El domingo 2 de junio nuestra Iglesia celebró la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
La solemnidad de Corpus Christi nos recuerda la gracia de recibir la Eucaristía y los frutos que la comunión nos entrega. Por un lado, acrecienta nuestra unión con Cristo, pero también genera muchas otras gracias: fortalece la unidad de nuestra Iglesia, alimenta nuestra vida espiritual, renueva nuestra vida de gracia recibida en el sacramento del bautismo, otorga el perdón de los pecados veniales y preserva de los pecados graves, sostiene nuestras fuerzas a lo largo de peregrinar en esta vida y desea la vida eterna.
Precisamente, para agradecer su infinito regalo, cientos de fieles participaron de la procesión de Corpus Christi, con el objetivo de adorar, una vez más, a Dios, vivo, verdadero y presente en la Sagrada Comunión.
La procesión partió de la parroquia San Miguel Garicoits (Los Vascos) próximo a las tres y media de la tarde. Al llegar a la intersección de Mercedes y Av. Libertador, cientos de fieles aguardaban para sumarse al recorrido, rumbo a la parroquia Nuestra Señora del Carmen (Aguada). A pesar del frío y la lluvia, se vivió un clima de fiesta.
Corpus en primera persona
«¡La experiencia de este Corpus Christi fue muy buena! Vinimos con el grupo de niños de la parroquia de Punta Carretas, y fue un gran desafío poder convocarlos, lograr que todos pudiesen participar. Cuando parecía que todo estaba resuelto y programado, el tiempo no nos acompañó. Fue una pena, porque originalmente no solo iban a participar los chicos, sino todas sus familias», explicó Silvana Jubín, catequista de dicha comunidad.

Luego de la procesión, hubo un momento de oración frente al Santísimo Sacramento. Fuente: R. Fernández
No obstante, desde su perspectiva, el resultado fue ampliamente satisfactorio: «En los días previos, con los catequistas trabajamos para estimularlos y que participen. A pesar del tiempo, la sensación fue hermosa. Primero, destaco el momento en el que el cardenal pasó con el Santísimo hacia la custodia, porque pudimos con los chicos tirarle esos pétalos de rosas que habíamos preparado. En ese momento todavía no llovía, y después ni bien íbamos a empezar la procesión con Jesús adelante, se larga a llover muy fuerte. Lógicamente, todos terminamos mojados en ese cordón, pero alegres de corazón. En ese momento nos acompañó Jesús, y ver a los chicos presentes fue algo muy hermoso. También fue lindo encontrarnos y compartir con otros catequistas, con amigos y conocidos. Es gratificante pensar: ‘Bueno, no soy la única que está loca de amor por Jesús, caminando un domingo bajo lluvia’. La procesión es una manera de renovar este compromiso con él».
De igual manera, para Daniel ‘Tito’ Javier, integrante del Liceo Jubilar y de la Fraternidad Contemplativa María de Nazaret, la sensación al acabar la procesión fue de profunda satisfacción: «Creo que fue un momento lindo, lleno de la presencia de Dios. Ver la calle llena de gente que estaba desafiando a la lluvia fue movilizador. Es linda la experiencia de poder caminar junto con Él, superando esas dificultades, y además compartirlo juntos como Iglesia en Montevideo. Caminar a la par, como Iglesia, nos ayuda a sortear los desafíos que aparecen en nuestras vidas. Al final, me quedo mucho con el testimonio de los niños, de las personas mayores, de los jóvenes; que estuvieron a pesar de todo. Creo que muchas generaciones tienen un mismo sentir, que es encontrarse con ese cuerpo de Jesús que se parte y se comparte».
¡Alabemos al Señor!
El Card. Sturla participó de la celebración eucarística en la parroquia de la Aguada, luego de la procesión y adoración frente al templo. El arzobispo de Montevideo optó por una homilía breve y concreta, en la que destacó el gesto de Dios de entregar a su Hijo en la sencillez del pan y del vino.
«Queridos, ya de por sí, hoy no es un día para largos sermones, sino, sobre todo, para admirar, contemplar, agradecer, alabar, y adorar. Eso es lo que hemos hecho en esta tarde, desafiando a la lluvia. Se ve que el Señor nos quiere poner a prueba (risas). El año pasado ocurrió con la beatificación de Jacinto Vera, y este año en la procesión de Corpus Christi. Aparte acá llegó a llover, puntualmente, a las tres y media. ¡Impresionante! Así que ahora vamos a continuar nuestra santa misa. Hay tantos himnos hermosos a la Eucaristía, pero siempre que puedo elijo el himno final que hicimos en la adoración. ‘Cantemos el amor de los amores, cantemos al Señor. Dios está aquí’. Y, precisamente, Dios que está aquí, ese pan y vino que se transforman en su cuerpo y en su sangre, al que hemos adorado a lo largo de la peregrinación. ¡Alabemos y bendigamos al Señor!”, expresó el cardenal, para luego continuar con la celebración.
Por: Leandro Lia
Redacción ICM