Texto y videos de la Previa con el Cardenal
El sábado 5 de mayo, en el marco de la Fiesta de san Felipe y Santiago celebrada en el predio de la Rural del Prado, se llevó adelante una nueva edición de la Previa con el Cardenal. En esta instancia los jóvenes de Montevideo dialogan con su arzobispo sobre una variedad de temas que van desde la misión hasta la actitud en la vida cotidiana.
Como es ya tradición el encuentro comenzó con la lectura y reflexión, por parte del cardenal Daniel Sturla, de un pasaje del Nuevo Testamento, más específicamente de los Hechos de los Apóstoles, sobre la predicación de san Pablo. Junto con el cardenal estuvieron los padres Juan Andrés Verde y Mathías Soiza, actual encargado de Iglesia Joven Montevideo. ICM comparte con ustedes la reflexión bíblica que realizó el cardenal Daniel Sturla, así como las respuestas a las preguntas realizadas por los jóvenes.
Reflexión sobre la lectura del Hechos de los Apóstoles
Siempre me gusta pensar, y a lo largo de mi vida lo he pensado muchas veces, lo que sentiría Pablo y aquellos primeros apóstoles de Jesús cuando llegaban a una ciudad pagana, del imperio romano, donde todos estaban para otra cosa. Primero que nada había una cantidad de esclavos, también había gente rica y el Imperio Romano que dominaba. Estaban los ídolos y los templos de los dioses paganos, templos que a veces eran también casa de prostitución masculina y femenina, es decir, había un gran relajo moral.
La droga ya existía, no es un invento de ahora, ni que decir el alcoholismo. En esos ambientes muy complicados moralmente, muy de opresión también, muy de sinsentido para muchos, Pablo llegaba a predicar el Evangelio. ¿Qué era lo primero que hacía? Iba a los que estaban más cerca de Dios, a la sinagoga a predicarle a sus hermanos judíos que ese que estaban esperando, el Mesías, había llegado por fin y que su nombre era Jesús de Nazareth.
Y que este Jesús no solo era hombre, sino que también era Hijo de Dios. Y que este Jesús había muerto crucificado. Y tenían horror a la crucifixión, porque los romanos solían crucificar mucha gente y la ponían siempre a la vera del camino. En ese ambiente Pablo llega a las ciudades a anunciar a Cristo.
El apóstol no tenía miedo, o si lo tenía lo vencía. Porque el tema no es no tener miedo, sino ser capaces de enfrentarlo. Hoy en Montevideo hay mucho miedo, de hecho en lo que va del año ha muerto asesinada una cantidad de gente. Y uno puede decir tengo miedo, no salgo. Pero el tema es que aunque tenga miedo hay cosas que tengo que hacer. Pablo no sé si tenía o no tenía miedo, pero iba y anunciaba.
¿Y qué era lo que pasaba? Lo que dice acá; los judíos muchas veces lo rechazaban, otros aceptaban el mensaje y aceptaban a Jesús, se convertían y pasaban a ser cristianos. Y además, junto a las sinagogas, participando pero sin terminar de hacerse judíos porque con eso pasaban a hacerse parte de determinada raza, de determinado pueblo, de determinada nación, había un grupo que se llamaba los prosélitos. Eran gente venida del paganismo, griegos o romanos, que buscaban a Dios porque sabían que los ídolos no eran nada. Por eso Pablo anuncia que Cristo ha muerto por todos los hombres y que para todos es la salvación. Y que además no hay que hacerse de otra nación para ser cristiano, porque justamente Cristo vino para liberarnos y esta llamada es universal. Es decir, todos tenemos la misma dignidad y desde la realidad de cada uno todos estamos llamados a ser cristianos.
Ser armaba con esto un gran lío. Tan grande era que la lectura dice en un momento “esos que han revolucionado todo el mundo han venido también pretendiendo que hay otro rey llamado Jesús”. Ese es el punto, Pablo y sus compañeros cristianos llegaban a las ciudades paganas del Imperio Romano y revolucionaban todo. No por el hecho de hacer lío por hacer lío, sino por anunciar a Jesús. El anuncio de Jesús toca el corazón de las personas que se abren, movidas por el Espíritu Santo, y que si las toca de verdad les cambia la vida.
