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Devoción popular y campo cultural

La Virgen de los Treinta y Tres, Patrona del Uruguay
Virgen de los Treinta y Tres, por Martha Escondeur

Por Laura Álvarez Goyoaga
Extracto de Entre Todos n° 389

Cuenta la historia que antes de la fundación de Florida, estaba presente en Uruguay la Compañía de Jesús, con la obra de sus Misiones.

No lejos de la ciudad se conserva la estancia de la Calera, donde los jesuitas tuvieron un gran establecimiento rural, lindero con el llamado Arroyo de la Virgen. En 1779, cerca de ese arroyo, se construyó la primitiva capilla del Pintado, que dio origen al pueblo. Fue dedicada a la Virgen bajo la advocación tan popular en la época y la región, de Nuestra Señora del Luján, por voluntad del donante del terreno, el indio Antonio Díaz. En ella se rezaba ante una Virgencita que había sido enviada por los jesuitas desde Paraguay.

El 24 de abril de 1809 se fundó la Villa de San Fernando de la Florida. Como tantas veces en la vida de nuestra nación, fue un sacerdote, de nombre Santiago Figueredo, quien dadas las dificultades que debía afrontar la población por la aridez del entorno, consiguió que el superior gobierno cediera un lugar más seguro y fértil para fundar un centro poblado, en las costas del río Santa Lucía: la actual ciudad de Florida. Allí se trasladaron los habitantes del Pintado, y con ellos llegó hasta el nuevo templo parroquial la “Virgen del Pintado”.

El 19 de abril de 1825, treinta y tres orientales desembarcaron en las playas de la Agraciada para dar comienzo a las guerras de independencia. Al llegar a Florida se dirigieron al pequeño templo y a los pies de la Virgen colocaron el futuro de la nueva nación. El 25 de agosto de ese año se proclamó la independencia nacional y los constituyentes, después de firmar el acta de la soberanía, volvieron ante la sagrada imagen para colocar la patria naciente bajo su amparo y protección. Desde entonces el pueblo llamó a esta imagen “La Virgen de los Treinta y Tres”.

Cuentan testimonios muy antiguos que, siempre que había pestes y sequías, se hacían procesiones con la Virgen de los Treinta y Tres. Ocasiones especiales de rogativas fueron las desgracias colectivas, como el cólera en 1866, o epidemias como el tifus y la viruela.

Son varios los documentos que marcan la presencia de esta devoción a lo largo de la historia del pueblo uruguayo. En 1857, el general don Manuel Oribe, le regaló a la Virgen de Florida, a quien siempre se encomendaba, una corona de oro, en acción de gracias por haberse salvado, él y su familia, de un naufragio.

En 1894 Mons. Soler, primer arzobispo de Montevideo, ordenó colocar en la catedral de Florida, una placa de mármol que dice: “Ante ella los Treinta y Tres inclinaron su bandera e invocáronla también los convencionales de la independencia”.

La primera peregrinación nacional al Santuario, de la que las nuestras continúan la tradición, se realizó el 15 de agosto de 1908, organizada por la Congregación Mariana Mayor de Montevideo. En 1945 el obispo diocesano Mons. Miguel Paternain la llevó de recorrido por toda la diócesis, que comprendía casi medio Uruguay.

En los pequeños pueblos y a lo largo del camino, incluso en descampado, se congregaba la gente para recibirla, con homenajes propios de la tradición patria: caballadas, desfiles de carretas y carros. Pero la historia no se detiene, y llega a tiempos más recientes. La Virgen de los Treinta y Tres presidió la celebración de la eucaristía, oficiada por Juan Pablo II en Tres Cruces cuando la primera visita del papa al Uruguay en abril de 1987. En todos los discursos y homilías realizados con ocasión de sus dos visitas, el papa hizo alusión a ella.

Nuestra voz te aclama...

