
Pía ya había sido mamá de Pilar (de casi quince) y Ciro (de casi diez), por lo que contaba con experiencia cuando se enteró de la llegada de Vicente. Siempre supo con Ignacio —su esposo— que había que revisarlo cuando naciera, pero el embarazo transcurrió con mucha paz. Cuando aparecieron otras complicaciones, como el hallazgo de líquido en la ranura que separa los dos hemisferios del cerebro, la familia fue informada acerca de las posibilidades de interrupción del embarazo, por un tema de protocolo. Su respuesta fue categórica: “Venga como venga, la vida es vida”. Su idea era clara: no iban a interrumpir nada. Los médicos pensaban igual.
“Hablábamos con ellos y reflexionábamos acerca del milagro de la vida. Todo lo que tiene que ver con la gestación de un ser, realmente es un milagro”, recuerda al hablar de ese momento.
En las semanas anteriores al parto, recibió seguimiento de dos ginecólogos, uno de ellos especializado en embarazos de alto riesgo. Cada quince días, visitaba a uno de los dos médicos.
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A diferencia de sus hermanos, Vicente nació por cesárea. El 27 de abril de 2019, el matrimonio fue a la Asociación Española, por unas complicaciones que Pía comenzó a sentir. Ella ya tenía treinta y ocho semanas de embarazo, y algunas molestias prendieron luces de alerta. Cuando llegaron a la guardia, Nacho se dio cuenta que la frecuencia cardíaca del bebé comenzó a bajar. Tuvieron que hacer cesárea de urgencia.
“Era súper extraño, porque en la sala había más de diez personas, parecía una especie de cortejo. Después con el tiempo, hablando con una de las enfermeras que estuvo esa noche con nosotros, me explicó que de todo, había doble. En vez de una neonatóloga y su enfermera, había dos neonatólogas y dos enfermeras, y todo así. Ellos ya sabían que se venía algo complejo”, recuerda su madre.
Vicente nació, pero Pía no lo recibió en sus brazos, como ocurrió con Pilar y Ciro. Los médicos revisaron al bebé, lo envolvieron y se lo llevaron. “Madre, nos vamos, está muy grave. Padre, venga con nosotros”, alcanzó a decir uno de ellos.
Lo que Pía no sabría hasta tiempo después es que se llevaron a Vicente de apuro, que las enfermeras golpearon la puerta del ascensor ante la demora y su desesperación por salvarlo, y que de camino al CTI le hicieron tres reanimaciones cardíacas.
Ignacio pudo acompañarlos en el recorrido hasta el ingreso al sector de cuidados intensivos. Luego quedó solo en un pasillo. Su esposa todavía se encontraba en el quirófano. Pía sí sabía que la situación era compleja, y que su fe era lo que la sostenía. “Recuerdo estar acostada, haber abierto mis manos y decir: ‘Dios, te entrego todo’. No teníamos el control de lo que nos pudiera pasar en ese día, ni en lo que viniera después. Todo estaba en sus manos”.
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Vicente nació con muchas complicaciones. Lo que se veía en el corazón era una cardiopatía, lo del líquido en el cerebro ahora ya no se veía por la asfixia que sufrió. Tenía una gran mancha allí, producto de un derrame que le abarcó toda la cabeza. Además, había una nueva sospecha de los especialistas: él tenía síndrome de Down.
Sus primeras setenta y dos horas las pasó con un tratamiento de hipotermia, con un casco en su cabeza por el que le pasaban frío. Sus padres no podían acercarse a él. La idea de los médicos era que no le generaran estimulaciones de ningún tipo, para que Vicente concentrara sus pocos signos vitales y su energía en tratar de salvarse. Pilar y Ciro intentaron ayudar. Le hacían dibujos que las enfermeras colocaban por ellos en su incubadora.
Más allá de las adversidades, Vicente es un niño absolutamente feliz. Ni el síndrome de Down, ni su parálisis cerebral, ni la laringomalacia, ni su cardiopatía, ni su pérdida moderada auditiva, ni nada, pudieron frenar su entusiasmo.
