Mercedes y Ejido, a tres cuadras de 18 de Julio. Son las once de la mañana y el tránsito de autos, de ómnibus, de personas, es intenso. Una zona donde comercios de todo pelo y color conviven con oficinas, apartamentos y algunas —no muchas— casas de principios del siglo XX. Pero en esa zona hay dos edificios que se destacan por su arquitectura y su historia. Son el Colegio y Liceo Inmaculado Corazón de María —o como se lo conoce en el barrio y fuera de él: “Colegio Adoratrices”—, y el templo, que en 1898 fue consagrado Santuario Eucarístico Nacional.
El colegio comienza su historia fuera de fronteras, en Argentina, en la segunda mitad del siglo XIX de la mano de una congregación fundada pocos años antes, en 1885, las Hermanas Adoratrices, dedicada a la educación de niños, jóvenes y futuras maestras. Pero, ¿por qué llegaron a Uruguay?
El fundador y los primeros años
Para esto es bueno conocer, aunque más no sea someramente, la biografía del fundador, el sacerdote jesuita español José María Bustamante.
El padre Bustamante nació en Ongayo, el 19 de abril de 1834 y tres días después fue bautizado. En 1855 ingresó al seminario de los Padres Jesuitas en Francia, y en 1860, luego de ser ordenado, se trasladó a Chile. Seis años después, su destino fue Santa Fe y transcurrido un tiempo fue nombrado superior de la casa de Córdoba, en Argentina, donde vivió su trabajo apostólico dirigiendo ejercicios y brindado dirección espiritual.
Esos años fueron difíciles para la Iglesia y su relación con los estados recién nacidos a ambas orillas del Río Uruguay. Tanto las leyes de educación de ambas márgenes del Plata (con fuerte influencia europea), así como el laicismo imperante, fueron mellando el lugar de la Iglesia en la sociedad. Esta realidad puso en el corazón del sacerdote español la necesidad de fundar una congregación dedicada a la educación católica. Es así que nacen las Hermanas Adoratrices, que tienen como centro de sus vidas la vivencia del misterio eucarístico y las pone bajo la protección del Inmaculado Corazón de María.
La congregación se fundó en Córdoba, en 1885 y solo cuatro años después arribó a Montevideo. Pero —continúa siendo la pregunta—, ¿por qué llegaron a Montevideo?
Para contestar esto hay que recordar que la formación de los sacerdotes de la Iglesia de nuestro país, que hacía pocos años había sido convertida en diócesis, se realizaba principalmente en Argentina —y eventualmente para estudios superiores en Roma— y en muchos casos en casas de formación jesuita. Es así, que , a través de los en esos momentos Pbro. Nicolás Luquese (posteriormente primer obispo de Melo) y el Pbro. Mariano Soler (a la postre primer arzobispo de Montevideo), partió una misión de tres hermanas hacia nuestro país para fundar una casa y un colegio en Montevideo.
Estas hermanas llegaron el 15 de septiembre de 1889. Sus nombres eran Isabel Maciel, Teresa Castellano y Luisa Capdevilla. Una de ellas, Isabel, pertenecía a la familia de Francisco Antonio Maciel, fundador del Hospital de Caridad. Los comienzos, como para todos los religiosos y religiosas que llegaban a nuestro país, fueron difíciles y con muchas mudanzas. Primero, en una quinta de la avenida 8 de Octubre donde se inauguró el colegio el 11 de octubre de 1889; después, con un aumento del número de religiosas, se trasladaron a la calle Paysandú; luego, a la calle Ituzaingó y de allí a la calle 25 de Mayo, en 1894, donde además de enseñar atendían una capilla semipública.

Es en ese momento que aparece en escena la figura de Petrona Cibils de Jackson —esposa de Juan Dámaso Jackson— que tomó un especial cariño a la congregación y donó el terreno en el que se edificicaron la capilla y el colegio de la calle Mercedes. El 17 de junio de 1897 se realizó la inauguración del templo y del colegio. Un año después Mons. Mariano Soler,convierte al templo en Santuario Eucarístico Nacional el 25 de marzo de 1898. De hecho, allí se realizó el 2.º Congreso Eucarístico de nuestro país.
Los cambios necesarios
Serrana Vilaró es la directora general del colegio, y si bien no es exalumna, dio clases de Historia en la institución y además es una de las personas que más sabe sobre la congregación y el colegio en nuestro país. A la pregunta sobre cómo fue cambiando el alumnado desde la época de la fundación hasta la actualidad responde: “Al principio eran niñas que pertenecían a una clase social o socioeconómica media y media alta. Después cambió ese perfil de colegio en su origen. Pero cambió principalmente porque el barrio y la ciudad fueron cambiando”.
El colegio creció, y en 1935 se creó el nivel de educación secundaria (en ese momento solo para mujeres). Pero con el paso del tiempo hubo nuevos cambios a nivel de Iglesia (Concilio Vaticano II) y en la educación y sociedad de nuestro país, que llevaron a cambiar la propuesta del colegio y convertirlo en mixto: para educación primaria en 1967 y en 1972 en educación secundaria. A estos cambios se agregarían, ya en nuestro siglo, la creación de los niveles Maternal y 2 años, en 2005, y el Bachillerato, en 2007.
Además, el colegio ha vivido reformas edilicias y de propuesta educativa que lo han abierto al barrio: la construcción del gimnasio techado en 1985 y la restauración del templo en 2018.
Para Serrana, si bien hace más de diez años que no hay presencia física de hermanas adoratrices en nuestro país, el espíritu del carisma ha permanecido. No olvida mencionar algunos nombres de hermanas que hicieron parte de la historia de la institución: la madre María Teresa Merino, la madre Maria Eugenia Marinane y las hermanas Célica Campomar, Claudina Peyrán e Inés Coppo (las tres uruguayas).

