El equipo sacerdotal del Santuario del Cerrito de la Victoria atiende la parroquia Nuestra Señora de la Fundación y la Capilla de la Transfiguración.
Cinco mujeres, cada una con su historia. Cinco mujeres, cada una con su testimonio de fe.
Es la tarde del sábado 5 de octubre y hay cinco mujeres sentadas ante una mesa en un salón grande, con las paredes pintadas de verde claro. Es el salón parroquial de Nuestra Señora de la Fundación, ubicado en Rafael Eguren 3362, en el barrio Pérez Castellanos, en el centro-este de Montevideo.

Aída, de ochenta y ocho años, va a la parroquia desde hace quince años. Dice que no tiene una actividad específica, que solo va a misa y que antes iba más seguido al Santuario Nacional del Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerrito de la Victoria.
Ana, de setenta y siete años, vive enfrente a la parroquia desde hace treinta y tres años pero recién se integró en junio pasado. Tiempo atrás, concurría a Santos Apóstoles, de los Palotinos, pero después se alejó de la Iglesia. “Me siento muy bien aquí”, dice en voz baja.
Nelly es coqueta, no quiere revelar su edad. Solo dice que tiene más de sesenta años. Integra la comunidad hace un año y medio o dos, no lleva la cuenta. Estuvo alejada de la Iglesia durante treinta años, pero regresó a la fe en 1999 y desde 2017 asiste a misa diaria en varias parroquias de Montevideo.
Mary tiene sesenta años y hace treinta y dos que vive en el barrio y forma parte de la comunidad. Tiene una hermana religiosa capuchina, trabaja en el servicio doméstico y es la secretaria parroquial, servicio que desempeña los martes y viernes por la tarde.
María del Carmen es la que más lleva tiempo en la parroquia. Tiene ochenta y dos años, y desde los dieciséis integra la comunidad. Conoce toda la historia y llegó a tratar con Hilario Bruni, el primer párroco que pertenecía a los Oblatos de María Virgen. “Cuando llegó a esta zona, se encontró con una tapera. Él siempre decía: ‘Quienes me dieron la bienvenida fueron las ratas y las pulgas’. Mientras él estuvo en la parroquia, era todo divino: había jóvenes y familias que participaban y colaboraban. Era otra época”.

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Se sabe que en 1853, José Benito Lamas encargó una nueva imagen de la Virgen María para el altar mayor de la Catedral de Montevideo, reemplazando una pequeña imagen que había sido venerada desde la fundación de la ciudad. Esta imagen había sido olvidada y dejada en un rincón de la catedral.
Se sabe que durante las obras de restauración en la catedral en 1952, se encontró la antigua imagen, que estaba deteriorada pero con gran valor artístico. Mons. Luis de Santiago, quien supervisaba las obras, la descubrió y, tras la preparación del Año Mariano que se celebró en 1953, se decidió restaurarla. Un experto confirmó que se trataba de una obra barroca del siglo XVIII, con gran valor histórico y artístico.
Se sabe que en 1957, el papa Pío XII autorizó que se celebrara en Montevideo la fiesta de Nuestra Señora de la Fundación el 25 de agosto de cada año. La imagen restaurada fue bendecida por el cardenal Antonio María Barbieri y entronizada en la capilla del Santísimo Sacramento de la Catedral de Montevideo.

Se sabe que el 25 de agosto de 1957, el cardenal Barbieri fundó la parroquia Nuestra Señora de la Fundación, donde se instaló en 1958 una réplica de la imagen original, venerada en la Iglesia Matriz. La parroquia fue encomendada a los Oblatos de María Virgen. El actual templo fue inaugurado el 13 de mayo de 1960, después de sustituir la antigua capilla del Sagrado Corazón.
Se sabe que hasta 1991, los Oblatos de María Virgen estuvieron a cargo de la parroquia, que luego pasó a ser administrada por el clero secular.
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Son las cuatro y media de la tarde. El padre Juan Silveira —sesenta y cinco años, sacerdote desde 1992 y vicario judicial del Arzobispado de Montevideo— toca la campana con toda su fuerza. Eso indica que falta media hora para que empiece la misa.
Desde octubre de 2021, Silveira es el administrador parroquial de Nuestra Señora de la Fundación. No vive en la comunidad, ya que es el párroco del Santuario Nacional del Sagrado Corazón de Jesús, cargo que desempeña desde hace veintidós años.
“El arzobispo solicitó que haya un sacerdote cercano que acompañe a la comunidad y vio oportuno pedirnos al equipo sacerdotal del Santuario que apoyemos para relanzar la comunidad. Mi rol es acompañar a la comunidad con lo propio del ministerio. Es importante la figura del sacerdote para que la comunidad pueda desarrollarse”.

