Unas 800000 personas integran la Renovación Carismática Católica en todo el mundo.
La Renovación Carismática es un Movimiento de la Iglesia Católica que tiene más de 50 años de existencia. Para conocer su historia, su desarrollo, pero también su presente, dialogamos con su asesor a nivel arquidiocesano, el diácono Víctor Hugo Méndez. Compartimos parte de esta extensa charla.
¿Qué es y cómo surge la renovación carismática?
Nace en el año 1967, pero no fue el invento de nadie en particular. Nace de una experiencia de un grupo de jóvenes en Pittsburgh, Estados Unidos, que estaban realizando un retiro. Ellos se empiezan a cuestionar por qué aquel fenómeno del Pentecostés inicial no se podía dar dentro del ámbito católico. Hay que recordar que el fenómeno ya existía en los grupos evangélicos.
Estos jóvenes de la Universidad de Duquesne, integrantes de los Cursillos de Cristiandad; están haciendo un retiro y le piden al Señor, que de forma libre, que renueve en ellos los prodigios de Pentecostés. Y así fue como comenzaron a esta experiencia, extra sacramental, en la que el Espíritu Santo comienza a obrar en ellos, surge como un manantial de agua viva, para utilizar palabras de Jesús.
Pero a su vez, este fenómeno que se dio de forma espontánea se empieza a multiplicar, también de forma espontánea, en varias partes del mundo con gente que no se conoce entre sí y que no se conectó entre sí; a tal extremo que de pronto nos vemos que en la Iglesia este nuevo prodigio de Pentecostés se ve surgir en varios países, sin conexión alguna.
Esto marca el hecho de que la Renovación Carismática sea una corriente de gracia libre, que no dependa de un líder, no hay una estructura propiamente dicha. Cuando la Renovación Carismática ha querido ir para ese lado más bien se ha estancado.
Llegado este momento empieza a surgir la figura del cardenal belga Leo Jozef Suenens, que comienza a acompañar y analizar qué ocurría con este fenómeno, que hacía que la efusión del Espíritu Santo se manifestara en la persona con una alegría especial, un gozo y una paz especiales. Y también a través de los dones extraordinarios.
El cardenal Suenens junto a una comisión especial del Vaticano, comienzan a acompañar de cerca este movimiento y surgen así, hace más de 50 años, los famosos Documentos de Malinas, que son orientaciones teológicas y pastorales para esto que había surgido de la acción del Espíritu.
¿El movimiento carismático es parte de alguna congregación o estructura dentro de la Iglesia?
Este movimiento es para toda la Iglesia. Puede ser para un carmelita, un franciscano, un salesiano; es para toda la Iglesia. En un momento se malinterpretó y se creyó que esta experiencia era solo para los carismáticos. No, es para todos. Básicamente porque es libre, es una corriente porque el Espíritu Santo sopla cuando quiere y como quiere. El Espíritu vivifica a la Iglesia, le da un nuevo entusiasmo, un nuevo ánimo, y esa es la explicación por la que hoy en día ha querido obrar de esta forma.
¿Cuándo se empiezan a dar esas experiencias del Espíritu Santo en nuestro país?
También en nuestro país se empiezan a dar de forma inexplicable. Estamos hablando del año 1970, no mucho después de aquellas experiencias iniciales. El padre Julio Elizaga conocía, por su trabajo en el ecumenismo, algunos pastores pentecostales que lo invitaron a una reunión de oración. Él asiste a esa reunión sin ningún conocimiento previo, en el marco del ecumenismo.
Y en un momento de oración, como se da en toda reunión ecuménica o en todo grupo cristiano, comienza el momento de alabanza. Es allí que mediante un gesto de imposición de manos para la bendición, muy común en el ámbito religioso, él comienza a vivir esta experiencia en el Espíritu. Creyó que se estaba volviendo loco porque era una experiencia nueva para él, pero tenía una alegría desbordante. La vivencia lo lleva a preguntarse de qué se trataba esto, comienza a analizarlo y buscar respuestas. Allí se entera que lo que había vivido es una efusión del Espíritu y que esta vivencia se estaba dando en otros lugares del mundo.