Imagínense lo que era cuando fue a Éfeso y estaba el gran templo de Artemisa, la diosa pagana, y allí son los fabricantes de las estatuillas de la diosa los que van a protestar porque se les acababa el negocio. Pero en realidad se acababan varios negocios cuando llegaba el Evangelio. Se acababa toda la oscuridad que suponía la prostitución, la esclavitud, el tratar al otro como una cosa. Todo eso cambiaba porque cambiaban los corazones y a mucha gente no lo podía bancar.
Y después Pablo llega a Atenas, y dice la lectura: “Mientras Pablo los esperaba en Atenas lo consumía su espíritu al contemplar la ciudad llena de ídolos”. Es decir, sentía que adentro se requemaba. ¿Por qué? Porque veía la perdición de la gente y sentía la necesidad que tenía de anunciar a Cristo y mientras esperaba se impacientaba.
Hoy entre los santos que el padre Guillermo presentó, en una predicación de la tarde, estaba san Francisco Javier, santo jesuita, de los primeros compañeros de Ignacio, lo llamaban el divino impaciente. Porque Francisco Javier sentía la fuerza de querer anunciar a Cristo y, como a Pablo, se le consumía el espíritu cuando veía esos pueblos donde el Evangelio no había llegado. Entonces quería convertir a todos y no le alcanzaba; llegó a la India, después a Japón y fundó comunidades allí. Pero su sueño era llegar a China y llega, donde después morirá. Era un lugar en aquella época, como ahora, donde el Señor era apenas conocido.
¿Qué pasa? Si nosotros queremos ser de verdad cristianos no podemos no ser apóstoles, no querer que otro conozcan a Cristo. ¿Por qué? Porque si de verdad somos cristianos, y Cristo ha tocado nuestra vida, sabemos que en Él encontramos aquello que buscamos y que buscan todos: ser felices.
Incluso los que andan en caminos terribles lo que buscan es ser felices, tratar de tapar sus vacíos, tratar de pasar por arriba de los grandes agujeros, lastimaduras y heridas que tienen en la vida.
¿Y entonces que hacemos?, ¿nos quedamos tranquilos? Decimos bueno, mi grupito de compañeros o compañeras, somos re cristianos, re buenos, re bien. Pero eso no es ser cristianos. Ser cristianos es nunca formar un gueto, nunca formar un encierro de gente buena; menos cuando nos lo creemos y pretendemos hacer un club de perfectitos entre nosotros, porque somos genios, bárbaros. Ahí terminamos en el peor de los pecados que es la soberbia. Porque es un pecado del espíritu; nosotros los cracks, los demás pobres perdidos.
Resulta que después descubrimos que tan cracks no somos porque dentro nuestro bullen deseos, envidias, celos, orgullo. El tema no es formar un grupito de gente perfecta, el tema es sentir en el corazón que Cristo, que ha tocado mi vida, que me perdona, que se acerca a mis heridas y las sana, que se acerca a mis debilidades y me fortalece, ese Cristo también salva, le da sentido a la vida, ilumina, fortalece y salva. También a los demás.
Ojalá nosotros sintamos que nuestro espíritu se conmueve frente a una realidad del Uruguay difícil. Voy a decir algo que se ha dicho poco y no es para salir asustados. Pero en este Uruguay se ha tirado gente a los chanchos. Fue algo que se dijo y no se le quiso dar mucha bolilla. Pero el otro día fui a la cárcel a visitar a un muchacho al que le habían matado al hijo, este muchacho está preso, y me recordó eso que yo lo había leído, dicho por el subsecretario del Ministerio del Interior.
Me dijo, “sí, acá está el que tiraba los cadáveres a los chanchos, porque el chancho roe hasta el hueso y lo único que queda es la dentadura”. Esto ha pasado acá. Pero por qué pasan estas cosas tan terribles. Porque el mal entra en una dinámica que no tiene fondo. ¿Cuál es el tema? Que el bien, la gracia de Dios, también puede entrar en una dinámica que llega a la santidad.
Por un lado tenemos la oscuridad, que es capaz de cualquier cosa, y por otro tenemos la luz que es capaz de grandes cosas. Ahí está nuestra vida y ojalá esté también el sentir fuerte, dentro nuestro, que hay que anunciar a Cristo, que hay que contagiar al otro. Tenemos que ser entonces cristianos inquietos, que nos dejemos conmover por esa ciudad llena de ídolos de la que hablaba Pablo.
Y tenemos que hacer lío, la expresión del papa Francisco; no es hacer relajo, es sí movernos. Y si eso lleva a alguna dificultad, a algún rechazo, alguna burla, banquémosla. Lo peor que hay es ser cristianos achicados, seamos cristianos contentos de serlo, y por lo tanto queremos anunciar al Señor Jesús. ¡¡¡Vamo’ arriba!!!
