Un tiempo de conversión y purificación
El próximo miércoles 1 de marzo comienza la Cuaresma. Un tiempo especial en el calendario litúrgico porque prepara para celebrar la Pascua del Señor. El Padre Sebastián Pinazzo, en nota con ICMtv, explica lo fundamental de este tiempo tan especial para la vida de la Iglesia
Hacia la Pascua
La Cuaresma, el tiempo litúrgico que empezaremos, es ante todo un tiempo de gracia. Un tiempo en el que Dios nos regala, tanto de forma personal como comunitaria, una oportunidad muy especial de encuentro con Él. En particular, la Cuaresma nos llama a prepararnos para la Pascua, misterio central de nuestra fe.
Como el nombre lo indica, son los 40 días previos a la Pascua. La experiencia del Pueblo de Israel, en el Antiguo Testamento, es de 40 años en el desierto. En la vida de Jesús, ya en el Nuevo Testamento, antes de iniciar su ministerio público estuvo 40 días en el desierto donde fue tentado. La Iglesia quiere que todos los cristianos puedan hacer la experiencia que hicieron el pueblo de Israel y el Señor.
El camino y el combate
De lo anterior se deducen dos imágenes. Una es la cuaresma como tiempo de camino, Israel que camina a través del desierto para llegar a la tierra prometida. Se trata de un tiempo de prueba y purificación. La otra es la imagen que Jesús regala en sus 40 días en el desierto: el combate espiritual. La vida cristiana tiene también esa dimensión de lucha y el tiempo de cuaresma es propicio para el ejercicio en el combate espiritual.
Los medios para lograr esto son la vida de oración y la celebración de la Eucaristía. Y, muy especialmente, en este tiempo la Iglesia invita a vivir el ayuno, la oración y la limosna. Son tres actitudes que están arraigadas tanto en la historia del Pueblo de Israel como en la Iglesia, a través de las cuales se puede vivir ese combate espiritual.
El ayuno es la capacidad de autodominio, de ser dueños de uno mismo ante todo aquello que no permite ser plenos. La limosna es la capacidad de darnos a nosotros mismos, de renunciar a cosas materiales por el bien de los demás. Finalmente, es fundamental que este tiempo sirva para crecer en la oración personal, en la lectura de la Biblia y en la participación en los sacramentos.
La vida sacramental
No deberíamos faltar nunca a la Misa dominical. Pero si últimamente no lo hemos vivido, la Cuaresma regala siete domingos en los que todos se pueden proponer volver a la fidelidad al Señor en este encuentro. Y, por supuesto, por medio del sacramento de la Reconciliación, a través del cual el Señor renueva nuestro corazón con el perdón de los pecados. Por este camino llegaremos renovados a la celebración de la Pascua, para vivirla con plenitud y novedad.
Comienzo de la Cuaresma
La Cuaresma se inicia con un gesto litúrgico que es la imposición de las cenizas. Es un gesto penitencial en la celebración del día miércoles, llamado por esa razón Miércoles de Cenizas. Como señal de penitencia se reciben las cenizas en la cabeza. estas son elaboradas quemando los ramos de olivos de la Semana Santa anterior.
Se imponen en la celebración de la Misa con una oración muy sencilla que el sacerdote dice a cada uno de los fieles cuando se acercan a recibirla. Hay dos opciones: “Conviértete y cree en Evangelio” o “Recuerda que del polvo vienes y al polvo volverás”. La conversión también surge de esa humildad, de sentirnos nada, saber que nuestra vida tiene que volver al Señor y presentarnos ante Él.