Sobre el relacionamiento con los otros colegios de la congregación en la vecina orilla, la directora agrega: “En los últimos diez ha mejorado mucho la relación con los colegios y las hermanas en Argentina. Nuestro perfil es distinto a los colegios que están allí, pero últimamente los laicos han dado pasos más al frente en todos los colegios y la propia madre general —Marta Dell`Oro— apoya y fortalece los vínculos con distintos encuentros. Nos sentimos muy cercanos”.
Encontrarse con Jesús
Como toda institución educativa católica, mantener el carisma de los fundadores y hacerlo actual significa todo un desafío. Aún más cuando no se cuenta con la presencia física de la comunidad religiosa. Francisco Techera, ex alumno y coordinador de pastoral del colegio entiende que la creación de una pastoral congregacional que reúne a los colegios adoratrices fue un mojón importante. Este impulso de la hermana superiora abarca a todas las instituciones y a distintas personas, con distintos roles (directivos, catequistas, maestras). “Trató de armarse como un equipo pastoral que no solo sean los catequistas o directores, sino abarcar un poco más. Hay encuentros periódicos de este grupo de pastoral como para aunar determinados criterios o líneas para la evangelización dentro de los colegios y que haya una ‘pastoral adoratriz’, cada uno aportando también desde su idiosincrasia”, explica.
Para Francisco la espiritualidad está bien clara: “En el centro está Jesús, que viene al encuentro de nosotros, en la Eucaristía. Pero, ¿qué significa eso para los jóvenes de hoy en día? Es poder encontrarlo con y a través de los demás. Este Jesús cercano que quiere estar con nosotros en una presencia única que es la Eucaristía. Creo que el fuerte de la pastoral juvenil de estos grupos —que se llaman Movimiento Adoratriz Juvenil (MAJ)— está en salir al encuentro de los demás para llevar a Jesús, que es para todos el Pan, y que cada instancia sea una verdadera experiencia de encuentro, y no una actividad más”.

Creando identidad
Para Mathias Rodrigues, coordinador del departamento de Animación y también ex alumno del colegio, crear un sentimiento de comunidad en la institución es muy importante. A través de grupos de animación y grupos de jóvenes, el colegio va dando a sus alumnos herramientas para que puedan volcarlas en la propia institución educativa y en la comunidad toda. “Se despierta un sentimiento de comunidad que las familias reconocen y nosotros tratamos de inculcar en esos grupos ya desde tercero o cuarto de liceo y que después continúa en Bachillerato”. Y otro punto que destaca, es que —a iniciativa de la dirección— se intenta que sean los propios ex alumnos, desde diferentes roles, los que vayan delineando el día a día del colegio. “Creo que es importante para generar ese sentido de comunidad, responsabilidad y tranquilidad en las familias, que las personas que están acompañando a los chiquilines sean las mismas que hasta hace unos años estaban como alumnos en estos pasillos, en este patio”.
Está llegando el mediodía, el timbre sonó hace un rato. El patio va quedando vacío. Serrana, Francisco y Mathías saludan al equipo de Entre Todos, no sin antes mostrarnos algunas de las carteleras y espacios que los propios alumnos y docentes han acondicionado en el colegio. Es que en esas carteleras, en esos espacios, se condensa algo del «espíritu adoratriz” con el que intentan trabajar día a día. Es que casi ciento cuarenta años después, más allá de los cambios, la misión está bien clara: vivir el misterio eucarístico, educar niños y jóvenes, y formar futuros educadores.
2 Comments
Hola ,bendiciones. Saludos
Impresionante colegio!! Impresionante congregación! que lindo haber pasado por esa hermosa Presencia de Iglesia!!