¿Qué cosas concretas podemos hacer como jóvenes para ayudar en la Iglesia?
Primero que nada rezar, no hay nada más concreto que rezar. Segundo la Misa del domingo, es el piso no el techo. Si no voy a Misa el domingo estoy en el horno. El tema es que meche alguna Misa entre semana, no que vaya el domingo; eso se da por supuesto. Y tercero, cada joven cristiano está llamado a tener un apostolado. Es decir, una actividad, sea en los servicios de la misma parroquia o comunidad, sea en los movimientos, dar catequesis, preparar una misión, integrar un oratorio festivo. Un joven católico tiene que hacer algún apostolado. Misa, oración, apostolado después y obviamente el cumplimiento del deber que nos santifica, si soy estudiante estudiar, si soy laburante trabajar.
Hace algunas semanas salió el documento de los obispos sobre la fragmentación social, ¿por qué te parece que se creó tanta polémica en torno al documento?, ¿nos podrías explicar el documento?
El documento fue hecho por todos los obispos, obviamente con aportes del algún laico, laica y algún religioso que preparó parte de los borradores. Apunta a una realidad que me parece rompe los ojos en nuestra realidad uruguaya. Ustedes son más jóvenes, pero nosotros que tenemos algún año más sabemos que siempre hubo ricos y pobres, pero había una clase media muy integradora y en los barrios se convivía sin mayores violencias.
Yo iba al estadio de chico con mi familia. Nacional – Peñarol e íbamos todos juntos con mis hermanos, hermanas y mis padres al fútbol: era una fiesta popular. Hoy para llegar al estadio hay que pasar no sé cuantos controles, que no tengas radio, que no tengas pilas, que esto, que lo otro. Hay una realidad que se ha puesto más violenta desde el punto de vista social y además hay más extremos. Barrios privados y asentamientos.
¿Y esto qué? Esto crea situaciones dolorosas en el Uruguay. Entonces los obispos quisimos llamar la atención, porque en la medida que nos vamos separando la sociedad se va desintegrando. Y obviamente esto tiene consecuencias como la de los asesinatos que hemos visto en este tiempo.
¿Por qué se suscitó la polémica? Bueno, porque cuando los obispos dicen una palabra hay a algunos que no les gusta. Yo creo que hubo un error de perspectiva de quien mandó ese whatsapp, pero es una persona que yo conozco, considero y quiero, es un cristiano. Pero bueno, me parece que le erró, no porque haya criticado el documento sino porque hizo una crítica por un titular de un noticiero, sin haber leído el documento. Y eso después se filtró y fue una lástima. Lo que tuvo de bueno es que muchísima gente leyó el documento porque hubo polémica. Entonces bienvenida la polémica.
¿Cómo puedo ser una católica coherente cuando salgo a bailar de noche?
Yo la pregunta se la devuelvo a ustedes. Y obviamente que la respuesta la tienen más ustedes que yo. Yo le que sí muchas veces he tratado de trasmitirle a los chicos, sobre todo siendo director del Juan XXIII, es que no necesitan emborracharse para divertirse. Y además sabemos que el tomar alcohol baja la censura, que todos tenemos gracias a Dios, y entonces nos lleva a decir “ah, entonces así me divierto más”. Entonces el alcohol para divertirse, y ni decir si se trata de otra sustancia, nos hace resbalar.
Yo creo que podemos pasar muy bien, divertirnos, bailar, pero hay algunos cuidados a tener. Un primer cuidado es ese; si ya voy alegrón o alegrona es más fácil que me bajen las defensas naturales. Y después otras cosas ustedes las saben mejor que yo; sobre todo las chicas deben saber mucho y si no saben le preguntan a las mamás.
¿Qué te ha comentado el Papa sobre la situación de la Iglesia en Uruguay?
El Papa es un rioplatense. Vieron que eso de rioplatense nos sirve a nosotros o a los argentinos cuando queremos decir algo que nos unifica. El Papa aprecia mucho a la Iglesia uruguaya. Hace poco estuvo una chica alemana de una asociación que se llama Adveniat, que ayuda a la Iglesia en América Latina hace muchos años, y nos recordó algo que nos había dicho otra vez: el Papa le dijo a la gente de Adveniat ayuden a la Iglesia uruguaya.
