Fernando Bianco y María Lucía Scremini, secretarios ejecutivos de la Pastoral Familiar de la Conferencia Episcopal del Uruguay, reflexionan sobre esta jornada.
Este año el 14 de febrero, día de San Valentín, coincide con el Miércoles de Ceniza, jornada de oración y ayuno para todos los cristianos, porque marca el inicio de los cuarenta días de preparación hacia la Pascua del Señor.
Como pareja y matrimonio católico pensamos cómo queremos vivir esta simbolismo del «día de los enamorados» en clave cristiana, acompañando este tiempo de conversión al que nos invita la Iglesia.
Para esto, proponemos algunas actitudes y actividades que nos ayudarían a recorrer este camino juntos. A modo de ejemplo, podemos tomar alguna de ellas:
– Tomarnos una tarde para conversar fuera de casa, en un parque o lugar tranquilo donde logremos un espacio de diálogo y en presencia de Dios. Abordemos aquellas situaciones que nos está costando resolver, problemas que se repiten una y otra vez, que no logramos clarificar. Tratemos de llegar a puntos de acuerdo, allí donde los dos tengamos que ceder posiciones por el bien común —del matrimonio o de la familia—, sabiendo que Dios se ocupará del resto. Es una manera de reconciliar nuestras heridas frente al otro y a ese ‘Otro’ —con mayúsculas— del cual, sabemos, contamos con su gracia. Para lograrlo debemos integrar juntos una imagen de Dios positiva, amorosa, que perdona y reconcilia, que potencia el amor entre los esposos.
-Tratar de no perdernos en argumentos muy razonables pero también muy razonados. A veces un abrazo sentido dice mucho más que mil palabras. Tengamos presentes los gestos de cariño y acercamiento, especialmente durante este tiempo.
– Buscar juntos algún espacio donde abrirnos como matrimonio y familia a los más necesitados. La solidaridad siempre nos devuelve gran parte de sentido a nuestras vidas, así como a nuestro proyecto de pareja y familia.
– Visitar juntos a alguien que hace tiempo no vemos, ya sea porque compartir con esa persona nos aburre o simplemente la vida nos quita el tiempo que deberíamos dedicarle. Entregarle nuestra cercanía le dará alegría.
– Encontrar juntos espacios de reparación que nos nutren y alegren como pareja. Puede ser una salida al cine, ir a cenar, compartir la práctica de algún deporte, andar en bicicleta, o tomar mate y conversar caminando por la Rambla. Las posibilidades son infinitas, la clave está en salir de la rutina y oxigenarnos mientras hablamos de las cosas que vive cada uno, alimentando nuestra unión, amistad y confianza, para poder continuar proyectando nuestro futuro juntos.
– Buscar momentos de intimidad y cercanía para crecer en el amor.
– Inventar una cena romántica (puede ser con velas) y que nuestros invitados sean nuestros hijos, si los hay. Que ellos nos vean contentos y arreglados, para demostrarles que nuestro vínculo es especial y que lo queremos compartir con ellos. Empecemos por agradecerle a Dios por todo lo que construimos juntos, y luego de compartir podemos terminar con música, bailando todos juntos, en una «fiesta familiar» donde Dios y ellos son nuestros invitados más especiales.
El agradecer por tanto bien recibido y compartir ese agradecimiento con nuestros hijos, nos reconforta el corazón y nos ayuda a ordenar prioridades, pacificándonos y alegrándonos como pareja y familia.
En el día de hoy, la ceniza representa lo frágil y vulnerable del hombre, aquel barro del cual estamos hechos. Sabemos que Dios ama lo vulnerable, por lo que nos quiere a pesar de nuestras imperfecciones, momentos tensos, discusiones, desacuerdos o crisis.
Si hay algo seguro, es que no existen los matrimonios ni familias perfectas. Es a partir de nuestras grietas que el Señor se sirve para acompañarnos, iluminarnos, sanarnos y pacificarnos si lo dejamos entrar allí. Así que resulta clave animarnos a vivir la gracia del Sacramento del matrimonio para dejarlo actuar, sabiendo que somos tres y que nosotros dos solos no podríamos enfrentar las dificultades.
Como matrimonio, durante este tiempo de Cuaresma, podríamos pensar el ayuno como abstenernos de las palabras hirientes, de aquellas reacciones que podemos tener producto del enojo pero que, en el fondo, no las sentimos.
Ayunar de críticas que toman a toda la persona y no la dejan crecer. Centrarnos en lo positivo más que en el defecto, y tratar de corregir compasiva y amorosamente.
Ayunar de malos tratos para con nuestras familias, buscando entre todos un ambiente cálido y de respeto mutuo.
Ayunar de la desesperanza. Seamos parejas y familias optimistas, hogares de puertas abiertas que reciban a todos los que llegan con alegría y esperanza. Que cuando ellos partan de nuestras casas lo hagan transformados de una experiencia positiva.
Vivir, principalmente durante estos días, la importancia de la oración conyugal. Ese momento es como examen diario, tanto personal como de pareja, que sirve para poder agradecer todo lo vivido en el día, reparar lo que haya que corregir y proyectar aquello que deseamos mejorar para el día siguiente.
En resumen tres claves importantes a tener en cuenta para trabajar en pareja para este San Valentín en Cuaresma:
– La importancia de la misericordia y el perdón como acto de reparación.
– El ayuno en la convivencia diaria.
– La oración como fuente de sostén de nuestro matrimonio.
Fernando Bianco y María Lucía Scremini
Secretarios ejecutivos de la Pastoral Familiar
Conferencia Episcopal del Uruguay