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Una multitud de jóvenes compartió su fe en la explanada del Kibón

«Él transforma tu corazón»

Fuente: Quincenario Arquidiocesano "Entre Todos"

Varios miles de jóvenes de todo el país se encontraron el sábado pasado en la explanada del Kibón para celebrar la Jornada Nacional de la Juventud en su 37.ª edición. Canto, reflexión, espectáculo, adoración eucarística, confesiones, intercambios, servicios, misa… no le faltó nada. Concluyó en la tarde del domingo con la celebración eucarística que contaba con la presencia de los obispos del Uruguay, de unos 80 sacerdotes, y que fue presidida por el arzobispo de Montevideo, cardenal Daniel Sturla.

JNJ Montevideo 2015

Un rato antes del mediodía se dejaban ver apenas unos 200 jóvenes que se acercaban por grupos con sus guías. Se dirigían a la carpa que hacía las veces de recepción, y que se encontraba junto al escenario, y allí recibían, de manos de algunos de los organizadores, los enseres que habían de acompañarlos durante la Jornada: la mochila de plástico celeste con la imagen de las manos del alfarero —emblema de la jornada—, y el letrero «JNJ + Montevideo 2015», un cuaderno en cuyo interior se hallaba el cancionero, un texto para la meditación, el cronograma de las actividades, una lapicera, una vela blanca, una cinta de un color distintivo con un número que permitiría identificar el grupo al que se integraría cada uno de los jóvenes…

Una hora más tarde, en torno a la una, no se sabía cómo ni desde dónde, en el terraplén semicircular que se inclinaba hacia el río, dando la espalda a la compacta hilera de edificios de la rambla, desembarcaban columnas y columnas de jóvenes que iban y venían hacia la carpa y desde ella con sus correspondientes bártulos, confundiéndose entre abrazos y saludos, o coreando consignas u ondeando las banderas o estandartes que revelaban las procedencias de unos y otros, más como para encontrarse que para distinguirse, más para liberar la alegría que para afirmar el territorio que no era de nadie y era de todos, aunque no sobrara el espacio, el hermoso espacio verde que se fue transformando en un hermoso espacio humano, que permitía evocar los encuentros de Jesús con la multitud, junto al mar de Galilea.

Y como aquella otra multitud, esta también sintió hambre, pero no fue necesario darles de comer, porque no estaban mal provistos de alimentos, y como los jóvenes tienen ese capacidad para prescindir de una mesa, y también de una silla, habilidad que se va esfumando con el paso del tiempo, y están dotados para comer lo que sea, en cualquier parte y a cualquier hora, se echaban allí donde más les placía y compartían, en pequeños grupos, espontáneos, lo que traían consigo, como si estuvieran en el más elegante de los restoranes. Y, por cierto, con vista exclusiva al Río de la Plata. Completaban la planicie donde se desarrolló la Jornada un importante escenario, emplazado a las orillas del río y mirando hacia la rambla, y una segunda carpa, esta vez a su izquierda, que sirvió como sacristía campal, unos veinte baños químicos, y unas pocas y pintorescas palmeras.

«Despierta ya»

La sobremesa, o tal vez sobrepiso, sumado a los viajes largos de aquellos que venían de las zonas más alejadas del norte, y una noche con pocas horas de sueño, o malas horas de sueño, podían llegar a tentar a alguno para probar una breve siesta, aunque más no fuese, pero el «Despierta ya» con que se inicia la canción oficial que comenzó a interpretar la banda Ecos, indicaba que no era hora propicia para dormir. Mientras, en el escenario, un grupo de animadores acompañaban la canción con una coreografía pensada especialmente para la ocasión, de tal manera que todos los jóvenes presentes trataban de asimilarla lo mejor posible —al mismo tiempo que la digestión trataba de asimilar también—, agitando los brazos, yendo hacia adelante y ahora hacia atrás, y llegó el tiempo de agacharse y otro para levantarse, y que cuándo viene el giro, y que cuándo hay que saltar… y que unos se pechan, que otros caen, y finalmente, los más diestros de la pista, que van multiplicándose, empiezan a dominar con arte el desafío:

Despierta ya

Dios sale a tu encuentro

precioso como agua en el desierto.

