La parroquia Nuestra Señora del Huerto y San José tiene un fuerte espíritu misionero y una gran impronta espiritual.
Lilián (84) es la secretaria de la parroquia Nuestra Señora del Huerto y San José. Todos los días está ahí. No le alcanzan los dedos de las manos para contar cuántas personas entran al templo cuando lo ven abierto durante la semana. Un día se le acercó una señora.
—Gracias por el regalo —le dijo la mujer que pasaba por el lugar.
—¿Qué le estoy regalando? —preguntó Lilián, sorprendida.
—¡Nos está regalando al Santísimo! —exclamó la mujer.
Anécdotas similares a estas se repiten constantemente. La parroquia, ubicada en la zona del Parque Rodó, tiene un entorno rodeado de jóvenes dada su cercanía con dos facultades de la Universidad de la República: la de Ciencias Económicas y la de Comunicación. Es común que estudiantes en sus ratos libres se acerquen a rezar. Lilián es la encargada de anotar a las personas que desean recibir los sacramentos. Según sus cálculos, en el último año se celebraron más de cien bautismos de bebés, jóvenes y adultos.
Un lugar cargado de historia
El origen de la parroquia se remonta al año 1886, cuando se empezó a construir una capilla para servir a los niños del asilo “Casa Cuna” y a la población en general. Se estima que la mitad de los habitantes de Montevideo de fines del siglo XIX fueron bautizados ahí.
El 1º de noviembre de 1890 se inauguró la capilla dedicada a San José. Las hermanas del Huerto, que prestaban servicio al asilo, fueron las primeras encargadas. Desde ese momento el templo pasó por varias etapas. Entre 1908 y 1913 la capilla permaneció cerrada, en el contexto de la separación Iglesia-Estado. A principios de la década del cincuenta se produjo el derrumbe del refugio, lo que obligó al desalojo. El padre José María Labrada (1902-1979), sacerdote encargado en ese momento, se trasladó a una casa de familia y colocó una capilla de emergencia.
El 19 de marzo de 1964 la capilla fue erigida como parroquia. Se decidió nombrarla como Nuestra Señora del Huerto y San José en homenaje a las religiosas que estuvieron a cargo en la primera etapa. En 1976, tras permanecer un año cerrada, la comunidad empezó a ser atendida por el P. Miguel Barriola (1934-2022) y las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y María. Ese mismo año, el templo fue declarado Monumento Histórico Nacional. Durante las siguientes décadas, la parroquia fue administrada por el clero diocesano.
En octubre de 2014, el cardenal Daniel Sturla propuso a la Sociedad San Juan encargarse de la parroquia. “Hubo un discernimiento por parte de nuestros superiores y la aceptaron con mucho gusto y alegría”, relata el P. Guillermo Striebeck (49). En febrero de 2015, el sacerdote asumió como párroco y la comunidad apostólica comenzó su misión en el barrio.
Iglesia en salida
El P. Striebeck define a la comunidad como piadosa, solidaria y misionera: “Sale a acompañar las necesidades de los demás, siempre está abierta para ofrecer un servicio y tiene un espíritu de llevar la palabra de Dios a quien nunca la escuchó”. El equipo sacerdotal está integrado además por Matías Pérez Constanzó y Juan Ignacio Poodts.
“Buscamos que sea una parroquia de puertas abiertas para todos, especialmente para el más alejado. Que pueda ser bien recibido y que pueda formarse en la palabra de Dios para después ser enviado al mundo y pueda dar testimonio e irradiar el Espíritu Santo que recibió”, dice el P. Striebeck.
La evangelización y la misión son los rasgos que distinguen a la Sociedad San Juan. La propuesta es para los estudiantes liceales y universitarios, y para las personas que viven en barrios de contexto crítico. El objetivo es anunciar el evangelio con nuevos métodos.

Personas de todas las edades participan de cada celebración. Fuente: R. Fernández
La Sociedad San Juan colabora con siete parroquias más: Mater Admirabilis, Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, Nuestra Señora de Guadalupe, Santuario Nacional de la Gruta de Lourdes, San José Esposo de María, Santa María de la Ayuda y Jesús Misericordioso (Belén).
Los programas de evangelización de la asociación buscan convocar, formar y enviar. Actualmente hay seis propuestas: Cenáculo, Fragua, Academia, Galilea, Legatus y Volver a Empezar. Facundo (28) es uno de los jóvenes que participó en el programa Fragua. «Lo que se busca es, a través de la vida en comunidad, generar vínculos y formar amistades en la fe, y también formarse en la palabra de Dios y poder ser testimonio para los demás», señala.
«El programa se realiza durante tres años. En ese tiempo se realizan formaciones de distintos aspectos de la fe y en prácticas, como por ejemplo aprovechar mejor el tiempo y la semana. Eso ayuda mucho para poder ser una mejor versión de uno mismo», añade el joven.
Una de las actividades centrales de la Sociedad San Juan es la misión de verano que se realiza entre el 26 de diciembre al 6 de enero, en uno de los barrios donde la asociación trabaja. «Se vive con mucha intensidad la palabra de Dios. Esta experiencia ha dejado muchos frutos. Hemos visto que muchos cambian sus hábitos y eligen a Jesús», cuenta Facundo.
