Tras participar en el Jubileo de Misioneros Digitales e Influencers Católicos, el académico habla sobre el desafío de anunciar el Evangelio en Instagram.
Jueves 31 de julio. En Montevideo, la una de la tarde; en el Vaticano, las seis. Aquí, un sol frío acaricia el invierno. Allá, un sol ardiente abraza el verano.
Hace menos de cuarenta y ocho horas terminó el Jubileo de Misioneros Digitales e Influencers Católicos, que se realizó el 28 y 29 de julio y reunió a más de mil cien personas de ciento cuarenta y seis países, según informó Vatican News.
Agustín Podestá es uno de los participantes que aún está en Roma. Se aloja en un apartamento de Airbnb y lleva puesta una remera azul con letras blancas: Missionaries of Hope Jubilee of Digital Missionaries and Catholic Influencers. Toma su celular y muestra que el Vaticano sigue formando parte de su paisaje por unos días más. A lo lejos, se ve el paredón de los museos vaticanos.
Detrás de la cuenta de Instagram @hablemosdeteología —que tiene doce mil seguidores— está Podestá: treinta y siete años, nacido en Buenos Aires, casado desde hace casi una década con Luciana Castro, padre de Juan Francisco y Ana Julia; magíster en Teología, docente, investigador y director del Departamento de Teología en la Universidad de El Salvador.
“La cuenta la creé en junio de 2019 porque quería compartir la fe desde la teología. La verdad es que nunca lo había pensado como misión digital. No me autopercibía como misionero digital. En 2023 me convocaron al Primer Encuentro Nacional de Evangelizadores Digitales en Argentina. Ahí hice el clic y me enteré que era misionero digital”.
Sobre el jubileo, el rol de los misioneros digitales y su gusto por la teología, Podestá habló con Entre Todos. Lo que sigue es un resumen de la entrevista.
¿Qué significó para vos estar en el jubileo y compartir con otros misioneros digitales?
Hace tiempo que veníamos ideando y soñando este encuentro. Fue un momento de gracia y mucha alegría. Es algo histórico porque es el primer jubileo de los misioneros digitales, porque también es una realidad relativamente nueva. Si bien evangelizar en los medios de comunicación es algo que la Iglesia realiza desde hace muchísimos años, que sea a través de las redes sociales, como un nuevo espacio de misión, es algo nuevo. El gran puntapié de esto fue el Sínodo de la Sinodalidad, que en 2023 incorpora en el informe de síntesis, en el capítulo diecisiete, un informe dedicado exclusivamente a la misión digital.
Ya habíamos hecho encuentros regionales de misioneros digitales. El primero a nivel universal fue en la JMJ [Jornada Mundial de la Juventud] de Portugal (en 2023). Lo que tenemos los misioneros digitales es que nos conocemos sin conocernos. Es decir, nos conocemos de las redes sociales, de vernos por la pantallita, pero cuando nos vemos en persona le ponemos cuerpo. Por eso decimos que de alguna forma nos conocíamos de antes. Y eso se notó en el jubileo. Fue como un encuentro de amigos, pero porque verdaderamente muchos nos conocemos desde hace tiempo.

¿Cómo definís a un misionero digital?
Los misioneros digitales se insertan en el flujo misionero de la Iglesia, como lo señala el documento del Sínodo de la Sinodalidad. Somos misioneros como cualquier otro en distintos contextos. Lo que nos da la raíz no es la digitalidad, sino la misión: el hecho de querer que todos conozcan a Jesús. Ese es el deseo que nos brota. Y no tiene un envío particular más que el envío de todo bautizado. Lo que tiene de particular la misión digital es que modifica el concepto de territorialidad. No se misiona en un territorio geolocalizado, sino que se misiona más allá de las fronteras. Porque no hay fronteras [risas]. En la digitalidad se borran las fronteras, y eso te permite llegar a los que están en otros ámbitos. Hay que recordar, y esto es central, que las redes sociales y los medios digitales no son solo herramientas, son cultura. La digitalidad es una cultura que tiene sus lenguajes, sus formas, sus símbolos. Y así como antiguamente los misioneros tenían que aprender las lenguas nativas para hablar de Jesús en distintos lugares, hoy hay que hablar en nuevos lenguajes.
Hay una diferencia entre pastoral digital y digitalización de la pastoral. Digitalizar la pastoral es hacer lo mismo que hacemos en presencial, pero en digital: grabás la homilía y la subís completa. Está buenísimo, y es necesario porque seguro que hay mucha gente que quiere escuchar la homilía virtualmente. Pero si querés llegar a gente que no es creyente, con subir los ocho o diez minutos de homilía, nadie te va a escuchar. Porque las redes sociales tienen otra dinámica, otros lenguajes, otras formas que hay que aprender a hablar.
Ahora, si vos querés una pastoral digital, tenés que pensar cómo piensa la gente que habita en lo digital. Un ejemplo sencillo: un joven de diecisiete o veinte años que está en su casa a las dos de la mañana ‘escroleando’ [N. de R.: Es la acción de mover el contenido de una pantalla hacia arriba o abajo] en Tiktok, pavada tras pavada, estupidez tras estupidez, riéndose de cualquier cosa, y de golpe le aparece, con el mismo lenguaje, alguien que le habla de Jesús. Esa es la misión digital. Hablando en criollo, digo: que entre tanto video estúpido que consumimos en las redes sociales, puede haber uno que te hable de Jesús, te hable de alguien que te puede cambiar la vida.
