La parroquia San Alejandro y San Pedro Claver se destaca por la participación activa de su comunidad y la presencia de niños en la catequesis
En el barrio La Mondiola, una gran cantidad de fieles se concentran para vivir distintas instancias comunitarias de encuentro con Jesús. La catequesis de niños es una de las características desde el principio.
Los inicios
La historia de la comunidad se remonta al año 1928, y comenzó en un primitivo galpón ubicado en la intersección de las calles 26 de Marzo y Julio César, donde la comisión de damas de la Sociedad San Vicente de Paúl comenzó a dar catequesis. Esta actividad despertó en el barrio un profundo llamado religioso, tanto en los más de cien niños que asistían a la catequesis como en sus padres y otros adultos de la zona. Esto motivó que la sociedad le solicitase al arzobispo Juan F. Aragone que el espacio fuese declarado como capilla habilitada para las misas y otro tipo de celebraciones. En noviembre de 1935, luego de un proceso que llevó tres años, el pedido se concretó. Mons. Aragone inauguró la capilla de San Alejandro. Durante los primeros años, los padres palotinos estuvieron a cargo de la celebración de la santa misa.
A comienzos de la década de los años cuarenta, la sociedad le traspasó a las Hermanas Misioneras de San Pedro Claver la capilla San Alejandro y fueron ellas quienes continuaron con la obra apostólica. Durante los primeros años organizaron pensionados para mujeres del interior del país y enseñaron, entre otras cosas, costura, cocina y escritura a máquina. Su labor fue fundamental para la ampliación del predio. En 1968, reformaron la fachada y el campanario. En el interior del templo se construyeron dos naves laterales, que aumentaron de forma considerable el aforo. Esta obra y diseño se mantienen hasta la actualidad.
De capilla a parroquia
El sábado 29 de abril de 2006 la capilla se convirtió en la parroquia San Alejandro y San Pedro Claver. El P. Daniel Kerber fue designado como párroco. Entre Todos accedió a un archivo que tiene la parroquia donde se narra lo vivido aquel día.
La celebración fue presidida por Mons. Nicolás Cotugno. Lo acompañaron distintos sacerdotes, entre ellos Paul Dabezies, párroco de San Juan Bautista, parroquia de la cual dependió hasta ese día la capilla. Unos cuatrocientos fieles colmaron el templo y presenciaron ese momento tan importante para la comunidad.
Una comunidad inserta en el barrio
Desde 2016 el P. Richard Arce es el párroco de San Alejandro. Se encontró con una comunidad muy viva e inserta en la realidad del barrio. “Hay mucha participación de la comunidad, gente con mucho compromiso”, comentó.
La comunidad cuenta con un equipo ministerial. Al P. Richard lo acompaña el P. Gustavo y próximamente Mauricio, que será ordenado diácono permanente. Además, la presencia de las Hermanas Misioneras de San Pedro Claver (también llamadas Hermanas Claverianas) es muy importante. “Ellas estuvieron desde el inicio, cuando todavía no éramos parroquia, sino una humilde capilla. Muchas personas las tienen como referencia en su vida cristiana y en su inserción en la Iglesia”, expresó el P. Richard.
Con respecto a los desafíos e instancias que se plantean para este año el párroco dijo: “el desafío es no dejar de soñar y seguir proponiendo instancias comunitarias de encuentro con Jesús. Encuentros fraternos con la Palabra en el medio, con propuestas en las que todos podamos participar, en la medida en que nuestras posibilidades lo permitan”.
Vida parroquial: diversidad de propuestas
En la parroquia se ofrecen más de diez propuestas comunitarias. Entre ellas están los grupos de catequesis. Unos cien niños forman parte de estos. Luego, por iniciativa de las catequistas, funciona el grupo de perseverancia que es una continuidad en el crecimiento en la fe de los chiquilines que recibieron la primera comunión. También hay un grupo de adolescentes de preconfirmación que es guiado por dos jóvenes de la parroquia.
También los jóvenes tienen su espacio. Un grupo que comenzó a reunirse para preparar la confirmación siguió compartiendo la fe una vez recibido el sacramento. Este año, ese grupo se unirá con gente más grande y formarán una nueva pequeña comunidad.
Por su parte, la Legión de María es un tradicional grupo de oración y servicio. Asimismo, hay tres grupos de Lectura Orante de la Biblia que se reúnen en torno a la Palabra de Dios”.
La pastoral social realiza un enorme trabajo. La parroquia recibe muchas donaciones y este equipo se dedica a clasificarlas. Dos veces al año se organizan ferias americanas y todo lo recaudado se usa para sostener a otras comunidades y centros de ayuda de la arquidiócesis.
Existen otras instancias de encuentro, como el “Café comunitario”, una instancia que se realiza un domingo al mes, entre la misa de las 10 y las 12 horas. Se invita a la gente que participa de dichas celebraciones a tomar un café en el salón parroquial.
Finalmente, en este mes de mayo, comenzará un grupo de meditación cristiana que estará inspirado en la experiencia de un benedictino, el padre John Main.
Testimonios que dan cuenta
Olga está en San Alejandro desde 2005 y es la sacristana. Toda persona que haya ido a una misa, celebración u actividad en la comunidad se la ha encontrado. Está siempre y es un baluarte de la comunidad. Se encarga del arreglo del templo, de la sacristía, de la preparación de las misas, celebraciones, del atuendo de los sacerdotes, del cuidado de todos los espacios que comprende el predio y un largo etcétera. “Es una comunidad muy linda, muy solidaria en todos los sentidos. Apoya mucho a la parroquia. Tenemos lindos grupos que se han ido formando en estos años”, comentó. Destacó especialmente los grupos de catequesis: “me siento bastante incluida. Con los niños me siento muy bien y tenemos muy buenas catequistas”, agregó.
Remarcó lo cómoda que se siente en la comunidad y la muy buena relación que tuvo con el padre Daniel Kerber, y que tiene actualmente con los padres Richard y Gustavo.
Carla integra la comunidad desde hace más de veinte años. Forma parte del coro que anima las misas y las distintas celebraciones que se realizan en la parroquia. Recuerda que empezó a asistir a esta parroquia ya que sus hijos iban a catequesis En 2004, durante los preparativos para la primera comunión de uno de ellos, sucedió que no había un coro conformado que pudiera animar la celebración. Ante esta situación, Carla se ofreció para cantar y tocar la guitarra. A partir de entonces, comenzó a formar parte del coro parroquial que tiene su espacio asignado en un alto de la nave central del templo.
Con respecto a la comunidad, Carla dijo que “es muy abierta. Más allá de que no participo en ningún grupo específicamente, a cualquier cosa que te acerques las puertas están abiertas. Me vinculo con el grupo de las catequistas ya que apoyo con el canto en las ceremonias, con la pastoral social desde que empezaron con la organización de las ferias americanas, y siempre me hicieron sentir como una más del grupo, como si siempre hubiese estado participando”. A su vez, destacó la cantidad de gente que está involucrada y cómo se mantiene la comunidad con el paso de los años.