Se introdujo la causa de canonización del P. Domingo María de Tacuarembó.
El pasado mes de agosto el obispo de Maldonado, Mons Milton Tróccoli, ha pedido a la Congregación para la Causa de los Santos la introducción de la causa de canonización del padre Domingo María de Tacuarembó, conocido y recordado por los habitantes de la ciudad de Maldonado y sus alrededores por su tranco veloz, su inconfundible bicicleta y su servicio a los más desprotegidos. Su historia de vida, completamente impregnada del espíritu franciscano, continúa siendo ejemplo de fe, fortaleza y esperanza para todos aquellos que se encuentran con su legado.
Juglar de Dios
En el libro Biografía del Padre Domingo de Tacuarembó, del Dr. Mario Scasso Burghi, destacado historiador fernandino, se encuentran testimonios, anécdotas y curiosidades del fraile capuchino poco conocidas.
Todos quienes conocieron al padre Domingo recuerdan características peculiares del tacuaremboense. Para quienes nunca escucharon hablar de él, esta descripción del Dr. Scasso, es la que más se asemeja a su personalidad y diario vivir: “Su apurado paso acompasado por el chasquido de sus sandalias y el batir de su colgante rosario; su rápida y frecuente sonrisa, a la que daba marco su poblada barba, progresivamente encanecida, sus ojos brillantes de fe y emoción, y también con algo de picardía, atrás de la gruesa montura de sus lentes, montados en su poderosa nariz aguileña, toda su figura tenía un entusiasmo contagioso que sabía comunicarlo a su entorno lo hicieron un personaje fernandino”.
Su bicicleta, tan incansable como él, recorría todos los rincones de la ciudad llevando alimentos corporales y espirituales. Su mente siempre proyectó emprendimientos. Visitó hospitales, creó el Grupo de Oración del Padre Pío, y animó el Movimiento de Cursillos de Vida Cristiana. En varias ocasiones fue internado por sus recaídas y salía de su habitación, con el suero colgando, para rezar con otros enfermos. Cultivaba verduras en el patio del convento para consumo de los frailes y de los que golpearan la puerta en busca de alimentos. Ofició misa hasta el final de sus días.
Manos a la obra
El obispo de la Diócesis Maldonado – Punta del Este – Minas, Mons. Milton Tróccoli, contó a Entre Todos cómo surgió el pedido de la causa de canonización del padre Domingo María de Tacuarembó.
“Desde hace muchos años, está en el deseo de los habitantes del departamento de Maldonado, ver santo al padre Domingo. De hecho, muchos lo tienen como tal. Es mucha la gente que se acerca a orar delante de su tumba en la Catedral de Maldonado”, asegura el obispo.
El año pasado el provincial de los Padres Capuchinos, José Luis Cereijo, se comunicó con el obispo diocesano y le pidió que hiciera el decreto para introducir la causa. De inmediato, se realizó y comenzaron los requerimientos de la Congregación para la Causa de los Santos.
La biografía del padre Domingo, el pedido del padre provincial, la carta del obispo que explica los motivos del pedido, el nombramiento del postulador y del vicepostulador, eran los elementos necesarios para empezar con el proceso.
El encargado de todas las canonizaciones de la Orden Capuchina es el sacerdote capuchino Juan Caloni, residente en Roma; por otra parte, el vicepostulador es el sacerdote capuchino Aníbal Bareiro, actual párroco de la Catedral de Maldonado.
“Desde que anunciamos la apertura de la causa, ha habido una gran alegría en todas las personas que lo conocieron. Muchas se confesaban con él, y a otras las visitaba cuando estaban enfermos”, cuenta el obispo.
Hijo de inmigrantes
El fraile goza de fama de santidad entre los habitantes del departamento y sigue vivo en la memoria de todos los que lo conocieron. Monseñor Milton destaca que “ha quedado grabado en el ADN de la ciudad la figura y la entrega sacerdotal del padre Domingo. Su incansable labor pastoral está vinculada a los fernandinos, y a muchos que estaban de paso”.
Umberto Domingo Orzetti (su verdadero nombre) se sentía un fernandino más. A pesar de no ser oriundo de la zona siempre decía que los aires de Maldonado lo habían renovado.
Nació en la Colonia Agrícola Río Negro ―zona rural actualmente desaparecida― al norte de Paso de los Toros, el 4 de mayo de 1899. Hijo de María Andrea y Domingo, ambos italianos, originarios de la provincia de Udine. Es el penúltimo hijo de los doce que tuvo el matrimonio.