¿Por qué el Papa les recomendó esto? Porque sabe que somos una Iglesia pobre. Uno puede decir “¿pobre la Iglesia?” Sí. ¿Saben cuánto le damos, desde la curia, a los curas que están en las parroquias populares? $ 6000 por mes. Nosotros queremos, por ejemplo, arreglar algunas Iglesias; no podemos, algunas Iglesias en su tamaño nos sobrepasan.
El papa Francisco nos quiere, simpatiza con nosotros, sabe que el estilo nuestro es sencillo, de mucha cercanía, es una característica uruguaya, que como toda característica puede tener sus pros y sus contras. Además el trato con el cura aquí es muy llano, el sacerdote no manda por el hecho de serlo, sino que se tiene que ganar el respeto y el cariño por su vida, por su testimonio y eso es algo muy bueno.
Entonces cuando he tenido encuentros con el Papa cara a cara, lo he sentido muy cercano, muy padre, muy amigo.
¿Cómo tomó tu familia que quisieras hacerte cura?
Creo que en este mismo encuentro, en otra ocasión, yo he contado la historia de mi vocación. No lo voy a volver a hacer. Mi familia fue un poco especial, porque en la adolescencia nosotros perdimos a nuestros padres con poca diferencia de tiempo. Yo soy el menor de 5 hermanos muy seguidos, y cuando yo tenía 13 años y el mayor 19, falleció mi padre. Tres años después falleció mi madre. El planteo vocacional lo recibí a los 17 años, pero durante 2 años estuve peleando con el planteo; que no, que sí.
Cuando finalmente me decidí a entrar en el noviciado salesiano no tenía a mis padres, pero con mis hermanos éramos como un equipo muy unido. Mi hermano mayor era mi tutor y mi familia me apoyó. No se alegraron pero mis hermanos me apoyaron. Teníamos unos tíos y tías, que tampoco ninguno se alegró, pero me apoyaron, me respaldaron, me acompañaron siempre y ha sido un regalo de Dios.
En general en las familias uruguayas, salvo excepciones, no suele ser una alegría que el hijo “se meta de cura” o la hija “se meta de monja”. Pero en la medida que se avanza en la vocación, lo sé por mi propia experiencia y la de mucha otra gente, la familia va descubriendo la alegría que es tener un hijo cura. Y llegan a descubrir que es una bendición de Dios muy grande.
¿Hacia dónde debe salir la Iglesia?, ¿en qué sitios estamos llamados a misionar principalmente?
Lo decía en la Misa, nosotros como Iglesia en Uruguay y en Montevideo, tenemos que jugar en todas las ligas. No se trata de decir “vamos a ir a los barrios más pobres”, hay que estar ahí y la Iglesia está… ¿y la familia?, ¿y la universidad?, ¿y el ámbito político?, ¿y los medios de comunicación?, ¿y el carnaval? Está el Grupo Texas que es un grupo de teatro de ex alumnos salesianos, que tiene una rama dentro de este grupo que se llama Aristophanes y que han hecho parodias, entre otros, de santos. Han llevado el Evangelio al carnaval, al Teatro de Verano y a los tablados.
No tenemos que tratar de ir a un lugar… tenemos que ir a todos. Acá hay algún joven que milita en la política. La política por ejemplo, no es fácil ese terreno. Pero no puedo decir “yo no me voy a meter porque…”. Si no me meto, como se lo dije a algún joven que dudaba entrar en política, otro va a ocupar ese lugar en el que Cristo quiere que estés. Entonces hay que jugar en todas las canchas, en Montevideo tenemos el deber de estar y hacer más presente a Cristo en los barrios más populares de nuestra ciudad. Porque ahí está más ausente, a diferencia de otros países de América donde en los barrios populares hay un sentido de fe mucho mayor que aquí.
¿Cómo puedo aprender a mirar a las personas que no tolero con los ojos misericordiosos de Jesús?
Eso es lo que yo quisiera (risas). Yo soy una persona pasional y eso significa que cuando me apasiono, o encuentro la contradicción, me embronco. Entonces, en primer lugar me tengo que confesar. Hoy de mañana, por ejemplo, me confesé. El tema es cómo nosotros, en la oración, podemos manifestarle a Jesús esa bronca, el nombre de esa persona con la que tuve un problema. Y hay que pasar por el corazón de Jesús esas broncas, esas impaciencias que podemos tener con alguien y tratar de dejarlas ahí.