“Todo fue muy providencial, porque justo habíamos tenido contacto con otros casos de chicos con síndrome de Down, y hubo un montón de cosas que nos cerraron una vez que tuvimos a Vicente. Para alguien que no tiene fe es todo casualidad, pero para mí Dios estaba preparando nuestros corazones para lo que nos iba a tocar vivir. Siempre habíamos tenido como un objetivo de la vida irnos a vivir a España, y cuando comenzamos a ver la evolución de Vicente y las oportunidades que allá podría tener, entendimos que era el momento de impulsar ese viejo sueño y de animarnos a un cambio por su salud. No tengo dudas de que Vicente vino para enseñarnos un montón de cosas, incluso como familia. Por un lado pienso en todo lo que vivimos y fue muy fuerte, pero por otro me asombró su fortaleza. Verlo progresar, ver que sus derrames poco a poco se iban, que las manchas en su cerebro se van, que antes no movía su mano izquierda pero ahora se pasa un juguete de una mano a la otra… es un regalo de Dios. Hoy, a sus casi seis años, Vicente no camina, no habla, pero se hace entender y es el niño más feliz del mundo. A nosotros como padres y a sus hermanos nos da una felicidad enorme. Nuestra vida no sería la misma sin él, y gracias a él vemos la presencia de Dios, que nos acompaña, que camina con Vicente y que nos va abriendo puertas”.
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Que el cuerpo no vuelve a ser el mismo. Que el parto duele un montón. Que la maternidad es estresante. Que no dormís bien por mucho tiempo. Que ya no hay tiempo para disfrutar. Que son muchos gastos. Que es un compromiso que te cambia la vida.
Fátima escuchó estos y otros testimonios de madres, y sintió miedo. “Yo no quería ser mamá, estaba asustada con la situación de otros casos, y creí que también iba a ser mi historia.
“Yo nunca quise ser madre. Siempre dije que no, y además me asustaban las historias de otras mamás. Creo que se cuenta más lo feo que lo lindo, entonces una intenta evitar la maternidad, lo ve como algo lejano. Lo que a veces no se entiende es que cada experiencia es única, y podemos generalizar con facilidad. Me habían dicho que la recuperación de la cesárea era dolorosa y larga, pero a las horas ya estaba caminando y no me dolió lo que me habían contado”, reconoce.
Su hijo, Milán, ya tiene un año y diez meses. Desde que nació, su madre logró dormir de noche y agradece a Dios que sea un niño sano y feliz: “Todo aquello que me decían, no con mala voluntad, pero que escuchaba, en realidad no ocurrió. Hasta cuando me dijeron que económicamente no podría tenerlo, me rebusqué para conseguir las cosas y nunca le faltó nada. Cocinaba, me ofrecía para limpiar, buscaba por todos lados. Muchos de los juguetes de Milán son donados, pero a veces uno se cierra y crea escenarios en su mente que al final no ocurren o que nos llevan a tomar malas decisiones. Es un niño absolutamente feliz”.
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Fátima sufría de depresión. Visitaba regularmente a un psiquiatra y psicólogo, y tomaba algunos medicamentos. Ella pensó que no podría con Milán, pero se sorprendió al ver que, lejos de eso, le ayudó a salir adelante.
“Los papás primerizos están con un montón de problemas. Cuando nació me propuse dejar todas las pastillas y enfocarme en él, encontrar las ganas de vivir en su llegada. Sé que parezco una loca hablando de Dios y contando mi experiencia, pero él me mandó a Milán con un propósito, y Milán salvó mi vida”, asegura.
Actividades por el día del niño por nacer
Este año, el lema será “Un niño por nacer siempre es una buena noticia”. El 25 de marzo, día de la Anunciación del Señor, habrá una misa especial en la parroquia San Pedro a las siete de la tarde para madres embarazadas, niños chicos y familias que no puedan tener hijos.
Por otro lado, la habitual concentración Marcha por la Vida se desarrollará el sábado 29 desde las tres de la tarde en la Plaza de la Bandera. Cantará Kerigma y habrá algunos testimonios.
También habrá un concurso de dibujos sobre el tema. ¡Quedate atento a nuestras redes!
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La Santa Misa por el día de la Anunciación del Señor que se celebrará en la Parroquia San Pedro Apóstol el martes 25 de marzo será a la hora 19.