Su nombre tiene reminiscencia patriótica italiana; Umberto era el nombre del Rey de Italia de ese entonces. Fue bautizado en la parroquia de San Gregorio de Polanco el 25 de mayo de 1899. A los ocho años recibió el sacramento de la confirmación en la parroquia Santa Isabel.
Su físico lo castigó duramente desde muy pequeño, sufrió trastornos respiratorios durante toda su vida. Su espíritu fue el que le permitió seguir adelante frente a todas las adversidades. De complexión delgada, baja estatura, asmático y propenso a las infecciones respiratorias no se doblegó, fiel a su ardiente fe y vocación franciscana, siempre buscando el bien de los demás.
Predicó con el ejemplo
Su vida estuvo muy marcada por la época, el trabajo y el ambiente donde creció. Su familia se dedicaba a las plantaciones de maíz, tabaco y trigo, y a la cría de ganado lechero para la producción de quesos. En ese medio creció rodeado de sus hermanos, sus afectos más cercanos y las oraciones diarias.
En la entrevista que fray Eduardo Bertolini, sacerdote capuchino, le realizó al padre Domingo cuando tenía ochenta y nueve años, se desprenden datos interesantes que explican su personalidad dispuesta, inquieta, sacrificada y su profunda fe.
Tanto su madre como su padre profesaron una profunda fe. Recuerda que se levantaba muy temprano para realizar las tareas de lechería. Luego del desayuno rezaban todas las oraciones. Lo mismo sucedía antes de la cena. Su papá siempre rezaba para que uno de sus doce hijos abrazara la vida religiosa o sacerdotal.
El ejemplo de vida de sus padres fue vital para él y sus hermanos. En la entrevista realizada por fray Eduardo Bertolini, el padre Domingo aseguró que tuvo el mayor y mejor ejemplo; incluso cuando se mudaron para Montevideo en el año 1908, donde pasaron malos momentos. La invasión de las langostas y el declive económico de la Colonia Agrícola los obligó a trasladarse a la capital, más precisamente al barrio de La Teja.
En ese tiempo se destacaba una ermita dedicada a san Antonio de Padua, construida en 1860. El espíritu del pobre de Asís sopló el corazón del pequeño Domingo con fuerza, y él dejó moldear su corazón.
Un fernandino más
En 1912, con trece años, visitó por primera vez el departamento de Maldonado, sin imaginar los planes que Dios tenía reservados para él. Siempre dijo que los aires fernandinos lo renovaban.
En 1940 asumió como párroco de la Catedral de San Fernando de Maldonado hasta 1955, luego fue trasladado a la Provincia de Concordia, Argentina. En 1975 retornó al departamento esteño. Fue su último destino.
La hermana Muerte lo visitó el 8 de enero de 1994, a los noventa y cuatro años, en su celda del convento capuchino de la Catedral de Maldonado. Una caída le provocó la fractura del cuello de uno de sus fémures, lo que aceleró el deterioro de su organismo.
En todos los lugares donde estuvo dejó una huella imborrable. Realizó siempre obras edilicias para el bien de los feligreses. “Del agua que no quieres tomar, de esa te vas a ahogar”, era su clásica frase cada vez que recordaba sus tiempos de maestro, profesor y director; oficio que ejerció en todos sus destinos.
Monseñor Tróccoli asegura que el padre Domingo trascendió fronteras: “Desde Argentina e Italia llegan cartas con la solicitud de introducir la causa de canonización”.
Entre las obras que llevó adelante para el bien de la población de Maldonado se destacan: la Parroquia de la Candelaria, la Catedral San Fernando de Maldonado, la capilla Virgen de los Treinta y Tres, la parroquia Nuestra Señora de la Asunción, la restauración de la capilla de Solís de Mataojo, el Colegio Virgen del Santander, el convento de las Hermanas del Verbo Encarnado, la capilla del Barrio Rivera, la estatua de San Francisco de Asís en el paraje Abra de Perdomo.
“El padre Domingo goza de fama de santidad en Maldonado. Por eso pensamos que es muy importante comenzar esta causa, rescatar su vida, su testimonio tan ungido del carisma franciscano, con ese amor por los más necesitados y por ese amor enorme por Jesús en la eucaristía”, añade Monseñor Milton.
Camina junto a ellos
En el mes de noviembre del año 1999, en el Suplemento Especial del Diario Correo de Punta del Este, se plasmó un homenaje al fraile capuchino. Allí están explícitos testimonios de milagros que se le atribuyen contados por feligreses y personas cercanas a él.
Uno de ellos es Camilo Tortorella, quien conoció al padre Domingo desde que llegó a la ciudad. También son muy recordados los testimonios de Pablo Báez y el fotógrafo Ricardo Biurrium, quien lo fotografió en innumerables oportunidades.
