Nueva carta pastoral del Card. Daniel Sturla
Compartimos con ustedes parte de la introducción la nueva carta pastoral ¡Devuélveme la alegría de tu salvación! , del Arzobispo de Montevideo.
EL DESEO Y LA NECESIDAD DE ESCRIBIR SOBRE LA SALVACIÓN
El clamor del salmista se hace presente hoy como un llamado a nuestra Iglesia.
Card. Daniel Sturla
Hace tiempo que siento en mi corazón un clamor, muchas veces silencioso, de muchos de nuestros hermanos que necesitan de Jesucristo Salvador. Jesucristo continúa hoy su presencia y su obra de salvación en la Iglesia y a través de la Iglesia que es su cuerpo. Nosotros somos ministros de la Iglesia o sus servidores y estamos llamados a escuchar el ruego del salmista como dirigido a nosotros por parte de muchos: “devuélvannos la alegría de la salvación”.
De eso se tratan estas reflexiones que quiero compartir en primer lugar con los sacerdotes, los diáconos y la vida consagrada, pero por supuesto para ser también reflexionadas con los fieles laicos de esta querida porción de la Iglesia que el Señor me ha llamado a pastorear.
Siento que debemos responder a ese clamor y salir al encuentro de nuestra gente, especialmente de los más pobres, y predicar a tiempo y a destiempo la alegría de la fe y el don de la salvación. Esto implica una evaluación realista y sincera, una conversión de nuestro corazón y una puesta a punto de algunos elementos de nuestra marcha pastoral.
Presento estas reflexiones desde mi corazón de pastor con el deseo de que puedan iluminar nuestro camino, pero también abierto a que haya debate, intercambio y, Dios quiera, pueda llenarnos de ánimo y coraje para nuestra misión de discípulos-misioneros de Jesús el Señor y Salvador.
Estas reflexiones no vienen a propósito de la pandemia, cuyas consecuencias solamente podemos avizorar sino de una llamada interior que siento desde hace muchos años. ¿Es este el momento oportuno para presentarlas? Tenemos próximamente la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe y poco después estaremos empeñados en el proceso al que el Papa Francisco nos invita en preparación a la XXVI Asamblea del Sínodo de los Obispos que quiere partir de una escucha del pueblo de Dios y cuya inauguración hará el Papa en Roma el próximo 10 de octubre, y cada diócesis el domingo 17 de octubre. Por ello prefiero no seguir esperando para compartirles estas reflexiones.
Los obispos del Uruguay además acabamos de aprobar las orientaciones pastorales para el próximo trienio. El título que elegimos para su presentación es: “Jesús compasivo nos salva”. Creo que estas reflexiones pueden ayudar a profundizar en ellas, especialmente en la primera de las cuatro orientaciones, que dice así:
“Anunciar el misterio de Jesús que nos salva, nos alimenta como Pan de Vida y nos acompaña hasta el fin de los tiempos. Partiendo del Evangelio, revisar nuestros criterios y opciones desde su ver compasivo de la humanidad hambrienta y sufriente, pero llamada a participar de la vida misma de Dios.”
Estas reflexiones que siguen no son de un teólogo sino de un sacerdote y obispo, generosamente creado cardenal por el Papa Francisco, seguramente como signo de su aprecio por la Iglesia uruguaya. No pido que se esté de acuerdo con todo lo que planteo, pero sí que sea leído con una inicial apertura, sin la cual todo diálogo es imposible.
¿Cuál es el quid de la cuestión? No es novedad saber que estamos inmersos en un cambio cultural de grandes proporciones que modifica la forma de pensar, de sentir, de vivir. Esto que se da en todo el mundo “occidental” llega también a nosotros. Parte de este cambio es constatar que la fe se va enfriando cada vez más en la vida de nuestra gente. Como una nueva ola glacial secularizadora que ya no vemos solo de fuera, sino que ha ido penetrando en la misma Iglesia, es decir, en nosotros. Este es el punto clave.
En mi reflexión y discernimiento, compartido con otros, encuentro como una punta de la madeja que ayuda a desenredar el nudo en que creo nos encontramos. Para mí esta punta es recuperar el sentido integral de la salvación frente a la secularización que se ha dado de ella y que lo veo reflejado en cantidad de aspectos de nuestra vida cristiana. ¿Qué quiere decir que Jesús nos salva? ¿De qué nos salva? Me gustaría por eso compartirles esta reflexión y abrir la cancha.
Hace tres años la Congregación para la Doctrina de la Fe, con la aprobación del Papa Francisco, publicó la carta Placuit Deo “sobre algunos aspectos de la salvación que hoy pueden ser difíciles de comprender debido a las recientes transformaciones culturales”. Con toda claridad la carta afirma que: “La buena noticia de la salvación tiene nombre y rostro: Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador”. Al mismo tiempo advierte de dos tendencias que desfiguran hoy la fe en Jesucristo Salvador y que son nombradas como “neognosticismo” y “neopelagianismo”. ¿Se dan entre nosotros estas tendencias? ¿Cómo se manifiestan?
No pretendo interpretar cabalmente el sentido en que estos términos son usados en la carta de la Congregación pero sí aportar una visión personal, sobre las dificultades y las esperanzas que percibo entre nosotros para anunciar de modo más eficaz el don de la salvación.
¿Podemos tener esperanza? Ciertamente. La secularización no trae alegría ni felicidad al corazón humano. Esta búsqueda permanente de felicidad, tapada muchas veces por el consumismo y el hedonismo, nos desafía a testimoniar la alegría de la salvación, el gozo de la libertad cristiana. El testimonio es fruto de una certeza compartida: la fe es verdadera, esa es su fuerza intrínseca. La fe es portadora de felicidad. Sin saberlo es lo que todos los hombres buscan. Jesucristo es el Salvador y estamos llamados a acoger este don.