Sobre Jorge Mario Bergoglio (1936 – 2025). Escribe el diácono Juan de Marsilio.
‘Sanata’ llama el porteño al discurso vago e inconexo, pero dicho con pose de saber mucho. No debe confundírsela con el italiano Loris Zanatta (1962), catedrático de Historia de América Latina en la Universidad de Bolonia, autoridad mundial sobre el peronismo, que usa su saber para pegarle duro al papa Francisco en varios libros, también en el último de ellos Bergoglio: una biografía política, publicado unos dos meses antes del deceso del santo padre.
Sigamos con el habla popular: ¡ser el papa no es una papa! Y a cada sucesor de Pedro, en tanto ser humano, le aplica aquello de no ser moneda de oro para caerle bien a todos. Esto último no solo en el sentido de que, cuando no se pronuncia ex cátedra, el papa puede errarle como cualquier hijo del vecino, sino también porque, como a todo personaje público, le toca tener admiradores ―que incluso pueden discrepar con él en tal o cual asunto― y críticos. Es ley de juego de la vida pública.
Ahora bien, la pertinacia de Zanatta como detractor de Bergoglio sería digna de admiración… aplicada a mejor causa. Para empezar, la cantilena de que Bergoglio, antes y después de ser Francisco, estuvo influido por el peronismo y la Teología del Pueblo, con figuras como los padres Lucio Gera y Rafael Tello y el pensador uruguayo Alberto Methol Ferré, ¿qué hay con eso? Dios ha querido manifestarse en la Historia y por mediación humana: todos sus servidores reciben influencias culturales propias de su época. Mientras eso no los aparte del servicio a Dios, el prójimo y la Iglesia, nada hay de malo. Salvando distancias, es como decir que cada cura de Uruguay vota a tal o cual partido, y que si uno revisa con el microscopio sus homilías y sus gestos algo va a descubrir. Algo que, como va dicho, mientras no sesgue su servicio, no hará a ninguno de ellos peor ni mejor cura.
En este libro se lee que Francisco no condenó el terrorismo islámico de Boko Haram (Google lo desmiente en segundos). Que el cardenal que viajaba en subte y no en auto con chofer… ¡se hacía el pobre! Y colmo de los colmos, que al pedir cuidado por el ambiente, acogida para los migrantes y asistencia social para los pobres, Francisco luchaba contra… ¡la prosperidad!
Dos prejuicios políticos condicionan a Zanatta. El primero es decretar quién es conservador: quien discrepe con algún punto de la agenda liberal, como el aborto legal, la eutanasia, etc. Y eso es falaz: en su primera presidencia, el Dr. Tabaré Vázquez vetó la legalización del aborto. No era católico sino masón. No era conservador, sino izquierdista. Era médico y eso le bastó. El segundo es creer que la religión debe hablar solo del etéreo ‘espíritu’ y no de asuntos concretos. Así, dice de Francisco en sus últimos años: “El hábito de hablar de todo siempre lo había tenido, pero se agudizó. No del espíritu sino de economía, ciencia, tecnología, deporte”. El viejo planteo laicista: la religión es asunto estrictamente privado.
¿Debe un católico leer libros como este? Sí, claro. Donde vea críticas justas a la Iglesia, trabajará para levantarlas. Donde encuentre errores de buena fe, tendrá de qué dialogar con el prójimo no creyente. Donde halle infundios que no valga la pena responder, pues rece, rece mucho, entre otras cosas para que Dios bendiga a todos los que, de aquí al final de los días, deban peregrinar por este mundo hostil, calzados con las viejas sandalias del pescador.
Bergoglio: Una biografía política, de Loris Zanatta. Crítica, Buenos Aires, 2015. 400 páginas.