El arzobispo de Montevideo hace un repaso de los diez años de su servicio y reflexiona acerca del futuro de las comunidades católicas.
Daniel Sturla (64) se levanta todos los días a las 06:30 horas. A las 7 se dirige a la capilla que está ubicada en su casa y reza la liturgia de las horas o laudes o celebra misa, si no tiene en otro lado. Luego desayuna y hojea el diario. Después comienza la jornada cargada de actividades: audiencias, visitas pastorales a parroquias, eventos y reuniones con sacerdotes, religiosas, laicos y personalidades de distintos ámbitos de la sociedad.
Los sábados y domingos son los días de mayor actividad para Sturla. Preside misas en parroquias, confiere el sacramento de la confirmación a jóvenes y adultos y participa de fiestas patronales. “Trato de estar en la calle, salir y recorrer. Ir a donde me llaman”. Hasta el año pasado, sus jornadas terminaban cerca de la medianoche, pero en los últimos meses empezó a acostarse a las 22 horas para rendir mejor.
Esta rutina la repite, con alguna variante más, desde hace diez años, cuando asumió como arzobispo de Montevideo el 9 de marzo de 2014 y sucedió en el cargo a Mons. Nicolás Cotugno, a quien conoce desde hace más de cuarenta años. “Compartí con él la etapa del Tirocinio, la práctica pastoral entre la Filosofía y la Teología en Talleres Don Bosco. Yo era un joven seminarista salesiano de veintidós años y él era director de la obra”.

Sturla junto a Nicolás Cotugno y Artigas de Agostin, salesiano coadjutor.
Entre 2012 y 2014 colaboró con Mons. Cotugno en el gobierno de la Iglesia de Montevideo junto con Mons. Milton Tróccoli, el otro obispo auxiliar. “Lo considero un hermano, hicimos una amistad muy fuerte”, dice sobre el actual pastor de la diócesis de Maldonado-Punta del Este-Minas.
Sturla recibió a Entre Todos en la Curia Arquidiocesana, donde vive desde hace doce años. Lo que sigue es un resumen de la entrevista.
¿Cómo llega a estos diez años como arzobispo de Montevideo?
Diez es un número importante de años para esta tarea que es muy demandante. En estos diez años he servido al Señor, al igual que en mi vida anterior como sacerdote salesiano y antes como laico. Son diez años de servicio intenso al Señor en una actividad muy fuerte, con una misión de mucha responsabilidad, que la siento sobre mis hombros. Así que también llego un poco cansado.
¿Le quedó algo pendiente en la congregación salesiana?
Fui muy feliz como sacerdote salesiano. Pasé treinta y tres años de mi vida bajo el techo de Don Bosco. Aprendí y gocé mucho. Integré muy lindas comunidades. Tuve experiencias apostólicas muy fuertes y de distinto tipo, desde el trabajo con los chicos más pobres en Tacurú y en los oratorios hasta el trabajo con jóvenes estudiantes en el Instituto Juan XXIII y Talleres Don Bosco, una obra emblemática de la congregación. También estuve a cargo de la formación de los salesianos durante muchos años. Después fui nombrado provincial. Lo que me quedó medio trunco fue que no pude terminar el período, que dura seis años, porque fui nombrado obispo.
Me hubiera gustado trabajar en el interior del país porque casi todos los salesianos sirven en distintos puntos del Uruguay. A mí nunca me tocó, siempre estuve en Montevideo. Siempre viví en la capital.

Sturla junto a sus hermanos y sobrinos tras celebrar su primera misa como sacerdote salesiano el 22 de noviembre de 1987.
¿Monseñor Nicolás Cotugno le dio algún consejo cuando usted tomó posesión de la arquidiócesis?
No en ese momento. Pero sí recuerdo de un consejo que me dio cuando estábamos en Talleres Don Bosco. Nicolás siempre procuraba que nosotros buscáramos la unión con Dios. Él tiene un corazón contemplativo que lo ha llevado a subrayar esa dimensión de la vocación salesiana. Cuando nos reuníamos, me preguntaba: «¿Cómo está tu unión con Dios?». Eso me ayudaba a enfocar la vida en medio de una actividad que hacíamos los ‘tirocinantes’ en Talleres Don Bosco, que arrancaba a las 05:30 horas y terminaba a las 23:15 horas. Estábamos todo el día hacha y tiza.