El obispo de Maldonado también hizo referencia a los milagros y testimonios: “Entre la gente hay muchos relatos de carácter milagroso atribuidos a la oración del Padre Domingo, o también luego de fallecido. Muchos aseguran haber recibido gracias por su intercesión”.
Hay una página web de la historia del departamento con videos y relatos sobre el fraile con testimonios que aseguran curaciones o determinadas gracias recibidas.
“Para mí es una gran alegría comenzar esta causa de canonización. Tengo la esperanza de que Dios me permita ver al padre Domingo en los altares, que este proceso pueda realizarse en un tiempo no muy largo”, concluye monseñor Tróccoli.
El Dr. Mario Scasso, en su libro Biografía del Padre Domingo de Tacuarembó, deja por sentado que la mente del fraile siempre se proyectó: “Aquí se necesitan cuatro parroquias más”; y frente a las dificultades, su fe: “Él proveerá”, “cuando Él lo disponga”. Recuerda que cuando se despedían les decía: “Que Dios te lo pague”.
P. Domingo de Tacuarembó
Fraile capuchino
Su nombre fue Umberto Domingo Orzetti.
Nació en la Colonia Agrícola de Paso de los Toros el 4 de mayo de 1899.
El 15 de agosto de 1926 fue ordenado sacerdote.
Falleció el 8 de enero de 1994 en Maldonado.
4 Comments
Su proxima construccion sera el Santuario de Jesus de la Misericordia en la Parada 24 de la playa Mansa. Alli trabajamos para esa realidad suya
Si alguien merece en este mundo ,ese es el Padre Domingo,de inmenso y gran corazón, lleno de amor por la eucaristía y los más necesitados. A poner todo en esta lucha más que justa.
Los fernandinos te amamos y honramos.Bendito seas por siempre. Gracias Padre .
Yo conocí al P.Domingo por la década del 60.
En 1964 hice la Primera Comunión en la Parroquia, de San Antonio y Santa Clara de los Padres Capuchinos de Montevideo y desde entonces hasta 1972 fui monaguillo de allí, en san Antonio.
El P.Domingo estuvo un tiempo en el convento de Nuevo París y venía a San Antonio seguido y al Convento de las Hermanas Capuchinas de Loano (hoy de la Madre Rubatto) que tenían su convento en calle Minas y Guayabos, yo vivía a una cuadra de allí y también fui monaguillo en esa capilla.
Así que cuando venía el P.Domingo, las Hermanas me llamaban y yo iba a atudar la Misa. Recuerden que en 1964 todavía la Misa era la Tridentina, en latín y de espaldas al pueblo, los cambios del Concilio estaban en pañales, el Novus Ordo de Paulo VI se aplicó en 1969, así que en ese entonces las religiosas no ayudaban la Misa y hacía falta siempre un monaguillo.
Cuento todo esto porque con mis pocos años me llamaba la atención la piedad del P.Domingo en la celebración de la Misa.
Por el P.Domingo, por sus relatos y la formación de los Grupos de Oración, fui conociendo la figura del Padre Pío de Pietrelcina y en 1968 cuando muere el P.Pío, Domingo comenzó a publicar una hojita «mimiografiada» con una reseña de la vida del Padre Pío y aparecieron las primeras «estampas».
Domingo me daba agunas para repartir en el barrio y me contaba de su visita a San Giovanni Rotondo y su encuentro con el Padre Pío.
Todo esto fue despertando en mí la vocación capuchina y sacedotal.
Los años pasaron y en Diciembre de 1972, terminado el Liceo, fui a vivir a Maldonado al convento a forma de experiencia.
En ese momento el P.Domingo fue nombrado Párroco, el P.Celestino Spinetti Guardián y estaban de comunidad dos Hermanos Legos, Fray Pedro Barsantini y Fray José de Turín (Parroccia de apellido, era italiano).
Viví ese año de 1973 allí en el convento y pude apreciar la profunda vida espiritual de Domingo, sus dichos y su vida.
Domingo lo que predicaba y enseñaba lo vivía primero.
Recuerdo con claridad una noche, después de cena, que yo fui a sentarme en la iglesia Catedral (ya estaba cerrada y en penumbras) en aquel entonces había una sola nave central, yo me senté a rezar y pensar al medio de a nave.
Estaba iluminado sólo el camarín de la Virgen del Cármen del Santander.
En eso entró Domingo desde la puerta de la sacristía al presbiterio, hizo la genuflexión ante el sagrario, besó el suelo y después con los brazos en cruz se puso a rezar. Verdaderamente que irradiaba su fe y devoción a Jesús Sacramentado y a la Virgen. Estaba como abosrto, tal vez en un «éxtasis»?…. parecía ver a Jesús y María.
