El P. Néstor Zubeldía nos acerca a la figura de Artémides Zatti, un enfermero coadjutor salesiano, que hizo del cuidado de los enfermos más pobres su camino hacia la santidad.
El pasado 9 de octubre, en la Plaza San Pedro de Roma, el papa Francisco canonizó a quien se conoce como el santo enfermero de los humildes de la Patagonia, patrono de la ciudad de Viedma, la capital de la provincia de Río Negro, en Argentina. Se trata de Artémides Zatti. Su servicio se desarrolló, principalmente, a comienzos del siglo XX, en su vida dedicada a los enfermos y en su consagración como hermano salesiano.
El padre Néstor Zubeldía es sacerdote salesiano y actualmente vive en Avellaneda, en Buenos Aires, y está terminando una nueva biografía del santo, que se publicará próximamente. Por esta razón el P. Fabián Rovere se comunicó con él para el espacio Hoy quiero hablarte, que se emite por Radio Oriental. Compartimos con ustedes este diálogo.
Néstor, ustedes como salesianos y argentinos, ¿cómo vivieron esta canonización?
Ciertamente con una gran alegría, porque es el primer santo salesiano de la Argentina (el tercero de ese país), y el primer coadjutor salesiano no mártir en ser canonizado. Por eso hay muchos motivos para celebrar. Además, este hermano era una persona sencilla y muy querida, así es que hoy -tal vez más que en ningún otro momento- despierta muchas simpatías.

P. Néstor Zubeldía.
¿Quién era Artémides Zatti?
Era un hombre sencillo, un hombre bueno. Él vino de Italia con dieciséis años, a finales del siglo XIX, junto a su madre y sus siete hermanos. Muchos inmigrantes llegaron al Río de la Plata corridos por el hambre en sus tierras de origen. Ya a los nueve años había tenido que salir de su casa para trabajar en el campo, al igual que sus hermanos.
Llegaron al puerto de Buenos Aires en 1897 y a los pocos días ya estaban en Bahía Blanca donde los esperaba el tía paterno, Juan Zatti, quien los había convencido de llegar a la Argentina; y aunque no se ha podido establecer fehacientemente, tal vez fue la persona que les hizo llegar los pasajes, ya que la familia de Artémides difícilmente los hubiese podido costear. El tren hacia Bahía Blanca generalmente lo pagaba el estado argentino, pero no así los pasajes desde Italia. Una vez instalados en Bahía Blanca, a la semana ya estaban trabajando.
En esa misma ciudad fue donde Artémides conoció a los salesianos, porque si bien eran italianos -como Don Bosco-, la primera salida de su pueblo -al que todavía no habían llegado los salesianos- fue a Génova, justamente para viajar hacia Argentina. Ese encuentro fue en la parroquia de Bahía Blanca, que es la actual catedral de la arquidiócesis, donde la familia se presentó al párroco -el P. Carlo Cavalli-. Artémides se hizo muy amigo del párroco y de toda la comunidad, e iba todos los días. Temprano a la mañana iba a la misa, luego al trabajo, y al salir de allí de nuevo a la parroquia, a colaborar con alguna de las actividades que allí se realizaban.
Se entusiasmó, leyó la vida de Don Bosco y eso lo llevó a querer ser salesiano. Y es así que cuando tenía veinte años llegó a Buenos Aires con la intención de ser sacerdote. Comenzó el aspirantado, con vistas al noviciado y luego llegar a la ordenación sacerdotal. Pero en ese tiempo es que tiene el encargo de cuidar de un sacerdote joven que estaba enfermo de tuberculosis y se contagió también él. El sacerdote falleció con veintinueve años y él quedó maltrecho, volvió con un estado de salud muy precario a Bahía Blanca, ya casi para morir. Si bien los salesianos le habían propuesto ir a Junín de los Andes, y su madre quería que se quedara en la casa, el párroco de Bahía Blanca le recomendó ir a Viedma, donde viviría el resto de sus días. Allí estaba el primer y único hospital de la Patagonia, fundado por los salesianos, más específicamente por el P. Evasio Garrone, a quien la gente conocía como “El padre dotor”.
Allí —cuenta el propio Zatti en un homenaje al P. Garrone— el sacerdote le propone hacer una promesa a María Auxiliadora, de dedicar su vida a cuidar a los enfermos para así curarse de la tuberculosis. Artémides dijo: “Yo creí, prometí y sané”, y nosotros podríamos agregar hoy: “Y cumplió”. El resto de su vida, casi medio siglo, lo vivió sirviendo a los demás, sobre todo en el hospital, primero acompañando al P. Garrone hasta su muerte y luego haciéndose cargo él mismo de la institución.
También profesó para ser salesiano, pero ya no como sacerdote sino como hermano coadjutor, para poder dedicar más plenamente su vida a los enfermos.
«Se entusiasmó, leyó la vida de Don Bosco y eso lo llevó a querer ser salesiano».
Hay una imagen del nuevo santo que va a visitar a los enfermos más pobres y siempre en bicicleta, muchas veces en lugares muy alejados.
Sí, él se despertaba entre las 4:30 y 5 de la mañana para hacer las recorridas por el hospital, que en sus épocas de más requerimiento llegó a atender a sesenta pacientes. Cuentan los médicos y las enfermeras que la principal medicina era Artémides mismo, porque la gente sana y buena, sana y hace más bella la vida de los demás.
A esto se sumaba que muchas veces en el día salía en su bicicleta a visitar a los enfermos a domicilio, llevarles medicamentos o ayudándoles a pagar algún otro. No olvidemos que la Patagonia, sobre todo en invierno, es un lugar muy frío. En el hospital, además, la gente sabía que el que tenía poco, paga poco; y el que no tenía nada, no pagaba. Por esta razón una de los principales motivos de preocupación de Zatti era la financiación del hospital, como pagar las deudas, y no había otro modo que pedir a gente que quisiese colaborar, ya que el estado ayudaba muy poco. Cabe recordar que en esa época no existía la asistencia pública y mucho menos en la Patagonia.
El proceso prevé que para la canonización —en el caso de no ser a causa del martirio— la comprobación de dos milagros por intercesión del candidato. ¿Cuáles fueron esos signos en este caso?
La más cercana geográficamente para nosotros es la curación del P. Carlos Bossio, que en ese tiempo, año 1980, era estudiante de Teología y tenía veinticuatro años, se enfermó gravemente de apendicitis, tal es así que ya lo habían desahuciado. y su comunidad empezó a rezarle una novena a Zatti, que en muchos ámbitos fuera del salesiano no era para nada conocido, y es así que pudo recuperarse. Él obviamente estuvo tanto en la beatificación de 2002, como ahora en la canonización.
El milagro de la canonización fue el de un filipino, llamado Renato Narvaez, que tuvo un ACV y también fue desahuciado, en el año 2016, y su familia ya no sabía qué hacer, porque los tratamientos posibles no estaban económicamente a su alcance. En este caso el hermano del enfermo, quien es coadjutor salesiano y estaba en Roma, lo encomendó a Don Zatti y Renato se salvó, cuando ya lo habían llevado para la casa, a la espera de su muerte. También estuvo en la canonización junto con el P. Bossio. Llevó las reliquias, el incienso y las flores, junto a su familia, en la procesión de la canonización.