Si hay una certeza es:

«Él transforma tu corazón».

¡Oh, Padre amado, aquí estamos a tu favor.

Y si tú corazón transformado está,

cántale, levanta la mano, y grita:

«¡Él, él, mi corazón transformó

soy hombre nuevo por su amor!»

Oh, oh, oh…

Hoy tus jóvenes cantan a ti confiados

dispuestos a ser barro en tus manos.

Hoy tus jóvenes buscan que tu palabra

transformen profundamente nuestra mirada.

Y si tu corazón transformado está,

cántale, levanta la mano, y grita:

«¡Él, él, mi corazón transformó

soy un hombre nuevo por su amor!»

Oh, oh, oh…

En medio de este clima de encuentro, fiesta e integración, el Cardenal Sturla, y Mons. Arturo Fajardo, obispo de San José y responsable de la Jornada —puesto que es el encargado de la Conferencia Episcopal de la animación pastoral juvenil de todo el país—, dieron la bienvenida entusiasta y abrieron así la Jornada. El viento, que soplaba por ráfagas, abatió la gran Cruz de madera —que acompaña las sucesivas jornadas de la juventud—, que cayó con estrépito sobre la superficie del escenario, y que rápidamente fue devuelta a su lugar, de donde ya no volvió a moverse, o al menos a caerse. Sobre el escenario se encontraba también la imagen de la Virgen de los 33.

«Conociendo mi barro»

Al promediar la tarde los jóvenes fueron invitados a conformar los pequeños grupos, de diez a quince integrantes. ¿Cómo hacer esto cuando se hallan concentrados miles y miles de personas? Había que observar atentamente los carteles que los animadores, distribuidos en distintos puntos del denso predio, levantaban, dejando ver, como banderas, un color distintivo reforzado por un número. No obstante la eficaz organización, la tarea no parecía sencilla. Un joven que tenía la cinta de color verde con un número 7 perseveró durante un rato buscando a sus pares, pero no los encontró, porque el cartel no aparecía. La organización, advertida de la ausencia de algunos animadores, y por tanto de algunos carteles, resolvió unir unos grupos con otros, dando aviso por medio de los micrófonos. Pero en no más de veinte minutos, todo quedó resuelto. Entonces un video mostró cómo el alfarero es capaz de moldear la arcilla, tan preciada para él, y las formas que son capaces de surgir a partir del barro, cuando este es confiado a las manos que saben trabajarlo. Algunas preguntas más personales en el cuaderno de la Jornada, orientadas a mirar la propia vida como forjándose en el tiempo, como formándose en las manos de un alfarero, poniéndose en el diálogo con Dios, propició la meditación personal y el trabajo en el interior del grupo.

A la merienda siguieron dos horas en las que los jóvenes pudieron disfrutar de todo un concierto animado por bandas de rock como Cuatro Vientos, Pelícanos de Sion, Kerygma, Ecos…, al que siguió una representación musical preparada por la comunidad Shalom, ya cuando luz se disipaba, en que intervinieron unos 15 actores que daban vida a las peripecias de un joven que, a la manera del hijo pródigo del evangelio, se aleja de Dios y termina reencontrándose con él.

El encuentro con el Señor

La noche, que crecía en intimidad, pintó una media luna de luz cuando la multitud de jóvenes terminó de encender cada una de las velas blancas que llevaban en sus mochilas. Son esos momentos que regala la Iglesia, esos momentos en que uno se sabe relación a los demás, se sabe comunidad, se sabe parte de algo más grande y populoso, y que quizá, nunca como cuando se es joven se experimenta de una manera tan vívida y real, y se sueña con tanta claridad. Son esos momentos que regala la Iglesia, en que, aun en medio de una multitud, uno se siente tan cerca de sí, tan humano, y acaso, tan solo, tan solo como para percibirse, para dialogar con uno mismo y escucharse, para sentirse habitado por la presencia de Dios.

Unos cincuenta sacerdotes, entre los que podía verse al cardenal y a otros obispos, celebraban el sacramento del perdón. Muchos jóvenes, iluminados por el Espíritu Santo, fueron a buscar la paz de Dios, a pedir el perdón, a abrir el espacio para que Dios lo llenase con su amor. Para algunos, el momento decisivo, ese que requiere coraje, el coraje de aceptar la aceptación, de confesar que Dios te ama, te sana, y ha esperado ese momento para poner la mano sobre ti.

