El domingo 11 de setiembre se realizó una nueva edición de la misa criolla, en el marco de las actividades de la Expo Prado 2022. La celebración fue presidida por el cardenal Daniel Sturla.
Desde 1997, la iglesia católica participa activamente en cada edición de la Expo Prado, realizando celebraciones dentro del cronograma de actividades. El precursor de esta iniciativa fue el sacerdote salesiano Aníbal Rivero, trasladándose hasta nuestros días con dos misas por edición: en el primer domingo, la misa criolla organizada por ARU, recientemente celebrada por el arzobispo, mientras que el segundo y último domingo se desarrollará la misa organizada por ARJU, con un enfoque juvenil.
El pasado domingo, en un galpón de la Expo Prado, se reunieron cientos de fieles para participar de una nueva misa criolla. La celebración, presidida por el cardenal Daniel Sturla, contó con la compañía del padre Jorge Presentado, de la Parroquia San José de la Montaña.
Antes de iniciar la celebración, tuvo unas palabras de bienvenida Juan Carlos López “Lopecito”, quien destacó el trabajo de la iglesia católica en el hogar Juan XXIII de San José. “Hace unos días la Asociación Rural del Uruguay se entera de que hay un lugar funcionando en San José, en la ruta 45, de la iglesia católica en convenio con Inau, que ya tiene muchos años. Es una casa-hogar llamada Juan XXIII, integrada por veintitrés chicos, desde los tres hasta los catorce o quince años. Hay allí educadores y hay misioneros, que en general nunca serán la primera plana de ningún diario ni la noticia central de la radio o de la televisión. Y hacen posible que veintitrés niños tengan una familia”, afirmó, para luego explicar que esos mismos jóvenes fueron invitados a participar de la misa.
Una tradición de fe
El cardenal Daniel Sturla comenzó la homilía mencionando que la celebración “pone, como no puede ser de otra manera, lo que es el campo y la actividad rural, unida a la tradición de este país, donde la fe cristiana ha estado en el surco. Nosotros podemos decir que la iglesia ha sido partera de la patria. Y allí donde la patria ha nacido, ahí está desde el principio la presencia de los misioneros, de los frailes, de los que además fueron los primeros que sembraron la tierra, que la araron, que trajeron también, con las misiones jesuíticas, la ganadería unida a aquella que trajo Hernandarias. O sea que, gracias a Dios, podemos decir que iglesia y campo están unidos por esa raíz de la común fe cristiana, la que hace que la iglesia proclame a Jesucristo y tenga esa resonancia particular en aquellos que sienten viva la tradición de lo que es el Uruguay”, explicó.
Posteriormente, aclaró que la fe en Cristo “nos hace sentirnos hermanos unos con otros, sin diferencias de razas, de color, de bandera política, de situación social; sabemos que somos hijos del mismo padre Dios, de un padre que nos ama”.
Cada vida importa
El arzobispo comenzó a reflexionar en torno al evangelio, realizando un repaso entre las lecturas realizadas: “Escuchamos dos parábolas, la oveja perdida y la dracma perdida (es decir, una moneda valiosa). ¿Qué le sigue luego? La más linda parábola del evangelio y, quizás, una de las páginas más hermosas de la literatura universal: la del hijo pródigo. Inmediatamente después, continúa con la frase: ‘Un padre tenía dos hijos’, y ahí nos cuenta esa historia del hijo sabandija que se fue y se gastó la plata, pidiéndole la parte de la herencia que le tocaba”.
El cardenal aclaró que “ninguno de los dos hermanos había comprendido la realidad de ese hogar, que era el amor misericordioso de Dios, del padre, por ellos. En la parábola, el pastor deja las noventa y nueve ovejas y va en busca de esa; la mujer deja las nueve monedas y va a encender la luz; el padre del hijo pródigo va a otear el horizonte para ver si, algún día, vuelve su hijo”.
Posteriormente, remarcó un aspecto central: “Importa cada uno de nosotros; eso es lo que el Señor quiere enseñar. No dar a nadie por perdido. Todos tenemos un valor infinito, como hijos amados de Dios. Ese hijo no vuelve porque recuerde el amor del padre, lo hace porque le duele la panza, porque tiene hambre. Vuelve por la comida, pero se encuentra con el amor de Dios”, afirmó. Asimismo, de acuerdo con su criterio, “la frase más bonita que dice el evangelio del hijo pródigo es ‘El padre lo vio de lejos, se conmovió y corrió a su encuentro’. Así es Dios. Otea el horizonte, está pendiente de nosotros, y basta un gesto de ir hacia su casa, más allá de que el motivo no sea el más puro, para que salga al encuentro, nos abrace y haga fiesta. ¡Qué lindo es ser cristiano! ¡Qué lindo es creer en el amor de Dios!”, celebró.

Momento de la consagración del pan y del vino. Fuente: Romina Fernández.
Encomendados a Jacinto Vera
Durante su prédica, el cardenal exhibió un aviso necrológico de la Asociación Rural del Uruguay, correspondiente a un boletín del 15 de mayo de 1881, para luego leer en alto una parte del documento. “La sociedad montevideana fue sorprendida el día 6 del corriente con la inesperada noticia del fallecimiento del ilustre jefe de la iglesia nacional, don Jacinto Vera, acontecido en la Sierra de Pan de Azúcar, en el desempeño de las constantes y frecuentes misiones apostólicas que hacía por la campaña. Si bien es cierto que el señor Vera era muy querido y venerado en esta ciudad de Montevideo, también es cierto que la sencilla gente de los campos le tenían por uno de aquellos santos que, según el génesis, subían y bajaban por la escala de Jacob; bajando siempre según su criterio a encargarse de las necesidades de los pobres habitantes de campaña, y subiendo, por medio de la oración, para alcanzar el remedio a sus necesidades y el buen desempeño de sus peticiones”.
“¡Que linda esta necrológica de la Asociación Rural sobre nuestro primer obispo –y, esperemos, próximo beato-! El artículo decía que ‘explicaba, en lenguaje sencillo y comprensible para la población rural, las verdades de la fe’, y termina narrando que ‘siempre se le vio del mismo modo que lo hemos visto en el ataúd: risueño, manso, atrayente”, leyó el arzobispo.
Culminando su homilía, expresó su intención de “pedirle a don Jacinto, por su intercesión, que nos conceda la gracia que más necesitamos’. Pedimos por este mundo rural que él conoció como campesino. Necesitamos que al campo le vaya bien, para que a todos nos vaya bien”, concluyó.
Las ofrendas del campo
Comúnmente, durante el ofertorio, los fieles ofrecen el pan y vino. Para esta celebración especial, los integrantes de ARJU y del hogar Juan XXIII, prepararon una serie de objetos adicionales para las ofrendas, cada uno con su propio significado.

Ofrendas para la misa. Fuente: Romina Fernández.
En primera instancia, se ofrecieron las banderas de Uruguay y de la Asociación Rural. La segunda ofrenda fue una guitarra, para representar la defensa del folklore y en la memoria de Fernando Ximénez, cantor fallecido el pasado 25 de agosto. A continuación, se entregó una montura de una potranca, de parte de los niños del hogar. Posteriormente, se ofreció una edición del libro de los 150 años de ARU, simbolizando la historia de la organización. En quinto lugar, se dejó junto al altar un poncho, representando la lana que cobija a toda la patria. Luego se hizo entrega de una histórica rueca de Roca, con más de cien años de historia hilando. Para finalizar, los jóvenes le dejaron al cardenal una cruz hecha por un guasquero de Lavalleja, para representar a dicha disciplina, nombrada como patrimonio cultural inmaterial del Uruguay.