Más de 500 mil peregrinos celebraron la Misa de Apertura en Cracovia
“¡Queridos amigos! Hemos estado esperando este momento durante tres años. Hemos estado esperando desde el día en el que el Papa Francisco anunció en Rio de Janeiro que la próxima Jornada Mundial de la Juventud sería en Polonia y, más precisamente aquí.” Con estas palabras, el arzobispo de Cracovia, cardenal Stanisław Dziwisz, comenzó la Misa de apertura de la 31° Jornada Mundial de la Juventud. Casi 500 mil jóvenes peregrinos se hicieron presentes en el lugar preparado para la ocasión, en la ciudad que supo pastorear san Juan Pablo II.
Bajo una copiosa lluvia, “una multitud de banderas, de colores, de gente impresionante” según palabras de nuestra enviada Carolina Bellocq, inició oficialmente la reunión de jóvenes católicos más importante del mundo. Según la crónica para Noticiero Oriental, más allá de las medidas de seguridad por posibles atentados, se vive un ambiente de “pura fiesta y alegría”, en el que los jóvenes intercambian “recuerdos, banderas y oraciones, con momentos también para la adoración”.
La periodista de arquidiócesis.net destacó que había jóvenes de todo el Uruguay, de comunidades como el Camino Neocatecumenal, jesuitas, salesianos, del Opus Dei, y de distintas parroquias. Son unos 350 los uruguayos que están presentes en Cracovia, y mañana celebrarán la Misa con el Cardenal Daniel Sturla. Además del marco multitudinario, las banderas y los diferentes idiomas, se destacó el aspecto artístico de la celebración. Una gigantografia de la imagen de la Divina Misericordia que santa María Faustina Kowalska, otra santa local, solicitó pintar a instancias del mismo Jesús, y los himnos y cantos clásicos de otras Jornadas propiciaron que el clima de celebración y oración aumentaran.
Seguir a Jesús como Pedro
En sus palabras durante la homilía, basadas en el Evangelio de Juan, el Cardenal Stanislaw Dziwisz destacó el encuentro de Jesús con Pedro a orillas del mar de Galilea. Cómo el Maestro de Nazareth, a través del Amor por sus discípulos y la fuerza del Espíritu Santo logró transformar a Pedro en “pescador de hombres”: “Se volvió Su discípulo. Aprendió Su forma de ver las cosas de Dios y de la gente, a través Su pasión y Su muerte, atravesó un momento de infidelidad y de debilidad personal Más tarde, tuvo la oportunidad de vivir un momento de estupor y alegría al saber a Jesús Resucitado.” recordó el Cardenal.
También recalcó que como a Pedro en el Mar de Galilea, “Hoy Cristo nos habla a nosotros, en Cracovia, en los bancos del río Vístula, que recorre toda Polonia, desde las montañas hasta el mar. La experiencia de Pedro puede llegar a ser la nuestra e inspirarnos a reflexionar”. Y planteó tres preguntas” ¿de dónde venimos? en segundo lugar, ¿dónde estamos hoy, en este momento de nuestra vida? Y, por último, ¿dónde vamos a ir y qué vamos a llevar con nosotros?”.
¿De dónde venimos?
A pesar de venir “de tantas partes del mundo donde la gente vive en paz, donde las familias constituyen comunidades de amor y de vida y donde la juventud puede hacer realidad sus sueños”, no olvidó que “También hay entre nosotros tantos jóvenes cuyos países sufren guerras y todo tipo de conflictos, donde los niños mueren de hambre y donde los cristianos son brutalmente perseguidos. Entre nosotros hay peregrinos de lugares del mundo regidos por la violencia o el terrorismo, donde los gobiernos, regidos por ideologías insanas, usurpan el control de los hombres y de las naciones.”
Mencionó que estos tiempos “Reconocemos nuestras debilidades pero, al mismo tiempo, creemos que “podemos todo en Aquel que nos conforta” (Flp. 4,13). Podemos hacer frente a los desafíos del mundo moderno donde el hombre elige entre la fe y la incredulidad, el bien y el mal, entre el amor y aquello que rechaza al amor.”
¿Dónde estamos ahora, en este momento de nuestras vidas?
El cardenal Stanislaw Dziwisz reconoció que “Hemos venido de muy lejos. Muchos de nosotros hemos viajado miles de kilómetros y hemos invertido mucho en este viaje, para estar aquí.” Y que en primer lugar “Estamos aquí porque hemos sido reunidos por Cristo”. En cuanto a lo importante de estos días, dijo que “El encuentro con Jesús es, al mismo tiempo, la experiencia de lo que la gran comunidad de la Iglesia debe ser: la comunidad que va más allá de los límites establecidos por los hombres para dividir. Somos todos hijos de Dios, redimidos por la sangre de Su Hijo, Jesucristo. La experiencia de experimentar la Iglesia del mundo es el gran fruto de la Jornada Mundial de la Juventud. Depende de nosotros, de nuestra fe y de nuestra santidad.”
¿Dónde vamos a ir y qué vamos a llevar con nosotros?
En cuanto a la última pregunta, no dio recetas y se inclinó por vivir intensamente la Jornada: «¿Con qué vamos a llegar a casa? Mejor no anticipar la respuesta a esta pregunta. Durante estos días compartamos nuestros tesoros más preciosos con todos. Compartamos nuestra fe, nuestra experiencia, nuestra esperanza. El Cardenal recomendó escuchar “atentamente las catequesis de los obispos. Escuchen la voz del Papa Francisco.”
Y ya concluyendo instó a los jóvenes que allí se encontraban a observar los modelos de los santos locales” Cracovia vive a través del misterio de la Divina Misericordia, gracias a la humildad de la hermana Faustina y de Juan Pablo II que hicieron que la Iglesia y el mundo fueran más conscientes este don de Dios” y por tanto “Al volver a nuestros países, hogares y comunidades, llevemos la llama de la misericordia y recordémosle a todo el mundo que son “bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia (Mt. 5,7)”, concluyó.