Sturla y Cotugno se saludaron en el cambio de mando. Fuente: DECOS Montevideo (archivo)
En una entrevista que le realizaron Emiliano Cotelo y Rosario Castellanos en el programa En Perspectiva (El Espectador) unos días antes del 9 de marzo de 2014, usted declaró que una de sus mayores inseguridades era su juventud para asumir el cargo. ¿Por qué?
No me acordaba de eso. No sé cómo fue la respuesta en su momento. Creo que más joven por edad, porque tenía cincuenta y cuatro años, era porque llevaba poco tiempo de obispo. Yo llevaba apenas dos años de obispo auxiliar. En comparación con otros hermanos obispos, yo era el más reciente de la Conferencia Episcopal del Uruguay. Eso me pesó más que la edad, porque a los cincuenta y cuatro años bien que uno tiene la edad suficiente para asumir responsabilidades (risas).
Además, en la entrevista de Cotelo y Castellanos, usted dijo: “Me gustaría que el rostro de la Iglesia de Montevideo no sea solo el del arzobispo”. Hoy, con el pasar del tiempo, ¿se generaron otros rostros que representan a la arquidiócesis?
Bueno, espero que sí. De hecho, creo que hay muchísimas personas de Iglesia que tienen una fuerte presencia en los medios. Por ejemplo, el P. Juan Andrés Verde. Pero también hay otros hermanos obispos que no están tan presentes en los medios, pero sí hablan de la Iglesia. Pienso en experiencias interesantes como la de Chespi (Gabriel Muscarelli), un laico católico que aparece en el servicio a los más pobres de un modo extraordinario.
Por otro lado, están los laicos que están en política. Por ejemplo, todo lo que es Prudencia Uruguay, este movimiento que surgió para hacer pensar el tema de la eutanasia, algunos de ellos son católicos. Ellos también son rostro de la Iglesia.

El día que tomó posesión de la arquidiócesis, 9 de marzo de 2014. Fuente: DECOS Montevideo (archivo)
¿Cuáles fueron los desafíos con los que se tuvo que enfrentar al asumir?
Un desafío urgente fue el financiero. La Arquidiócesis de Montevideo estaba en una situación difícil desde el punto de vista financiero, no tanto económico. Lo que faltaba era dinero para cumplir las obligaciones que teníamos. Tuvimos que recurrir al apoyo de los fieles, al igual que hacemos hoy. La Iglesia hace mucho y las obras requieren mantenimiento. Por lo general, la gente colabora con las obras sociales, no tanto con la arquidiócesis directamente. La arquidiócesis tiene que bancar económicamente la formación de los seminaristas, el Hogar Sacerdotal y ayudar a las parroquias carenciadas. Estos son los tres grandes gastos que tiene la Iglesia.
El desafío mayor fue la evangelización en los barrios populares de Montevideo. ¿Por qué? Porque la Iglesia está para evangelizar y porque es evidente que hay un descenso grande de la participación en la vida de la Iglesia, que se da en la mayoría de los barrios de Montevideo y fuertemente en los barrios más populares de la capital.
¿Cómo hacer para evangelizar? Este es el desafío que sigue presente. Hay que cambiar un poco la mentalidad de muchas cosas que antes se hacían en otro contexto cultural y eclesial y que hoy hay que mirar de otro modo.
Al asumir como arzobispo de Montevideo, usted pasó a ser una figura pública, ¿cómo se lleva con las críticas?
Al principio me impactaron un poco. Después empecé a hacerme de cierta coraza a la crítica acerba y venenosa, sobre todo en las redes sociales. No leo los comentarios o leo alguno al pasar y veo por dónde viene. Entiendo que la gente larga mucho veneno y eso es negativo. Pero eso no me influye mucho, ni es el principal dolor que he tenido en este tiempo.
Con motivo de estos diez años, en setiembre del año pasado, a través de la Vicaría Pastoral, se hizo un llamado para elaborar nuevas recomendaciones pastorales. ¿De qué se trata esto?
Cuando asumí hace diez años, lo que hice fue tratar de elaborar recomendaciones pastorales y para eso se hizo una mirada a la realidad, en el que la pregunta clave era cuál es el impacto religioso en la sociedad montevideana. Fue una tarea muy importante, que realicé junto con el P. Javier Galdona, que fue mi primer vicario pastoral. A partir de ahí, se elaboraron recomendaciones pastorales. Pasados estos diez años, me parece que era el momento de hacer una revisión, tanto del análisis de la realidad como de los sueños que uno tiene y de las urgencias pastorales.
Se trata de una amplia consulta a todas las parroquias, colegios, obras sociales, movimientos. Creo que es muy rico. Ha salido un documento en el que se presentan todas las voces. El papa Francisco insiste con la escucha, la sinodalidad. Esto es lo que estamos viviendo aquí.
Varias parroquias de Montevideo están integradas únicamente por adultos mayores. ¿Cómo ve el futuro de esas parroquias cuando esas personas ya no estén más?
Es un punto muy doloroso. Cuando voy a una comunidad parroquial o a una capilla de barrio y veo que solo hay personas mayores, me quedo con esta pregunta. Hace muchos años (Joseph) Ratzinger, antes de que se convirtiera en Benedicto XVI, tuvo una profecía [Ndr: Una intervención de 1968 que se tituló ¿Qué aspecto tendrá la Iglesia del año 2000? publicada en el libro Fe y futuro]. Él habló de una Iglesia del futuro integrada por comunidades más pequeñas sin la posibilidad de llenar edificios grandes que se habían construido en épocas distintas, ni de cumplir roles sociales que la Iglesia cumplió en el mundo occidental. Pero él decía que esas comunidades pequeñas, en la medida en que vivieran la fe en Jesucristo con alegría y profundidad, iban a ser focos de luz, que en algún momento la gente desencantada del mundo moderno y vacía interiormente iban a buscar esa luz que el hombre necesita para ser feliz.
Creo que los próximos años serán difíciles en muchas situaciones. Pero hay algo increíble. Uno ve la vitalidad de la Iglesia en muchas cosas y ve cuando la gente tiene hambre de Dios. Uno percibe que donde una comunidad cristiana trabaja seria, profesionalmente y con mucha fe, los frutos están. Lo que pasa es que no podemos pensar que si hacemos la misma actividad que hace cincuenta o veinte años en un barrio de Montevideo, la gente va a venir. Hoy tiene que ser una realidad distinta, hay que salir y caminar por las calles de los barrios. Hay que hacer propuestas nuevas que atraigan. Esto ya se viene haciendo y hay frutos abundantes. Hay que seguir. Eso supone un cambio de mentalidad, que no siempre es fácil, y tener los recursos humanos para que la liturgia sea hermosa y la celebración sea bien hecha. Para que los templos estén abiertos más horas durante el día y para recibir a quienes llegan.