Por su parte, los laicos desde su rol colaboran en este proceso. En marzo pasado se creó la “Comunidad fraterna Nuestra Señora de la Fundación”. Es un grupo conformado por mujeres, que se reúnen para recaudar dinero y refaccionar la parroquia. “Tenemos una pequeña cooperativa que la conformamos nosotras, con nuestros fondos”, dice Aída. “Este año reparamos los ventanales del templo. Además, con motivo de la festividad del 25 de agosto, organizamos un choco bingo, que nos permitió incrementar los fondos”.
Dice Mary: “Crecimos bastante desde que llegó el padre Juan. Ahora tenemos catequesis, que durante doce años no tuvimos. Progresamos despacio, pero vamos. El próximo objetivo es retomar las charlas prebautismales. En 2023 se celebraron dos bautismos en la parroquia. En lo que va de este año no hubo ninguno”.
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“Buenas tardes”, saluda Gabriel y entra al salón parroquial sin hacer ruido, con la cabeza inclinada. Trae en sus manos su celular, sus lentes, un cancionero y un rollo de papel de cocina.
Vive en el barrio desde hace cuatro años y se integró a la comunidad en enero de 2023, tras el fallecimiento de su esposa, quien luchó contra un cáncer fulminante. “Cuando estaba a punto de morir, yo sentí el sonido de las campanas de la iglesia y tuve el impulso de venir a buscar al cura. Ella estaba lúcida, no quería decirle: ‘Te voy a ir a buscar a un cura porque te vas a morir’. Fue espantoso todo lo que ella vivió”.

La primera vez que Gabriel, de sesenta años, se acercó a la parroquia fue para que el sacerdote le bendijera velas. “Era lo único que tenía, porque ir a misa no me interesaba para nada”. Compraba pocas velas cada semana, lo que lo llevaba a acercarse nuevamente cada sábado al finalizar la misa, hasta que un día participó de la celebración.
“No entendía mucho la liturgia, a pesar de ser católico y estar bautizado. De lo único que me acordaba era del padrenuestro y alguna oración más. De la estructura de la misa y el significado de la eucaristía no lo tenía para nada claro. Recién ahora tomo conciencia de la importancia de la misa”.
Mientras Gabriel relata su historia, su voz se quiebra. “Tengo que seguir, disculpen”, dice, y se levanta con la cabeza gacha para tocar la segunda campanada que anuncia que la misa comenzará en quince minutos.
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“Hola, buenas tardes. Te escribo ante todo para agradecerles la entrevista, la buena onda y demás que pusieron para ello el sábado en la Fundación. Quedamos con el P. Álvaro en la duda si no fuera conveniente ir a la Capilla de la Transfiguración y tomar alguna foto para completar la nota. Quisiéramos evitar que los fieles de allí se llegaran a sentir como no tenidos en cuenta. Por supuesto que ustedes evaluarán la conveniencia o no de esto. Gracias y buena jornada. P. Juan”.
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La Capilla de la Transfiguración, en General Flores 3476 esquina Bulevar José Batlle y Ordoñez, enfrente a la Plaza del Ejército, pasa desapercibida entre los complejos de edificios, la Casa de la Cultura del Municipio C de la Intendencia de Montevideo y una automotora. Su estructura hace que algunos puedan pensar que es un lugar de culto de otra religión.

Se sabe que donde está hoy la Capilla de la Transfiguración, antes era una antigua casona que estaba en ruinas y deshabitada, y no contaba con agua ni instalaciones eléctricas.
Se sabe que el proyecto fue por iniciativa del padre Omar França —quien fue párroco de Nuestra Señora de la Fundación desde 2004 a 2017— ya que los fieles iban cada vez menos a la sede parroquial debido a la inseguridad en la zona.
Se sabe que la idea fue aprobada por Mons. Nicolás Cotugno tras una visita pastoral en junio de 2006 y que la primera misa celebrada allí fue el 23 de julio de 2007, en honor a santa Brígida de Suecia.
Pero poco se sabe que la casa se vendía por cuarenta mil dólares, pero al final se pagó por treinta y cinco mil dólares al contado. França consiguió el dinero a través de un amigo español, quien le donó cuarenta mil euros, y con el dinero restante, se restauró el lugar.
Poco se sabe que el proceso de compra fue muy engorroso porque los dueños no se ponían de acuerdo en la venta y que el impedimento jurídico se destrabó el viernes previo al segundo domingo de Cuaresma de 2007, en el que se contempla el misterio de la Transfiguración del Señor.
Poco se sabe que el contrato de compraventa se firmó el día siguiente al domingo de la Transfiguración de 2007.
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Es el domingo 20 de octubre, son las diez de la mañana. Nueve mujeres y un hombre rezan el rosario y cantan con música de fondo a todo volumen en la Capilla de la Transfiguración.

Una mujer llega, agarra una pandereta y se coloca frente a la imagen de Nuestra Señora de la Fundación, igual a la que hay en la sede parroquial, pero en dimensiones más pequeñas. La mira, le canta y le dice: “Gracias, virgencita. Ayúdanos a todos, tú que estás en el cielo”.
Media hora después, llega Álvaro Rodríguez —cincuenta y dos años, sacerdote desde 2013 y vicario del Santuario del Cerrito de la Victoria—. Es el capellán de la comunidad desde setiembre de 2021 y va solo los domingos por la mañana y los miércoles y viernes por la tarde. Son los únicos días en que se celebra la misa allí.

“Como es un espacio reducido, celebramos de una manera más familiar en comparación con otros templos. Nos sentimos más cómodos. A veces, durante la homilía, se genera algún intercambio, algo que en una iglesia más grande no se puede hacer. Es algo muy bueno”, dice el sacerdote.
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