La celebración de la Cena del Señor en la Fazenda de la Esperanza
Este Jueves Santo, el arzobispo de Montevideo, cardenal Daniel Sturla, presidió la misa de la Cena del Señor en la Fazenda de la Esperanza, compartiendo la celebración con la comunidad residente.
Por cuarto año consecutivo, esta significativa liturgia se llevó a cabo en el centro de Punta de Rieles, en este espacio de esperanza y recuperación. Desde 2022, el Card. Sturla elige este lugar para celebrar la misa del Jueves Santo, que da inicio al Triduo Pascual, el corazón del año litúrgico cristiano.
Como es tradición, se realizó el gesto del lavado de los pies, signo de humildad y servicio que Jesús dejó como ejemplo. En esta ocasión, el cardenal lavó los pies a doce residentes, representando a toda la comunidad.
Durante su homilía, el arzobispo profundizó el sentido espiritual de la Última Cena y explicó que “la palabra Pascua tiene que ver con ese pasar de largo del ángel exterminador en la época de Moisés”, aludiendo a la sangre del cordero que protegió al pueblo de Israel de la última plaga. A partir de esta referencia, sostuvo que “Jesús fue ese cordero en la Última Cena, Él era la nueva víctima inmolada para liberar a toda la humanidad del pecado. Su sangre derramada nos libera”.
Además, recordó que cada eucaristía actualiza este misterio de salvación, y explicó que “cuando en la misa decimos ‘Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros’, estamos recordando a Jesús, cuya sangre nos liberó del pecado”.

En un segundo momento, el Card. Sturla centró su reflexión en el gesto de humildad de Jesús al lavar los pies de sus discípulos. Invitó a la comunidad a seguir su ejemplo, diciendo: “Hagan lo mismo con la fuerza del amor, donde cada uno se hace servidor del otro”. Y añadió: “Acá en la Fazenda se vive el lavatorio de los pies, donde unos y otros nos servimos como Jesús lo hizo con los suyos”.
El arzobispo finalizó su homilía con una exhortación clara: “Este gesto nos tiene que quedar grabado: de eso se trata ser cristiano, vivir para la gloria de Dios y para el servicio de los hermanos”. Y concluyó con firmeza: “Ahí, realmente, somos liberados”.