La parroquia de la Asunción y San Carlos Borromeo está en obras para mejorar la experiencia de sus fieles.
Caminar por la Avenida Millán luego de cruzar el Bulevar Gral. Artigas y con rumbo hacia el Prado, es encontrarse con una parroquia distinta. Son varias características las que la convierten en un templo diferente, aunque la más visible son los grandes andamios que la recubren.
La parroquia, cuya obra estuvo a cargo del arquitecto Terra y del estudio del Ing. Dieste, presenta un estilo claramente particular, pero al que el paso del tiempo le demandó algunas modificaciones en su estructura. Mientras tanto, lo más interesante para los vecinos en realidad ocurre en su interior.
Una comunidad fiel
El templo —ya abierto— los espera cada mañana. En su interior, y tras pasar el portón de ingreso y subir previamente tres escalones, los fieles se encuentran con una nutrida cartelera de actividades y avisos parroquiales. “Encuentro de iniciación cristiana de adultos”, “Horarios de misa”, “Catequesis de niños: están abiertas las inscripciones”, y una foto con un testimonio del papa Francisco, se cuelan entre varios mensajes.
A ambos lados, por las puertas de acceso, y cuando el reloj se aproxima a las 9 horas, un promedio de quince fieles ingresarán al templo, como ocurre en cada misa diaria. El templo los espera absolutamente vacío y cuyo piso monolítico —de tono rojizo, aunque ya gastado con el transcurso del tiempo— es apenas interrumpido por unas finas líneas negras.
“Es una comunidad comprometida y un templo con muchísima historia”
Mons. Luis Eduardo González
Durante la semana, las celebraciones —presididas por Mons. Luis Eduardo González— se desarrollan en el templo ubicado detrás del altar y ábside de la parroquia. Días tras día, el promedio de fieles dispuestos a celebrar la Eucaristía es siempre el mismo. Sin dudas, si algo los caracteriza, es su sentido de pertenencia hacia el templo.
“Es una comunidad abierta al barrio, somos un grupo de acogida. Siempre mantenemos un equipo constante, donde todos participamos de las celebraciones. Desde el grupo de liturgia, que prepara la misa, hasta cada voluntario. En mi caso, soy vecina del templo y además soy consagrada desde el año 2000. Hace más de veinte años que vengo a esta comunidad y que compartimos con todos los vecinos del barrio. Estamos contentos con la llegada de Mons. Luis Eduardo González y del P. Mauro Fernández, de igual manera que lo estábamos con el P. Jorge Mastrángelo”, explicó Miriam, consagrada de la comunidad de Vianney, al culminar la misa.
Etapa de cambios
A partir de enero se trasladó hacia la parroquia Mons. Luis Eduardo González, y posteriormente desde marzo lo hizo el P. Mauro Fernández.

A un costado del templo, se resume la historia de su arquitectura y su situación actual. Fuente: R. Fernández
Mons. González afirmó vivir esta experiencia “con mucha expectativa y entusiasmo hacia una comunidad comprometida y un templo con muchísima historia. En mi caso estoy como residente desde el 30 de enero y me encuentro en un proceso de acompañamiento hacia los feligreses, porque como obispo auxiliar no puedo estar como párroco del templo”, aclaró.
Por su parte, el P. Fernández remarcó que es clave lograr adaptarse a las costumbres de los fieles. “En lo particular, estoy contento con el traslado y considero que fue oportuno, porque se dio a partir de determinadas necesidades pastorales. Se trata de un camino buscado”, reconoció el sacerdote, para luego afirmar que los feligreses del templo ya tienen un recorrido marcado.
“En esa búsqueda, y desde mi rol, colaboraré con el crecimiento de la comunidad de la parroquia. Desde mi parte, solamente los acompañaré en las celebraciones de los fines de semana, debido a que mi otra tarea es estar como formador en el Seminario Mayor Interdiocesano Cristo Rey. Entonces debo combinar ambas responsabilidades”, afirmó.
“Estamos para sumar desde nuestro lugar, hacia una comunidad que ya viene caminando”
P. Mauro Fernández
Con respecto a sus perspectivas de cara al futuro del templo, el P. Fernández explicó que se encuentra todavía en un período de aprendizaje: “Por ahora no conozco mucho a los fieles de la parroquia, pero es un proceso que se va a ir dando a medida que el pase el tiempo, sabiendo además que hay varios cambios dentro del templo, no solo de la comunidad sino a nivel de su arquitectura. En estas instancias, siempre las expectativas son las mejores y quienes venimos desde fuera lo hacemos con muchísima apertura. Estamos para sumar desde nuestro lugar, hacia una comunidad que ya viene caminando, transitando un recorrido que ahora será juntos. Dentro de este proceso, tenemos la certeza de que Jesús también camina en medio de nosotros”, concluyó.
Un templo con historia
La parroquia presenta un estilo arquitectónico moderno. Su origen data de mediados del siglo XX, con una obra autorizada por Mons. Antonio María Barbieri (arzobispo de Montevideo entre 1940 y 1976) e impulsada por el P. Nicolás Rébora, párroco entre 1947y 1957. Para tal fin, se generó una comisión Pro-Templo Nuevo y se contó con el apoyo de la Junta Parroquial de la Acción Católica. Este hecho es recordado por unas cartelerías ubicadas a la derecha del templo, en las que figuran imágenes de la Avenida Millán —por aquel entonces, empedrada— junto con imágenes de los planos y de la ejecución de la obra.
En 1955 se finalizó la construcción. La parroquia presenta en su techo unos arcos parabólicos en una estructura de hormigón y cerámica, que desde una vista aérea forman una cruz. También se muestra una distribución innovadora en su interior.

La parroquia presenta un estilo particular, tanto en su interior como en su exterior. Fuente: R. Fernández
Años después, entre 1985 y 1987 se recubrió el techo con una capa de impermeabilización y, encima, una capa de hormigón, cuya finalidad era generar una aislación térmica y prevenir la aparición de humedad en su interior. Lamentablemente, su estructura edilicia se comprometió con el paso del tiempo, y su valor patrimonial contrasta con la situación actual del pintoresco templo.
Cuidando la casa del Señor
Tras alcanzar una situación edilicia comprometida, la parroquia comenzó a requerir diversas reestructuras para mejorar su condición. Un paso importante fue el acuerdo que se firmó en diciembre del año pasado, entre la Arquidiócesis de Montevideo y el Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP), que en el marco de su programa de convenios sociales permitirá colaborar con las obras que ya están en curso dentro del templo.
En este caso, el aporte del MTOP será de $8.200.000, destinados para la reparación edilicia y patrimonial del templo. En total, la obra demandará unos doce millones de pesos, aproximadamente.
En aquella oportunidad, asistieron a la firma el ministro de transporte y obras públicas, José Luis Falero, el subsecretario de transporte y obras públicas, Juan José Olaizola, y representantes arquitectónicos de la obra. También participó el Card. Daniel Sturla, acompañado por diversas autoridades eclesiales, ante la atenta mirada de algunas decenas de fieles de la comunidad.