En esa época el padre Elizaga ya estaba en la parroquia de Belén.
¿Cómo se fue expandiendo esta experiencia en nuestra Iglesia?
Durante años estuvo centralizado en la parroquia de Belén y luego de unos años comienza a tener otras expresiones. Porque es importante marcar que esta acción del Espíritu trae sobre todo libertad. Y el querer repetir como un calco experiencias en otros lugares es lo peor que podemos hacer.
Esta experiencia se repite en otras parroquias de la Arquidiócesis, pero de otra manera, con las particularidades psicológicas, sociales y comunitarias de cada lugar. Pero el Espíritu se manifiesta donde la comunidad se abre y le pide a Jesús que realice esos prodigios del primer Pentecostés.
Las comunidades que viven esta experiencia en el Espíritu son comunidades dinámicas y evangelizadoras, porque precisamente esta efusión del Espíritu viene a ayudar a la Iglesia a cumplir su misión: dar a conocer el mensaje de Cristo.
¿Y cómo fue tu experiencia personal?
Fue en una reunión de oración, porque las condiciones para poder tener esta experiencia es querer seguir a Cristo, tener una vida en sintonía con el Señor, vivirla con autenticidad. Una entrega total a Cristo. También vivir el sacramento de la reconciliación. Y, por supuesto, pedir esta promesa de Jesús de enviar el Espíritu Santo. De esto da testimonio el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Necesitamos al Señor para vivir una vida en plenitud, auténticamente cristiana, plena, que nos llene de paz, alegría y gozo, más allá de las dificultades en las cuales vivimos. En definitiva, vida comunitaria y vida sacramental.
Es así como con un grupo de jóvenes, al igual que aquel de Pittsburgh, le pedimos al Señor que renovara los prodigios de Pentecostés. Con la impronta de querer más de Cristo y que manifestara en nuestra vida, cuando Él quisiera.
Creo que todos, en alguna medida, hemos experimentado esta presencia del Espíritu, con profunda paz, con profundo gozo, en momentos donde uno siente que el Señor te está abrazando.
Así es como se fue dando esta experiencia, donde también se manifestaron algunos dones del Espíritu Santo que me fueron ayudando a vivir una vida más entregada, más dinámica, más alegre. Un motor se prendió en mi interior y que lo vivís como un amor más profundo a los demás. Se abre una nueva percepción que te hace captar las necesidades de los demás, ir hacia los demás y compartir la fe para todos aquellos que te rodean. Es una fuerza centrípeta que te hace ir hacia los demás, sobre todo aquellos que no conocen a Jesús.
¿Han surgido algunas desviaciones en el camino del Movimiento de la Renovación Carismática en estas décadas?
El Papa Francisco, cuando se cumplieron los 50 años de la Renovación, hizo un gran encuentro, en el Circo Máximo, en Roma, al cual asisten distintos representantes de la Renovación carismática a nivel mundial y también algunos pastores pentecostales (porque siempre se la ha visto como un factor de ecumenismo).
Y el Papa Francisco decía en esa oportunidad que así como al cuerpo humano a los 50 años le empiezan a aparecer algunas enfermedades; a la Renovación también le empezaron a aparecer errores o desvíos. Por eso el Papa, muy atento a esta realidad y reconociendo la riqueza que le ha dado a la Iglesia a nivel mundial, instaura un servicio de comunión que se llama CHARIS, donde busca una transversalidad y sinodalidad donde la participación y compromiso sea compartido, y se discierna que quiere el Espíritu Santo, juntos.
¿Qué se busca con esto? Que aquellos que estamos dentro de esta corriente de gracia simplemente nos reunamos para compartir las experiencias tan diferentes y tan distintas, según la multiforme gracia de Dios. También las dificultades que vamos encontrando, la forma de apoyarnos unos a otros; el vivir la eclesialidad según la diócesis en la que uno esté, asumir los desafíos de la Iglesia local. La renovación es de la Iglesia y para la Iglesia.