Mientras, de fondo, el coro interpretaba algunas canciones que ayudaban a adentrarse en la vigilia, que se prolongaba, ahora, con el testimonio de fe que brindaron algunos jóvenes, como el joven futbolista que habiendo sufrido un terrible accidente encontró refugio en Dios; o el matrimonio que, enfrentado a una muy dura situación impuesta por el impedimento de tener hijos, siguió el consejo de un sacerdote y se abandonó al Señor, y apareció allí con sus dos hijas; o el del joven sacerdote de Mercedes que refirió alegría por la vocación ministerial. Antes de irse a dormir, los jóvenes adoraron a Jesús en el santísimo sacramento de la eucaristía. Mons. Arturo Fajardo, acompañado por dos ceroferarios y un turiferario, expuso el santísimo en el altar, y la explanada del Kibón entró en un profundo silencio y diálogo con Jesús allí presente personalmente.

«¡Efatá, ábrete!»

 La mañana del domingo fue dedicada a la realización de servicios en distintos lugares de la ciudad. Algunos visitaron enfermos en un hospital, otros realizaron tareas de limpieza, otros estuvieron pintando una capilla en un barrio muy humilde, otros celebraban en las calles del centro de la ciudad… Muchas historias que aun no conocemos, y que tal vez vayan a quedar solo en el corazón de quienes las protagonizaron. El reencuentro en la explanada de la Jornada se dio a las dos de la tarde, y era el punto culminante, la misa, seguida con tanta atención por los jóvenes… y por los de mediana edad,  y por los mayores que se arrimaron, y se fueron metiendo, y hasta se confesaron, y se mezclaron con los jóvenes para participar de la eucaristía.

El Cardenal predicó acerca del evangelio del día, aquel en que Jesús pronuncia la palabra «Efatá» sobre el sordomudo. Nos quedamos con este fragmento de su homilía, que pone en palabras, es probable, lo que vivía cada joven interiormente al percibir lo que empieza a moverse y a cambiar, como una realidad y como una promesa:

«Y nosotros queremos abrirnos a la acción del Espíritu de Jesús, del Espíritu Santo, que es capaz de llegar, de cambiar, de transformar. ”¡Efatá”, ábrete, abrámonos, al Espíritu Santo!, al Espíritu de Jesús, al Espíritu que llena el corazón de alegría. Porque miren: el Espíritu de Jesús hace que nuestro corazón se ensanche, se amplíe; en cambio, el mal espíritu es el que nos angosta el corazón, lo achica.

»Pero no es para tener un corazón lustradito para poner en una vitrina, no es un corazón de plástico para admirar, es el corazón de carne, el corazón que late fuerte, es el corazón que late con los latidos de Jesús, y que se ensancha en el amor. Y por eso un corazón que se angosta, es un corazón que se angustia. En cambio, un corazón que se ensancha, es un corazón que se llena de la alegría que solo él puede dar y que nadie nos puede quitar. ¡Nadie nos puede quitar la alegría de Jesús!

»Claro que viviremos momentos difíciles de cruz, de dificultad. Pero nadie puede quitarnos ese amor. Es en esos momentos que la primera lectura viene en nuestro auxilio a decirnos: ¡no tengas miedo, no temas, levántate, sé fuerte, sé fuerte para testimoniar a Jesús! No seamos, por favor, cristianos achicados. No nos achiquemos, ni en la facultad, ni en el liceo, ni en el trabajo, ni en el barrio, ni en la familia.

»Demos testimonio de Jesús, porque recordemos sus palabras: si damos la cara por él, él dará la carne por nosotros; pero también corremos el terrible peligro de que si lo negamos, él nos negará delante del Padre del Cielo. ¡Por favor, que Jesús no nos tenga que negar! Que podamos decirle al Señor: por pura gracia tuya, porque abrí mi corazón a la acción del Espíritu, he dado testimonio de ti. He dicho tu nombre, Señor. En lugares donde tu nombre no se pronunciaba, yo me he animado a decir: ´Jesús es mi Salvador, mi redentor, mi liberador´.»

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