Yo tengo una capilla en mi casa, ese es el gran beneficio de los curas. Pero primero, que lo podemos hacer sin capilla y segundo que cerca de nuestra casa siempre hay un templo o una Iglesia. Hay que ir frente al sagrario y poner ante Jesús esos nombres que nos sacan la paciencia.
Comentario del libro Desde la matriz
En el título la palabra matriz está con minúscula porque se refiere a la matriz, al útero, desde la entrañas de lo que es hoy el Uruguay la Iglesia ha estado presente. Fíjense que en el 2030, todavía nos faltan unos años, se va a celebrar el Bicentenario de Uruguay como estado. Bueno, hace 400 años la Iglesia fundó en este país las primeras poblaciones. Hace 400 años llegaron curas que en la desembocadura del Río Negro hicieron las primeras reducciones de indios. Y allá en el norte, aunque ya no sea más la Banda Oriental porque Brasil ocupó, estaban los 7 pueblos misioneros jesuíticos.
Tomo una cosa a modo de ejemplo. Nosotros tomamos mate, pero el mate como tal, como lo conocemos, como la rueda, como la bombilla, como algo popular y de todos, es de los jesuitas de las misiones guaraníticas. La yerba se masticaba, no se cultivaba; los guaraníes no sabían cultivar la yerba mate. Eso es parte de nuestra identidad cultural, de nuestro sentido de igualdad, de nuestro formar rueda. Y así podríamos seguir con tantísimos ejemplos.
Si Artigas tuvo ese sentido popular, democrático, el reparto de tierras, etcétera, hay que mirar lo que fue la educación cristiana y franciscana que recibió. Y sus abuelos y sus padres eran terciarios franciscanos, y mucho de la vivencia del artiguismo tiene que ver con el franciscanismo de Artigas.
A veces a la Iglesia le dicen “¿qué se cree?”; a ver, somos forjadores de este Uruguay. No somos los únicos, claro que no, pero no nos ninguneen, no nos traten como que hubiéramos llegado ayer al Uruguay. Estamos desde la matriz. Ojalá que este libro no se quede solo en el círculo de los católicos, sino que pueda salir y trascender.
Yo voy de misión una vez por año con mi comunidad, ¿podrías explicar que significa ser misionero permanentemente?
Hay como una actitud de vida de alguien que es misionero, que es como decir soy apóstol. Es sentir en el corazón eso que decían los Hechos de los Apóstoles sobre Pablo: “se consumía su espíritu viendo la ciudad llena de ídolos”. Entonces se trata de que sienta, experimente y le pida ese don al Espíritu Santo, que tengo que transmitir a los otros el gozo de ser cristiano, la alegría de haber descubierto a Cristo. Y que eso lo piense y no solamente quede en una palabrita que diga, que está bien, sino que también piense con otros como poder acercar a estos amigos a Cristo.
¿Cómo hacer para que aquel primo, aquella prima, el compañero de trabajo o de estudio, descubra a Cristo? Hay grupos hoy que tienen esta fuerza apostólica y tenemos que aprender. Miren los evangélicos… a veces nosotros criticamos. Miren, una vez cuando todavía era cura, no era obispo, estaba esperando para visitar a una persona en el COMCAR, estaba de cuellito. Se me acercó un hombre y me dijo “padre, yo soy evangélico”. Y entonces me contó que él había estado preso y que en la cárcel fue evangelizado, y a partir de ahí seguía visitando presos para anunciarles el Evangelio.
Ser misionero es siempre tener a Dios en el corazón, el deseo de transparentar a Cristo, hablar de Cristo, manifestar a Cristo, testimoniar a Cristo convencido que es lo más grande que tenemos y que una persona puede tener y vivir.
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Me parece un verdadero regalo de Dios, gratuito e inmerecido, como todo lo que nos viene de Él, tener un padre y pastor tan sincero, sencillo y cercano como Mons. Daniel.
No soy joven, ya estoy en la 4a. edad, y he visto y vivido muchos cambios dentro y fuera de la Iglesia. Nunca como ahora he sentido, que en nuestro país la Iglesia tiene un timonel tan hábil, con tanto sentido común y un corazón tan grande en que todos los uruguayos sin excepción cabemos y tan certero del rumbo que debe tomar como el Cardenal Daniel F. Sturla. No lo dejemos solo, RECEMOS por él, tratemos de hacer lo que nos pide, cada uno según sus posibilidades y desde sus situaciones personales y pidamos al Espíritu Santo que derrame abundantemente Sus Siete Sagrados Dones sobre él.