¿Cómo ha sido la relación de la Renovación con los distintos papas?
Espectacular. Desde el primer gran encuentro en la primera mitad de los ’70. Pablo VI fue quien le abrió las puertas a la Renovación Carismática. Las palabras del Papa fueron de aliento y empuje.
Así lo hicieron también Juan Pablo II y Benedicto XVI, pensemos que el capuchino Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, pertenece a la Renovación.
Y el Papa Francisco si bien al principio de su ministerio como cardenal de Buenos Aires tenía cierta reticencia, luego de un encuentro empezó a acompañar esta realidad de la Renovación, primero en su ciudad y luego como pontífice.
Ya que no tiene una estructura centralizada, ¿qué forma toma la Renovación Carismática a la hora de organizarse?
La misma estructura que tiene la Iglesia local. El gran referente para nosotros es el Card. Daniel Sturla. En lo más territorial el párroco del lugar, hay grupos carismáticos en varias parroquias, cada uno con su impronta.
Nosotros aquí, en sintonía con CHARIS, tenemos un grupo de servicio, para el cual el Card. Daniel Sturla ha tenido la deferencia de nombrarme como asesor de la Renovación Carismático. El asesor acompaña, se pone al lado de, atiende las necesidades y las distintas realidades. Y como es una realidad compleja, que no se puede hacer solo, se nombraron otras tres personas que colaboran en esta coordinación: Carlos Rodríguez, Nancy Zunino y el padre Luis Ferrés.
Se trata de ir acompañando y dando consejo cuando te lo piden.
¿Qué experiencias hay actualmente de la Renovación Carismática en Montevideo?
Una en la parroquia de la Aguada, otra en la Sagrada Familia. También en la parroquia de Possollo, con el padre Luis Ferrés. Hay un grupo denominado «Convivencias con Cristo», en la parroquia Santos Apóstoles. Y la experiencia de la parroquia de Belén, actualmente con el padre Eliomar Carrara. Pero hay otros grupos a lo largo y ancho de la Arquidiócesis, en Ntra. Sra. de Pompeya, en la Medalla Milagrosa, en Colón, en la Capilla Divino Espíritu Santo, en Ntra. Sra. de la Guardia.
También hay grupos en el interior del país: Maldonado, Artigas, Salto, Tacuarembó , Rivera, Soriano y San José.
Diác. Víctor Hugo Méndez – asesor de la RCC
Nació en Piriápolis, en el departamento de Maldonado.
Está casado con Graciela y tienen cuatro hijos.
Trabajó como docente durante 30 años. Actualmente —desde hace 22 años— trabaja en comercio exterior.
Es diácono permanente, ordenado en 1998. Asesor del DECOS y de la RCC. Sirve en la Parroquia de Belén, en Malvín Norte.
3 Comments
Me interesa conocer y formar parte de un grupo Carismático. Agradezco información. Dios los bendiga
Hola. Que gusto me da haber encontrado ésto. Durante unos años participe de u grupo de oración carismática en la Capilla de laTransfiguración. Hermosos momentos
de ración compartidoss
Hola. Que gusto me da haber encontrado ésto. Durante unos años participe de un grupo de oración carismática en la Capilla de laTransfiguración. Hermosos momentos
de oración compartidos. Nos acompañaba la sra Alicia Airaldi, pertenecía a la parroquia de Belén. Allí aprendí a orar de una forma diferente, maravillosa, que me hacía sentir tan bien!! Luego se dislvio ese grupo y el año pasado Alicia partió a la casa del Señor. La recordaré siempre con mucho cariño y agradecimiento. Desearía participar de algún grupo, luego que pase la pandemia. Me alegró mucho encontrar esta información. Trataré de acercarme a alguna de esas parroquias. Muchas gracias.