La familia francesa se estableció en Montevideo para colaborar en la parroquia Nuestra Señora de la Fundación: visitan a los vecinos, impulsan actividades y ayudan a que la comunidad crezca en la fe.
Salir de misión implica dejar la propia comodidad para acercarse a otras personas y transmitir el Evangelio con hechos y palabras. Algunos lo hacen en su país; otros, en un lugar distante. Algunos parten solos; otros, acompañados. Y hay quienes dan ese paso en familia.
Ese es el caso de Audrey —Andrea— y Alexandre —Alejandro— de La Morinerie, de treinta y cuatro y treinta y dos años, que llegaron desde Francia a Uruguay en setiembre pasado con sus cuatro hijos —Heloise (5), Victoire (4), Maxence (3) y Brune (1)— para misionar en el territorio de la parroquia Nuestra Señora de la Fundación, en el Cerrito de la Victoria.
La entrevista con Entre Todos transcurre allí, un viernes de noviembre por la tarde. Andrea y Alejandro llegan con su hija menor, porque los otros niños están en horario escolar, en el colegio Elisa Queirolo de Mailhos, al que ingresaron apenas arribaron al país. Esperan su quinto hijo en abril. Aún no saben si será varón o niña, prefieren que sea una sorpresa. Lo que sí tienen claro es que nacerá en Uruguay, porque permanecerán aquí por dos años, hasta setiembre de 2027.
La que más interviene es Andrea, que maneja mejor el español. Alejandro llegó sin saber una sola palabra —igual que los niños— y, aunque todavía habla con cierta dificultad, ya logra expresarse después de tres meses en el país.
A continuación, un resumen de la entrevista.
¿Cómo es su vida de fe? ¿Cómo la viven en familia?
Andrea: Nuestras familias son católicas. Vamos a misa cada domingo. Alejandro tiene una hermana que es religiosa en España de la congregación de María Stella Matutina. Participamos en distintos grupos de oración y reflexión, aunque con los niños muy pequeños se volvió más difícil sostenerlo. Es también por razón de fe que estamos aquí: para vivir una misión con la Iglesia y para servirla.
¿En qué momento surgió el deseo de misionar fuera de Francia?
Andrea: Primero teníamos el deseo de ir de misión y luego empezamos a buscar en el extranjero un lugar para llevarla a cabo. Tuvimos el contacto del padre Sebastián Pinazzo, quien nos habló de Uruguay, y con las hermanas que están aquí [de Stella Matutina], que nos dieron otras informaciones. Estuvimos aquí a finales de abril, viajamos por una semana para ver un poco el país y nos gustó mucho. Nos gustó mucho el país, la gente…
Alejandro: Los sacerdotes, la fe. Uruguay es un país como Francia: muy laico, pero los sacerdotes y los fieles tienen mucha fe. Estamos en una buena dirección para vivir nuestra fe y para estar a las órdenes de la gente.