Él no tenía la menor idea de que yo estaba sentado en la iglesia y que lo estaba observando, se quedó largo rato, yo también observándolo en silencio, sin moverme, luego junto sus manos sobre el pecho, bajó la cabeza y se quedó en oración largo rato.
Absorto en Dios….
Así eran sus Misas, con mucha piedad y devoción, pausado; siempre después de comulgar se quedaba un rato «degustando» la Sagrada Comunión, en diálogo con Cristo. Muchas anécdotas de las que fui testigo que puedo dar testimonio.
Una, estaba muy enfermo de los bronquios, vino Carlitos Zanelli, un enfermero y le colocó sueron y le dijo a Fray José que no lo dejara levantar y que le diera muchos líquidos, Fray José y yo cuidábamos el suero, Domingo estaba en su celda (la primera del corredor del convento), el parecía dormido… en una de esas reacciona y me dice: «Andá a llamar a José, que prepare el auto, que me olvidé de ir a darle los Sacramentos a una viejita»…Y comenzó a levantarse, se sacó el suero y se puso el hábito… yo no lo podía contener, fui a llamar a Fray José y enseguida vino y le decía: «Padre quédese en la cama», «Obedezca»…
No hubo caso, me mandó a mi a la Sacristía a buscar los Oleos y la Eucaristía que la colocara en la teca, así hice, José preparó la renoleta y salieron.
Carlos Zanelli iba caminando, rumbo a su casa por la calle 25 de Mayo y vio pasar a la renoleta conducida por Fray José y a Domingo sentado junto a él.
Zanelli se volvió al convento y estaba enojado, lo esperó a que voviera Domingo para retarlo y volverle a colocar el suero.
Domingo como un niño le pedía perdón, «Pero era una viejita que se estaba muriendo» La viejita no murió y se mejoró, Domingo volvió a quedarse «un poco» en cama y Zanelli rezongaba y rezongaba.
Otra vez fue cuando estaban arreglando los techos de la Catedral y las torres, el comisario, que si mal no recuerdo era Lazo de apellído, le «prestba» unos presos que tenía en la Jefatura para que hicieran los trabajos de albañilería, pero Domingo andaba ente los andamios con ellos y de repente se cae al patio interior que está entra la Sacristía y el jardín del Obispado, estábamos el P.Livio, el P.Vicente y yo hablando allí a la salida de la sacristía y vimos «planear» una chapa de dolmenit y Domingo arriba… salimos enseguida al patio y creíamos que Domingo se había matado….
No, había «planeado», hoy diríamos como un «parapente» sobre la chapa y sólo algún magullón pero nada más…
Yo creo que el Ángel de la Guarda de Domingo muchas veces debe haber terminado en «terapia intensiva»….
Lo salvó la Virgen y el Ángel de la Guarda.
Así muchas anécdotas, pero lo que recalco más es la piedad, la devoción, los sabios consejos, la predicación sencilla pero concreta, la preocupación por los pobres y enfermos, el ejemplo de vida sobre todo.
Rara vez lo vi enojado y cuando estaba muy nervisos solía decir: «Bendito, bendito, bendito…» Fray Eduardo Bertolini sabe bien de estas expresiones de Domingo.
Recuerdo otras anécdotas que contaba el P.Jerónimo Bórmida que fue Novicio de Domingo y eran para reirse hasta llorar. Pero Domingo nunca enojado o diciendo palabras inconvenientes, jamás!!!!
Gracias a Domingo y a otros frailes capuchinos, yo soy sacerdote hace 38 años y los ejemplos de vida recibidos me han ayudado y todavía me ayudan.
Yo después seguí yendo a Maldonado durante los años de estudio o seminarista y siendo ya sacerdote, en el mes de enero, siempre iba y ayudaba en la catedral.
Las conversaciones, los consejos de Domingo no se me borran, pero repito el haber vivido un año entero junto a él me marcaron.
Soy el P.Miguel Angel Russo Granero, estoy en la Argentina desd hace 48 años, estudié en el Seminario Aquidiocesano de Córdoba, me Ordenó en 1983 el Cardenal Raúl Francisco Primatesta, siempre estuve muy ligado y hermanado a los capcuhinos, el P.Pedro Lepailhe me conoce bien.
Desde 1993 estoy sirviendo en la Diócesis de San Luis.
El ejemplo de Domingo y sus consejos me acompañan siempre.
Rezo por su Beatificación.
Existe una Oración de petición para su mediación?
Bendiciones