Esta hermosa imagen, hecha en cedro paraguayo, es una talla barroca en madera de unos treinta y seis centímetros de alto. Bellí- sima, bien proporcionada, en ella destacan el hermoso rostro de la Virgen y sus delicadas manos unidas. Desde la fe y la sensibilidad a la belleza artística, sin dudas emociona.

Vayamos al objeto artístico en sí, su materialización y el simbolismo implícito en él. Se trata de una representación de la Inmaculada Concepción. María está suspendida en el cielo. Bajo sus pies encontramos el oscuro firmamento tachonado de estrellas, y una nube de la cual sobresalen las cabezas de tres angelitos. Aparece así por encima de la oscuridad que simboliza el pecado, y por encima de los ángeles, que están a su servicio. Un toque de movimiento se percibe en su pierna derecha adelantada, sumado al del manto, en contraste con las manos unidas en oración. Movimiento y reposo combinados en perfecta sincronía.

 

Virgen de los Treinta y Tres Virgen de los Treinta y Tres, por Álvaro Podestá Virgen de los Treinta y Tres, por Ambar Labruna

María aparece entre el cielo y la tierra: cercana a la luz, sobre la nube y los ángeles. No vemos sus pies apoyados en la tierra, porque en tanto esta es sinónimo de pecado y muerte, María no tiene contacto con ella.

Mons. Alberto Sanguinetti, obispo de Canelones, al describirla nos dice que los colores del manto no son menos simbólicos: el azul, “color del cielo, colocado por fuera, nos habla de la pertenencia de María a lo infinito y eterno”, mientras el blanco, “el color de la pureza, donde no hay ninguna mancha” es también “la página en blanco que espera ser escrita; la tela blanca que espera que el pintor plasme allí su creación”. El manto se mueve, agitado por el viento del Espíritu. La Virgen coronada es reconocida como reina, es decir como quien recibe parte en la soberanía absoluta y única del Rey de Reyes y Señor de Señores, Jesucristo.

El obispo de Canelones incluye en su descripción otro detalle significativo, que más de una vez ha sido resaltado: la Virgen “no mira, sino que se deja mirar: es la agraciada, la que ha hallado gracia a los ojos de Dios, y que, por lo mismo, se deja mirar por la bondad divina”.

María, en esta advocación, recibió del poeta Juan Zorrilla de San Martín el título de “Capitana y guía”: cabeza y conductora, reina y señora de la Patria, que conduce y simboliza nuestro camino como nación.

Del silencio, a la música y a todas las manifestaciones culturales

Desde 1994, enmarcado en los festejos anuales en honor a la Patrona del Uruguay, se realiza en la Catedral de Florida el concierto “Uruguay le canta a la Virgen de los Treinta y Tres”, con el auspicio del Ministerio de Educación y Cultura, del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Ministerio de Turismo.

La música no es la única protagonista en el Festival: también en su dinámica se incluye la entrega de la “Plaqueta del Pintado” —un bajo-relieve realizado por el escultor Luis Ricobaldi, inspirado en uno de los paneles de las puertas de bronce de la catedral— a personalidades de la cultura que se han destacado en su trayectoria. Nombres célebres han pasado por el escenario a recibir el reconocimiento: Martha Escondeur, Cristina Fernández, Washington Carrasco, Tomás de Mattos, Mario Cayota, Silvia Puentes de Oyenard, Julio Frade, Lágrima Ríos, Federico García Vigil, Ignacio Iturria, Alfredo Testoni, Estela Medina, Cristina García Banegas, Antonio Larreta y China Zorrilla son solo algunos de ellos.

Hace tiempo escuché del obispo de Melo unas palabras que quedaron grabadas en mi memoria: “Nuestra Virgencita de los Treinta y Tres tiene su mensaje. Un mensaje silencioso, pero que llega a los corazones que se abren a él”.

Su presencia de Madre que abraza casi dos siglos de vida independiente, también vincula nuestras raíces a los dos siglos anteriores. Y su presencia maternal también nos abraza hoy, en la vivencia de cada día, especialmente cuando los segundos domingos del mes de noviembre todos los católicos del Uruguay nos congregamos a sus pies.

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