Rebelión en la granja, de George Orwell
Por Laura Álvarez Goyoaga
El simbolismo es un sistema que nos permite entender el mundo a través de representaciones. Funciona en base a la asociación de ideas que promueven los símbolos, y las redes que de estos van surgiendo. Los seres humanos, podemos decir, somos “animales simbólicos”. El símbolo, que podemos definir como algo que sugiere o representa algo diferente, mediante una asociación, una relación o una convección cultural, es nuestra forma típica de conocer.
Por otra parte la alegoría, una figura literaria que se apoya en el uso de símbolos, se define como una serie de metáforas encadenadas entre sí a la hora de contar una historia, de manera que en realidad está hablando de otra cosa.
Rebelión en la granja (Animal farm), tal vez el libro más famoso del escritor inglés George Orwell (1903-1950), es una alegoría. Se trata de una fábula satírica escrita en 1945 acerca de una granja donde los animales derrocan al borracho Mr. Jones, toman el poder y forman su propio gobierno, que acabará convirtiéndose en una tiranía brutal. El autor expresamente aclaró que la escribió con contenido simbólico, en referencia a la Revolución Rusa y la corrupción del socialismo soviético en los tiempos de Stalin.
Rebelión en la granja fue escrita durante la Segunda Guerra Mundial, se publicó en 1945, pero no comenzó a ser conocida por el público hasta finales de los años 50. Tuvo en su tiempo numerosos problemas de crítica y censura, ya que por aquella época Inglaterra era aliada de la Unión Soviética. Se la considera una de las novelas más importantes del siglo XX. Ha sido traducida a quince idiomas y fue elegida entre las cien mejores novelas en habla inglesa por la revista Time.
En su argumento, dirigidos por dos cerdos jóvenes (Snowball y Napoleón), e inspirados en el encendido discurso de un anciano cerdo llamado el Viejo Mayor, los animales expulsan al granjero de su propiedad. El respetado Viejo Mayor logra convencerlos de que los humanos son culpables de la miserable existencia que sufren; y que para derrotarlos deben actuar en perfecta unidad. Tras la victoria, la nueva sociedad animal se organiza bajo las ideas del Viejo Mayor, a las que llaman ‘Animalismo’ y los cerdos, que aprenden a leer y escribir, se establecen como líderes. En la pared del granero, se estampan los siete mandamientos del ‘Animalismo’:
Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es un amigo.
Ningún animal usará ropa.
Ningún animal dormirá en una cama.
Ningún animal beberá alcohol.
Ningún animal matará a otro animal.
Todos los animales son iguales.
Al principio las cosas funcionan mejor que antes. Los animales trabajan más porque no están esclavizados y saben que disfrutarán del los frutos de su trabajo. Sin embargo, pronto empiezan los problemas con los cerdos, quienes comienzan a abusar de su poder. Hay luchas internas, de las cuales resulta vencedor Napoleón. La tiranía aumenta hasta el punto de forzar a animales inocentes a ‘confesar’ falsos delitos de traición y hacer ejecuciones públicas. Después, los cerdos deciden que tienen derecho a dormir en camas y a beber alcohol. Los mandamientos comienzan a ser modificados para justificar dicho comportamiento. Así «Ningún animal beberá alcohol» se convierte en «Ningún animal beberá alcohol en exceso».
Los años pasan y la granja se expande. Sin embargo la vida para los animales que no son cerdos es cada vez más dura. Los cerdos pronto deciden andar en dos patas, y vestir ropa humana. Los antiguos mandamientos han desaparecido y se han reducido a una sola ley: «Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.
Rebelión en la Granja es una feroz crítica del totalitarismo. La alegoría nos muestra a una comunidad de bienintencionados animales que se rebelan contra sus opresores amos humanos, para acabar gradualmente cediendo el poder a un nuevo y corrupto liderazgo, en el camino de la revolución hacia la tiranía. El tema principal de la obra es el abuso de poder, y cómo este corrompe a los que lo poseen, llevando a la avaricia, la discriminación y la traición. Los cerdos de Rebelión en la granja usan su poder para manipular y engañar a los otros animales, y afianzar su dominio sobre ellos.
George Orwell no era cristiano; en más de una oportunidad se declaró ateo, e incluso manifestó hostilidad hacia la iglesia como institución. No obstante ello, compartía la perspectiva católica en varios aspectos culturales, y era un humanista. Su coraje político y su seriedad moral lo llevaron a afirmar que el descaecimiento de la religión en el mundo moderno había dejado un vacío espiritual abierto a la colonización de las ideologías totalitarias.
Este comentario social sobre la corrupción y la hipocresía que relata los detalles de la revolución socialista en Rusia, puede extrapolarse a una crítica sobre la corrupción y la hipocresía de cualquier gobierno u organización. El abuso de poder puede existir en cualquier estructura social. Todo crimen que simbólicamente se perpetra en Rebelión en la granja también se ha cometido en la vida real, a lo largo de la historia de la humanidad, incluyendo en ellos las amenazas, mentiras, intimidaciones, y tergiversación o manipulación ideológica a través de los medios de prensa y propaganda. A diario somos testigos, en el mundo y en nuestra sociedad, de cómo élites con mayores recursos de todo tipo, controlan el poder.
¿Cómo se convierte una mentira en verdad? Orwell deja al descubierto con su fábula las falacias de propuestas ideológicas que predican la deconstrucción como la solución final, pero se basan en la propaganda mentirosa. En la trama, Napoleón designa a su congénere Squealer (delator en español), un maestro de la retórica, para que mediante ingeniería verbal, elabore y difunda los razonamientos y eslóganes para alinear a las masas y deconstruir la historia. Una tarea que le resulta tristemente fácil. Si algo nos muestra Orwell es que no es difícil retorcer, manipular y mutilar la verdad para adecuarla a los requerimientos de una ideología.
“Las masas populares sin religión son reclutas para la demagogia, pero no ciudadanos aptos para la democracia”, dijo monseñor Mariano Soler, primer arzobispo de Montevideo.
Como en el universo orwelliano de Rebelión en la granja, en nuestra relativista realidad actual, las confusiones de una cultura en permanente cambio, y las tan incisivas como diversificadas herramientas de comunicación, nos dejan expuestos. En este punto, ‘verdades’ subjetivas llegan a imponerse, en algunos casos hasta con jerarquía de normas legales. De allí a que, por más verdades objetivas en que se sustenten nuestras libres opiniones, si se contraponen a la sensibilidad del momento, se las silencia y hasta se las criminaliza. A modo de ejemplo, ya está en el marco normativo de varios países, tras la legalización del aborto, la penalización de la libertad de conciencia para quien, apoyado en ella, se niegue a ejecutarlo. Lo mismo vale para quien exprese opiniones personales fundadas, que contradigan la ideología de género.
¿Qué podemos hacer frente a esta realidad? ¿Cuál es nuestro rol para marcar una diferencia? Trabajar cada día más con esfuerzo, compromiso y firmeza, por la Verdad.
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