Las hermanas de la Sociedad de María son misioneras de la Nueva Evangelización y colaboran con la Sociedad San Juan. Además de colaborar con los programas de evangelización, hacen un trabajo complementario junto a los sacerdotes y acompañan a los fieles de la parroquia. Por otro lado, aportan en la liturgia y en la música. “Intentamos promover una liturgia bella, que transmita a Jesús vivo y que ayude a facilitar el encuentro con él”, dice la hermana Francisca (33).
La religiosa está a cargo de Alpha, una iniciativa que busca integrar a más personas a la vida comunitaria. «Son una serie de noches para que los jóvenes y adultos que forman parte de la parroquia, inviten a sus amigos que están alejados de la Iglesia”, explica. La propuesta consiste en escuchar una charla sobre algún tema de la fe y luego compartir en mesas. “Todo se da en un clima de mucha libertad, donde pueden venir los que quieran y compartir sus opiniones. Los escuchamos y debatimos acerca de la fe. Es muy bueno porque vas viendo la transformación de la gente y cómo las personas se van encontrando con un Jesús vivo», manifiesta la Hna. Francisca.
Fabiana (48) llegó al programa de evangelización Galilea a través de Alpha: «Una vez que termina la propuesta, seguimos en una modalidad de círculos de amigos de la fe. Tenemos reuniones semanales de formación y para compartir. Se profundiza sobre varios temas. A fin de mes tenemos una adoración en la parroquia».
Tres maneras de ser solidarios
Actualmente la parroquia promueve tres servicios. Uno de ellos se desarrolla en la sala de maternidad del Hospital Pereira Rossell cada quince días. Son diez las mujeres que concurren. Una de ellas es Mercedes (42). «Se trata de llevar la palabra de Dios y acompañar un rato. Siempre fuimos bien recibidas. Te piden para rezar juntos y te vas muy feliz porque es un momento de Dios. Ellos tienen una necesidad de Dios y nosotros somos un instrumento para llevárselo», declara.
Otro apostolado que se realiza mensualmente es visitar los dos residenciales ubicados en las inmediaciones de la parroquia. «Se va con un fin específico para entregarles algo especial, además de llevarles la palabra de Dios», asegura Mercedes. Por eso, para cada encuentro se prepara una catequesis adaptada a la realidad y condiciones de los huéspedes.
El tercer servicio es considerado un programa de evangelización más. Se trata de la misión Volver a Empezar, que se realiza todos los jueves y cuenta con la participación de cuarenta jóvenes voluntarios. La propuesta consiste en visitar las casas que están ubicadas en los territorios parroquiales donde ayuda la Sociedad San Juan para invitarlos a sumarse a la Casa de la Palabra. En cada encuentro se canta, se alaba a Dios, se ora y se escucha una predicación en base a una guía de temas.
«Llegamos a personas que no van a la parroquia. Se forman en las Casas de la Palabra donde está el párroco del lugar, y después se van integrando a la comunidad. En el equipo laical se contagia ese deseo. Hay personas que nunca entraron a un barrio humilde y peligroso, y sin embargo hoy caminan, conocen a la gente, son queridas y valoradas, y no tienen ningún problema. Acompañar a hermanos que viven en contextos difíciles lo vemos como una bendición de Dios”, sostiene el P. Striebeck.
Anualmente se realiza un retiro para hombres y otros para mujeres que integran Volver a Empezar. «Son retiros de impacto, donde las personas de los barrios tienen un encuentro fuerte con Jesús. Hemos visto que Jesús rompe cadenas. Es una alegría ver cómo Jesús avanza en la vida de esas personas”, dice la Hna. Francisca.

Parte del equipo de la parroquia Nuestra Señora del Huerto y San José. Fuente: R. Fernández
Caminar en la fe
Cor ad Cor (“El corazón le habla al corazón”) está inspirado en el lema cardenalicio de John Henry Newman (1801-1890). Se trata de una instancia para adorar a Jesús de una manera íntima. En la parroquia se crearon dos capillas de adoración individuales que están abiertas de martes a domingos durante doce horas. Cada persona tiene un turno, que dura una hora, para encontrarse con Jesús. «Tenemos muchos adoradores, y es una alegría ver cómo en la parroquia todo el tiempo viene gente a adorar a Jesús», expresa la Hna. Francisca.
En Nuestra Señora del Huerto y San José se creó hace unos años la Academia Teológica que ofrece distintos cursos de formación. «El objetivo es ofrecer una mayor formación a quien lo requiera», explica el P. Striebeck. Actualmente hay unos cuarenta estudiantes. En abril comenzará el diplomado en Historia, Literatura y Arte. En mayo será el inicio del diplomado en Filosofía y Teología.
“Todo ha crecido mucho, gracias a Dios”, comenta el P. Striebeck con una sonrisa. Todavía quedan metas por cumplir. Una de ellas es generar más iniciativa para la catequesis de niños. La otra es trabajar sinérgicamente con las otras parroquias hermanas para unir esfuerzos. La oración y el trabajo son lo que sostienen todo lo logrado.