Se celebró la misa crismal en la Iglesia Matriz
En la mañana del jueves 17 de abril —Jueves Santo—, se celebró en la Catedral Metropolitana la Misa Crismal, fue presidida por el cardenal Daniel Sturla y contó con la participación de los sacerdotes de la arquidiócesis, los diáconos, religiosos y religiosas, así como un buen número de laicos, que colmaron la Iglesia Matriz.
Como cada año, la procesión de entrada se realizó con el canto «Pueblo de reyes», del sacerdote francés Lucien Deiss.
En esta celebración se consagró el Santo Crisma; y se bendijeron los Santos Óleos de los enfermos y de los catecúmenos. También en esta misa los presbíteros y diáconos renovaron las promesas del día de su ordenación.
Signos de esperanza
Al comenzar su homilía, el Card. Daniel Sturla recordó que este año el papa Francisco ha querido que este año jubilar tenga como lema: «Peregrinos de esperanza». “La esperanza es la virtud del navegante, del que quiere llegar a buen puerto, del que tiene metas. Estamos llamados a desplegar nuestras velas al buen viento de la esperanza, porque Dios sigue actuando en su Iglesia”, agregó.
Recordando el evangelio, el arzobispo de Montevideo afirmó que todos necesitamos ser ungidos embajadores de la esperanza. “Todos nosotros somos ungidos del Señor y nuestro mismo nombre de cristianos así lo afirma”, añadió. Mencionó como un signo de esperanza a “esos cristianos que no aflojan, esas mujeres de fe que sostienen nuestra comunidades (las ‘todoterreno’). También quienes se la juegan en la vida pública, poniéndose del lado de los débiles, buscando el Reino de Dios y su justicia”.
Más adelante —luego de mencionar los óleos de los enfermos y el de los catecúmenos—, el Card. Sturla hizo memoria de que todos fuimos ungidos con el santo crisma en el bautismo, después de recibir el agua que nos ha dado el perdón de los pecados y el don de la filiación divina. “La Iglesia nos unge en la cabeza para indicar que somos consagrados”, sostuvo.

“La fe cristiana tiene la fuerza de la verdad y por eso siempre atraerá”
En otro momento de su alocución, el arzobispo de Montevideo aseguró que “si en la Iglesia vivimos la liturgia con solemne sobriedad, dando gloria a Dios, la misma fe y la misma liturgia se vuelven atractivas por sí mismas”. Y agregó que muchos jóvenes sienten el deseo de profundizar en su fe, con el redescubrimiento de la devoción eucarística y mariana. “Muchos encuentran en la Iglesia un lugar donde compartir la vida y dejar de lado esa soledad que en nuestra sociedad tantos experimentan”, reflexionó.
En otro tramo de la homilía —visiblemente emocionado—, el Card. Sturla dijo: “los sacerdotes hemos sido ungidos con el santo crisma en nuestras manos y ofrecer a Dios el sacrificio de su Hijo que se actualiza en cada misa, esta es la función sacerdotal por excelencia, y la debemos realizar con todo el corazón”. Y remarcó: “la misa del sacerdote, aunque la celebre solo, está poblada de nombres, de situaciones, de angustias y esperanzas de la gente que le ha sido confiada”.
Y sobre el final indicó: “Los óleos santos que ahora bendeciremos y consagraremos son una manifestación del amor de Dios, y la Iglesia vive para dar gloria a Dios y manifestar su gloria a los hombres”.

Renovación, consagración y bendición
Luego de la homilía, el arzobispo de Montevideo invitó a los sacerdotes y diáconos a renovar su consagración y dedicación a Cristo y a la Iglesia, tal como lo hicieron el día de la ordenación.
Tras la renovación de las promesas se llevaron en procesión los óleos al altar; y el Card. Sturla los preparó. Con el Santo Crisma —palabra que proviene del latín chrisma, que significa unción—, que se consagró en esta celebración, serán ungidos los nuevos bautizados, signados los que reciben la confirmación y ordenados los futuros obispos y sacerdotes. Está compuesto de aceite de oliva puro y muy bálsamo que le imprime una fragancia muy aromática y color más oscuro.
Por su parte, también fueron bendecidos los óleos bendecidos de los enfermos —utilizado en el sacramento de la unción de los enfermos— y de los catecúmenos —utilizado como unción prebautismal en adultos y en el propia celebración del sacramento en los niños—.