Hace seis años estás presente en Instagram con @hablemosdeteología. ¿Cuál es tu público?
Hace ocho o diez años tenía un blog, y después creé la cuenta de Instagram porque me interesa la difusión de la teología.
En la misión digital hay distintos carismas, como los hay en la Iglesia. No todos los misioneros hacemos lo mismo, gracias a Dios. En mi caso hablo desde lo teológico, y trato de no correrme de ahí. Me interesa más hablar con académicos, con personas del ámbito universitario —creyentes y no creyentes— que les interesa la teología y que les interesa escuchar que la fe tiene sentido de ser creída. Me siguen sociólogos, historiadores, filósofos. Se puede hablar de Jesús y la Iglesia desde el lenguaje académico.
Misioneros digitales e influencers católicos, ¿son lo mismo?
Es todo un debate el nombre que usamos. El nombre popular o mediático es influencer, pero hacemos una distinción. El influencer es más autorreferencial y busca que el público se identifique con su persona. Un misionero digital se tiene que cuidar mucho de eso. Porque el misionero digital es misionero. Y el misionero no quiere ser el centro de la atención. El misionero quiere que el centro de la atención sea Jesús. Pero también es cierto que hay influencers católicos. Por eso dejamos la terminología y no la corregimos porque hay influencers que son católicos, que no ocultan su fe. Pero el objetivo principal de su espacio no es la misión, sino ser influencer.
¿Qué te llevó a estudiar teología?
Siempre tuve una vida de parroquia. Mis padres son católicos y son parte de la renovación carismática. Yo no iba tanto por ese lado, sino más bien por la vida diocesana. Nunca entendí mucho lo carismático. Pero me crié en ese ámbito. Me gusta mucho la historia y la filosofía, y estaba entre esas carreras. Y ahí fue cuando apareció la teología como una posibilidad. Tenía muchas preguntas sobre la religión. Me interesaba mucho cuestionarme sobre la fe y tratar de entenderla más. Estaba en misa y no entendía muy bien algunas lecturas. Quería investigar y saber más. Empecé a estudiar con dieciocho años, tras salir del secundario. Dije: “Total, para equivocarse siempre hay tiempo”. Empecé y me enamoré de la carrera. De hecho, ahora voy por el doctorado. Soy feliz con la teología.
¿Viste frutos concretos en tu misión?
Sí. Distinguiría frutos a nivel personal, porque esto me ha cambiado la vida en un montón de cuestiones. Mirá donde estoy [levanta las manos y señala el paisaje del Vaticano desde la terraza]. Pero también están los otros frutos, que son aquellos que están relacionados con lo que el papa Francisco llamó las periferias existenciales.
Las redes sociales te permiten ir a las periferias ya no geográficas. En las redes sociales son periferias existenciales. Son los que están solos, los que están a las dos o tres de la mañana escroleando en las redes sociales. Es decir, son los que verdaderamente están en una situación existencial complicada o, por lo menos, extraña. Y a esos son los que tenemos que ir a buscar.
Me ha pasado —y es algo que solemos compartir entre misioneros digitales— de recibir testimonios de personas que dicen que mi perfil los ayudó a volver a la fe, a querer bautizarse o a motivarse para aprender más sobre religión o incluso estudiar teología. Ahora me encontré con una persona que es de Buenos Aires, que estuvo en Roma, que es evangélica y que, en un proceso de conversión al catolicismo, influyó mucho la persona de Francisco y tres o cuatro perfiles de redes sociales que hablábamos mucho de él, y que le permitieron entender todo lo que pasaba, más allá de lo que dicen los medios de comunicación tradicionales.

¿Cómo te imaginás el futuro de la misión digital?
Lo que tiene lo digital es que no sabemos lo que va a pasar. Cuando me recibí de la carrera de grado de Teología, en 2011, en mi horizonte no estaba esta posibilidad. Pero me agarró bien preparado, por lo menos desde el punto de vista teológico. Pero ni siquiera estudié algo de comunicación.
La tecnología es una cultura, y por eso está en permanente cambio. Lo que tenemos que hacer es estar sólidamente formados y consolidados en cuál es nuestra fe. Francisco decía que no hace falta un tercer Concilio Vaticano. Él decía que hay que seguir aplicando el segundo. En Gaudium et spes están todas las herramientas que necesitamos para el diálogo con la cultura. En este caso, para el diálogo con la cultura, le agregamos lo digital. Todavía persiste dentro de la Iglesia una visión de que estar en las redes sociales es perder el tiempo, y que es algo superficial.
Es clave abrir equipos de pastoral digital específica a nivel diocesano, a nivel parroquial, a nivel de movimiento y congregaciones. Hay muchos que ya lo han hecho, pero hay que seguir profundizando. Los obispos tienen que seguir profundizando en pastorales digitales orgánicas, específicas. Así como hay distintas pastorales ya consolidadas, las conferencias episcopales y los episcopados tienen que fomentar la creación de departamentos específicos de pastorales digitales. Esto sería como un sueño para el futuro.
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