¿Cómo se vive la religiosidad en su país?
Andrea: Me parece que está cambiando porque tenemos más personas que se convierten. Hay generaciones que no tuvieron mucha fe y ahora la tienen, y es una fe verdadera. Nadie va a misa si no tiene fe. Es como en Uruguay, donde la gente que es católica —y se dice ser católica— tiene una fe importante. Para nosotros no es muy diferente de lo que conocíamos en Francia, como ver parroquias donde no hay tanta gente.
¿Cómo fue el proceso de discernimiento?
Andrea: Los dos queríamos hacer algo para servir, para dar nuestro tiempo a los otros. También queríamos vivir esta experiencia en familia, con los niños. Cuando nos casamos queríamos empezar a trabajar. Esto es algo que vino después. Tuvimos diferentes etapas pensando en qué podíamos servir en Francia, estuvimos en contacto con asociaciones de nuestro país para hacer algo ahí, pero luego nos pareció que era mejor ir al extranjero para vivir algo diferente.
¿Qué servicio concreto desempeñan en la parroquia?
Andrea: Nuestra misión es ayudar a la parroquia para que tenga más vida, más gente venga y se acerque a Jesús. Pero lo primero que intentamos hacer es proponer cosas para ayudar a la gente del barrio, porque hay muchas necesidades. Para nosotros ser católico también significa ayudar al otro. Lo que estamos haciendo ahora es pensar lo que puede ser útil para la gente del barrio y, a través de esas actividades de ayuda, empezar a hablar más de la fe. Por ejemplo, a principios de noviembre empezamos con apoyo escolar: tenemos más de diez niños que vienen a la parroquia a recibirlo, y tres o cuatro de ellos van a la catequesis del sábado. También empezamos con una sesión de lectura bíblica los lunes junto con algunas parroquianas y otras personas que estaban interesadas. También hicimos una clase de pilates [risas]. Organizamos un bingo y una venta de ropa. La gente sabe que estamos aquí de misión porque decimos que somos misioneros para la parroquia, y porque rápidamente empezamos a hablar de la fe. Lo que vemos ahora es que hay mucha gente que quiere ayudar. Hay mucha gente que quiere que la parroquia esté más viva, que haya más sentido de comunidad en este barrio.
Alejandro: Los uruguayos quieren ayudar. La semana pasada fuimos al Cerrito y la gente nos preguntó cómo podían ayudarnos y cómo podíamos trabajar juntos para hablar de la fe, para organizar actividades.
Andrea: Fueron muchos los uruguayos que donaron cosas para nosotros. Nuestros niños tienen juegos, libros; en la cocina tenemos lo necesario para cocinar. Tuvimos muchas donaciones antes de llegar. Para el apoyo escolar tenemos tres personas que vienen cada semana, porque no hablamos tan bien el español. Para el bingo tuvimos cinco jóvenes que vinieron desde el Cerrito para hacer la animación. Vinieron jóvenes de otras partes para ayudar, así como parroquianas de aquí.
Alejandro: Empezamos un grupo de jóvenes. La primera vez vinieron cinco o seis personas, que para ser la primera vez es mucho.
Andrea: Son jóvenes que vienen a la misa —o que no vienen todo el tiempo— pero que encontramos en el barrio y ahora están interesados.
Alejandro: Me parece que hay mucha gente que tiene preguntas sobre la fe, sobre cómo vivir siendo católico en la sociedad. Son muy buenas preguntas, y probamos encontrar respuestas juntos.

¿Misionan puerta por puerta en el barrio?
Alejandro: Sí, dos veces por semana, vamos junto con Andrea, otras parroquianas y personas del barrio. Vamos para hablar con la gente, para conversar sobre la fe. Tenemos muy buenos encuentros. A la gente le gusta hablar de su vida, de la fe. Estamos aquí para compartir la vida con la gente y rezar juntos.
Andrea: No todo el tiempo tenemos buena recepción. Cada vez que vamos puerta a puerta, tenemos una o dos discusiones muy buenas con la gente. Todo depende de cómo empieza la discusión. Pero hay gente que se motiva por las actividades, y luego nos preguntan muchas cosas sobre la fe. Por eso las actividades son una manera de empezar a tener un vínculo; y la gente se siente acogida.
¿Qué significa para ustedes vivir esta misión en familia?
[Se miran y sonríen]
Andrea: Es un desafío porque nuestros hijos son muy pequeños y no eligieron venir. En Francia trabajamos mucho para explicarles y acompañarlos, para que todo resultara bien. Cada día seguimos el ritmo de los niños. No queremos hacer cosas para nosotros. Nuestra familia es lo más importante y también forma parte de la misión: pensamos cada detalle para que ellos se sientan bien. A la vez, nos importa vivir la misión con ellos. Durante el apoyo escolar, por ejemplo, están aquí y juegan con los otros niños. En otras actividades ocurre lo mismo. Hacen cosas con nosotros: cocinan tortas conmigo para los eventos y se muestran motivados para ayudar. Así les mostramos que tenemos fe, que la carrera y el trabajo no ocupan el primer lugar. Hoy son demasiado pequeños para entenderlo, pero cuando crezcan verán que elegimos a Jesús antes que al trabajo.

¿Cómo se cría a un hijo, en un contexto de misión, con una cultura diferente a la suya?
Andrea: Con amor, primero [risas]. Con presencia y con paciencia porque son muy pequeños. Por Whatsapp, se puede llamar de manera muy fácil a nuestras familias. Nuestros hijos se escriben con los niños de la escuela a la que iban en Francia. Es una manera para que ellos vean que hay cosas diferentes, hablar de eso con nosotros y con los niños de Francia. Hay cosas que son mejores aquí [risas] y hay cosas que teníamos en Francia y no las tenemos aquí. Eso exige que les tengamos que explicar.
¿Qué esperan aportar a la Iglesia en Uruguay desde su experiencia como familia misionera?
Alejandro: La presencia. Trabajar junto con los sacerdotes, los parroquianos y la gente del barrio. La Iglesia necesita la presencia de los fieles. Por eso pensamos que es muy importante que participemos en el trabajo de la Iglesia.
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