El Card. Sturla durante una visita pastoral en la parroquia Santa María de la Ayuda, en el Cerro, en 2019. Fuente: Federico Gutiérrez (archivo)
Según los cálculos, por su edad estará diez años y medio más al frente de la Iglesia de Montevideo. ¿Cómo ve el futuro de la arquidiócesis durante la próxima década?
Estoy en las manos de Dios y bajo la obediencia del papa. Creo que mirar diez años para adelante es mucho, por eso voy a tratar de mirar cinco, si Dios me da vida y salud. Lo que veo es que hay experiencias muy diversas en Montevideo, que es una ciudad que tiene una recepción del evangelio que varía de acuerdo a los barrios. La vitalidad va a estar en la medida en que haya un cierto cambio de mentalidad que nos haga más misioneros, más evangelizadores, más orantes y más servidores. Veo que hay lugares donde esto se vive y veo que esas comunidades florecen. Lo que deseo es el contagio del bien. La mala onda o el mal se contagian. El bien también se contagia. Y cuando hay una espiritualidad fuerte, cuando hay un amor de Dios grande, cuando hay un amor a la gente, cuando hay creatividad, cuando hay un trabajo seriamente hecho esto también se contagia y eso puede llevar a que haya florecimiento. No me imagino una Iglesia en crecimiento, sino una Iglesia alegre y vital, aunque sea más pequeña.
¿Cómo piensa que será recordado en la historia de la Iglesia uruguaya?
Ah, no. No lo pienso. Porque lo que me interesa es, en definitiva, hacia el futuro, después de mi muerte, es que Dios pueda recibirme.
Por: Fabián Caffa
Redacción Entre Todos
3 Comments
Excelente entrevista. Y que siga la buena misión de nuestro Cardenal en los próximos años.
Que estos 10 años restantes el Señor los bendiga para el bien del Cardenal y de la Aquidiócesis!!!Buen Camino!!!
Me pareció muy buena toda la entrevista al Cardenal Sturla y reflejan la inmensa Fe tanto en su vida como en los laicos comprometidos con la Iglesia. Hasta otro día en la Oración